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María Casiraghi: "Yo escribo mucho porque necesito hacerlo. El tema es qué hacer con eso. Y qué hacer también con el silencio".

12/9/2020

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Foto: Perla Pais productora de moda ​@perlapaisprodmoda

Dicen Carmen Pardo y Miguel Morey, a propósito de Butes de Pascal Quignard, que "el silencio tan intenso de la lectura y la convocatoria íntima de la música nos asoman al mismo mar. Entonces, escribir un libro silencioso bien pudiera ser lo más parecido, lo más próximo a hacer música, ese lenguaje sin significado que sin embargo toma nuestro cuerpo, en fuga ambos de las significaciones convencionales de la lengua común". María Casiraghi lo sabe muy bien: sus textos nos hablan de ciertas melodías ancestrales, nos convocan a interpelar al silencio en una voz que decididamente es femenina. Sus textos nos llevan a recorrer diferentes paisajes del país, pero también, del mundo. En este ida y vuelta hablamos sobre la literatura de mujeres, de uno y otro lado, y de su particular camino literario. 

¿Cuándo empezaste a escribir, te parece reconocible ese punto de partida? ¿Te parece que hay alguna razón específica por la que une comienza a hacerlo? 

Empecé a escribir de muy chica, poemas sueltos que formaban parte de un diario íntimo durante la infancia y gran parte de la adolescencia. Creo que el punto de partida fue mi desbordada sensibilidad, y supongo que me refugié en la escritura. En cuanto a los cuentos, empecé a escribirlos alentada por consignas escolares, una vez tuve la suerte de ganar un concurso con un relato que me publicaron en el anuario del colegio y naturalmente esto fue también un empujón para seguir. Mis textos de ficción partían de un campo distinto al de la poesía, la imaginación; juegos, personajes, canciones, obras de teatro, pasaba mucho tiempo inventándome un mundo a mi medida para habitarlo a gusto. Pero respondiendo a tu última pregunta, no siempre es fácil identificar los motivos, a mí me llevó tiempo, no diría que hay una razón, sino un impulso, una urgencia que nos precede y nos excede. Eso es lo más hermoso, cierta irracionalidad con la que una se lanza al mundo de la escritura, tan irracional como cuando en la infancia entramos al mundo del lenguaje. 

Has dicho en algunas entrevistas que la imaginación ocupaba mucho lugar en tu vida de niña, que escribías en un diario íntimo ¿Te parece que las redes son una manera de publicar ese diario íntimo hoy? ¿Cómo te llevás con las redes y la exposición que eso supuso en esta época de cuarentena? 

Aún si para algunas personas las redes funcionen como una especie de diario personal, no creo que efectivamente lo sean, justamente porque no tienen nada de íntimo, deja de serlo desde el momento en que se publica. Es una “intimidad engañosa”. Lo maravilloso de nuestros diarios de infancia era su secreto. A veces hasta llevaban candado, y esto nos permitía expresar lo que sentíamos sin censura, yo ni siquiera buscaba la belleza. Nunca escribí en mi diario pensando en posibles lectores, no tenía idea de que terminaría dedicando mi vida a la literatura. Las redes son otra cosa. Justamente lo que uno hace es exhibir, es dejar al descubierto, es una vidriera de nuestra vida, pero editada.  Yo tardé muchos años en enganchar con su dinámica. Quizás por precaución, ante la posibilidad de perder esa soledad que motoriza mi escritura. Mi miedo era ese justamente, y el “tiempo perdido”, claro, las redes llevan tiempo, tiempo que una también le quita a la creación. Pero la realidad es que por el momento la balanza es positiva; desde que abrí la cuenta hace unos meses surgieron proyectos, lecturas, encuentros, y sobre todo destaco el descubrimiento de voces nuevas, en poesía y prosa que ahora sigo y me encantan. 

Has contado que los viajes marcaron no solo tu vida, sino tu escritura, de hecho, escribiste varios libros sobre viajes (libros periodísticos y los relatos Nomadía y Otro dios ha muerto) ¿Cómo llegaste a la Patagonia, qué de ese viaje sigue prendido a tu escritura?  

Llegué a través de los dueños de un diario de San Isidro para el que yo trabajaba a mis 22 años; un día me ofrecieron la posibilidad de viajar a Santa Cruz con Marta Caorsi, notable fotógrafa patagónica, para hacer juntas un relevamiento periodístico que plasmaríamos en dos libros; uno de retratos de habitantes patagónicos y otro de paisaje flora y fauna. Yo venía hacía tiempo soñando con recorrer el país buscando historias para escribir. O sea, era mi sueño y se podía concretar. Y se concretó. Lo que iban a ser dos meses fueron seis. Dos mujeres viajando solas en un auto por la Patagonia durante tanto tiempo, con todo pago, alojamiento y comida; no podía pedir más. Pero no fue todo color de rosa, la Patagonia es un sitio incomparablemente bello, pero puede ser también muy duro; la gente que íbamos entrevistando era muy sufrida, muy agredida por su historia. Y después está el clima, el viento, la desolada inmensidad de sus paisajes. Fue un gran aprendizaje. Si bien había hecho varios viajes fuera del país hasta ese entonces, el viaje por la Patagonia fue la gran bisagra de mi vida. Más allá de las historias que me marcaron profundamente, lo que tuvo especial impacto sobre mí fue tomar verdadera dimensión del pequeñísimo lugar que nos corresponde como seres en este mundo. En cada costa, cada bosque, y cada llanura se imponía la geología. Recuerdo la sensación al caminar la estepa y encontrar fósiles marinos de decenas de millones de años a simple vista o troncos de bosques petrificados de la era tropical sueltos en medio de campos de nadie; era como tocar el paso de los siglos con mis propias manos. Esta dimensión de la historia del planeta empezó a impregnar una suerte de cosmovisión en mi mundo, y acá respondo a tu última pregunta: sí, creo que la Patagonia sigue prendida en mi escritura en este sentido en mi poesía, y al mismo tiempo los relatos de la gente marcaron el rumbo de mi narrativa; hasta ahora lo que he escrito se vincula con ese viaje. 

Escribiste sobre las mujeres de la Patagonia ¿Por qué sobre las mujeres? ¿Qué desafío te parece que tienen esas mujeres todavía? ¿En el resto del país tenemos el mismo desafío?

En realidad lo primero que escribí en ficción fue Nomadia, donde hay tanto historias de hombres como de mujeres; y confieso que en ese entonces me interesaba especialmente trabajar la voz masculina, salirme de la voz propia y pensar y sentir desde un hombre, que además era muy distinto también en hábitos y entorno. Me rebelaba el mandato implícito aún de que, “las mujeres tienen que escribir sobre mujeres o desde las mujeres”. Jugaba entonces con estos roles, incluso los relatos de mujeres que elegí de alguna forma también se rebelaban contra el estereotipo, todas mujeres que trabajaban a la par de los hombres, muchas veces solas; está el relato por ejemplo de una mujer que no recuerda cuántos hijos tuvo, otra que emborrachaba a su abuelo para aprender a hablar la lengua de sus ancestros, y así. Pero finalmente se me impuso una voz femenina para protagonizar mi segundo libro de ficción, una novela. Y no creo que haya sido por azar, sino porque mi empatía más profunda la tuve con esta mujer, Petrona Prane, mapuche maravillosa, tejedora y cultruquera, que conservaba intacta toda la memoria oral familiar de generaciones. Su historia urgía ser contada y difundida. En la gran mayoría de las comunidades originarias son las mujeres las trasmisoras de los saberes ancestrales a lo largo de los tiempos. Hay en la novela una denuncia histórica sobre las injusticias cometidas desde los estados y civiles contra los pueblos originarios, pero también un cuestionamiento de género, el desarraigo de la empleada doméstica, la violencia sufrida al casarse, datos biográficos de Petrona que forman parte de la ficción en la novela. Sobre la tercera pregunta, sí, creo que las mujeres siguen teniendo un desafío enorme en la sociedad y en el planeta. Una de las maneras es la escritura, el arte, pero hay otras, por ejemplo, su rol dentro de la defensa de la naturaleza es fundamental. De ahí el surgimiento de los movimientos de mujeres en torno al Ecofeminismo. Y aclaro, porque a veces es necesario aclarar, que esto no es privativo de las mujeres, hay sobradas ejemplos de hombres sensibles a esta causa y ultra comprometidos, o sea, el mundo está cambiando. Yo creo como Simone de Beauvoir que el objetivo final de la lucha feminista es el equilibrio de los géneros, y que esto se da naturalmente en una sociedad socialista, no así en la capitalista, ya que sus ideales contradicen los fundamentos igualitarios. Ese es el gran desafío de las mujeres del Siglo XXI: volverse cada vez más comunitarias, sororas, solidarias.  Y esto es hacia afuera y hacia adentro; para eso me parece importante lo que ya está sucediendo: erradicar la competencia que nos empobrece y nos debilita. 

¿Ves alguna diferencia entre la literatura de mujeres y disidencias del interior del país y de Buenos Aires?

Lamentablemente todavía nos falta un trecho para superar este problema que sufre nuestro país desde sus comienzos; la centralización cultural. Pero, en definitiva, lo que hay es una centralización en relación a cierto reconocimiento, si se quiere. La diferencia radica en ello, pero no en capacidades, talentos, fuerza creadora, porque grandes voces hay en todo el país, de ahora y de todos los tiempos, y muchísimos ejemplos de artistas del interior que se han destacado no sólo en Argentina, sino en el mundo. Tengo la esperanza de que, así como se está federalizando el país en varios aspectos, también lo haga en relación a la cultura.  Y siento que vamos hacia ello. En parte gracias a las redes sociales que nos permiten conocernos más allá del lugar donde estemos. Para mí la literatura nunca es regional, es literatura y punto. 

En tu proceso de escritura decís que escribís mucho, has escrito y publicado muchos libros ¿Qué consejo nos darías para tener ese ritmo de producción?

Yo escribo mucho porque necesito hacerlo. El tema es qué hacer con eso. Y qué hacer también con el silencio. El silencio es un misterio que me apasiona, quizás porque es una especie de espejismo. Si escribimos mucho tenemos, creo yo, un compromiso con ese caudal para darle la forma que merece, para no dejarse endulzar con ese torbellino que nos nace a veces sin pensar, hay que tener el coraje de tirar a la basura, de elegir, de renunciar.
Lo que sí diría, y es algo que fui aprendiendo: hace bien tomarse el tiempo de escritura como un hermoso trabajo. Eso significa, apagar todo, y desconectarse en serio, y que nadie ni nada interrumpa. Yo he pensado muchas veces que cada día que no escribo son poemas perdidos, revelaciones enterradas para siempre. 

¿Cómo ves el lugar de las mujeres y las disidencias en el panorama de la literatura de la región y del país? ¿Qué espacios tenemos que ganar, todavía?

Creo que emerge y crece con fuerza arrolladora, en prosa y poesía. Es definitivamente, nuestro tiempo. Para explicar esto quiero contar una anécdota. Hace muchos años un sudafricano que estaba de paso en Buenos Aires me contó que en Sudáfrica los negros tenían prioridad laboral, es decir si un empresario tenía que contratar alguien para trabajar, en la lista de ofertantes estaba obligado a elegir primero al negro. Me contó que esto había producido mucho rechazo de parte de un gran sector social (seguramente el que se vería perjudicado) bajo el argumento de que estaban siendo igual de racistas que durante el Apartheid, pero al revés. El sudafricano me dijo: “ahora es el tiempo de los negros” Sostenía que los blancos (él mismo lo era) tenían que ceder el primer lugar a los negros el tiempo que fuera necesario hasta calmarse las aguas, y que recién entonces sería posible empezar a hablar de verdadera igualdad. Me pareció maravilloso. Y desde entonces lo recuerdo cada vez que pienso en la lucha feminista, y a esta lucha se suma la lucha de las disidencias. Vamos de la mano. Este es nuestro tiempo. Por eso hay cada vez más movimientos y colectivos exclusivos de mujeres y disidencias. Es necesario este protagonismo ahora. No quiere decir que esto sea así siempre. Es el camino necesario hacia el equilibrio verdadero. 

Quizás el desafío sean los espacios a ganar, los de aquellas personas que consciente o inconscientemente, aún no toleran la pluralidad. Pienso que la literatura es un muy buen terreno para entrar en el alma de la gente porque universaliza la emoción, habilita la empatía; y entre otras cosas lo que falta lograr es esto, ganarse ese lector adverso.

Vos has sido una escritora con un camino solitario, en general ¿Cómo ves el trabajo colectivo de la escritura? ¿Has tenido alguna experiencia en ese sentido? 

Todo acto creativo es colectivo. Aún en la soledad más absoluta escribimos desde la observación del mundo que nos rodea, la interacción, las experiencias, por más personales que sean, están siempre vinculadas al otrx. Nuestra palabra se nutre de la palabra ajena, a través de lecturas e intercambios. Y soy consciente de que nada de lo que escribo es mío. Sin embargo, parecería que de a ratos olvidamos esta premisa, y es ahí cuando la escritura colectiva concreta se vuelve necesaria, y puede ser una experiencia muy interesante, un aprendizaje. Pienso también que a mucha gente le puede servir como disparador, escribir en conjunto, en un taller, o en un colectivo, es decir, trabajar sobre cierto tema o experiencia para incentivar la emoción o la imaginación. Me parece fantástico. Lo que creo importante es que se defienda la poesía por sobre el mensaje. Si no, se vuelve una escritura obediente, relegada a una moral y la literatura o poesía con moraleja me parece siempre desacertada. Yo soy solitaria para escribir, es cierto, disfruto mucho de esa soledad y la necesito. Donde me vuelvo más sociable es en los encuentros de poesía. Una de las experiencias más hermosas que tuve en este sentido fue en Venezuela en el año 2005, lo que más disfrutaba era la lectura de poemas en los pueblos, en las plazas, las escuelas, incluso dentro de las iglesias. Recuerdo la camaradería con poetas, pero sobre todo la entrega de la gente a la poesía, totalmente consustanciada con lo que estaba sucediendo, no éramos lxs poetas por un lado y el público x el otro, ni poetas “buenos” y poetas “malos”, había para todxs; era un concierto intenso y maravilloso. Otra experiencia que recuerdo especialmente fue en La Plata, en el primer encuentro de poéticas feministas en la facultad de Humanidades, largas jornadas de poesía y conversación con estudiantes. No me cansaba de oír poemas de mis colegas, me la pasé literalmente en estado de trance, y lo más lindo es que ya no recordaba quien había dicho qué poema, no importaba, lo que importaba era la poesía, lo que quedaba en el alma de una al final del día. 

¿Qué le aconsejarías a alguien que quiere publicar? ¿Con qué dificultades se puede encontrar una mujer?

Paciencia, no desesperar, porque los tiempos editoriales son muchas veces larguísimos. Si pensamos en el desfasaje temporal de cuando terminamos un libro y cuando este sale a la luz, a veces es escalofriante. Pero es así, con lo cual lo que hago yo para combatir esa ansiedad - y es lo único que me animaría a decir porque me lo digo a mí misma - es que antes de terminar un libro, es bueno tener algunos poemas abiertos para un nuevo proyecto. 

En cuando a la última pregunta, creo que este es el momento más propicio para que una mujer escriba y publique, como decía antes, es nuestro tiempo. No creo que hoy tengamos menos espacio, al contrario, ya que como decía recién, muchas editoriales, colectivos y movimientos, están destinadas exclusivamente a la literatura de mujeres y entonces la balanza poco a poco se va equilibrando. Repito, es el tiempo de las mujeres. Pero ojo con dormirnos. No olvidemos que lo que escribimos no vale por nuestro género, creo que lo que hacemos debe valerse por sí mismo, que lo sostenga su contenido, su compromiso, su valor literario/poético. Pienso que no debemos perder de vista esto, que nuestra lucha sintonice con un compromiso verdadero con la palabra.

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María Casiraghi nació en Buenos Aires en 1977. Es poeta, narradora y periodista. Autora de los siguientes libros de poemas: Escamas del Silencio (2004), Turbanidad (2008), Décima Luna (2011), Loba de Mar (2013), Albanegra, (2015) y Cóndor (2018) todos ellos publicados por Alción Editora. Escribió una antología personal titulada Vaca de Matadero (2017, Ed. Summa, Lima, Perú) y Música griega (Ediciones en danza, Buenos Aires, 2019). En narrativa, es autora del volumen de cuentos Nomadía, (Monte Ávila, Venezuela, 2010), y de la novela Otro dios ha muerto (Alción, 2016). Como periodista, publicó los libros Retratos, Patagonia Sur y Patagonia Sur -Santa Cruz -Argentina (Grupo Abierto de Comunicaciones, 2000).
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Lilia Parisí y Sabrina Usach:"Hay un gesto humano en el acto de compartir poesía que tiene que ver con la valoración de la palabra"

11/15/2020

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Sabrina Usach y Lilia Parisí nacieron en tierras cuyanas, pero no viven en ellas. Sin embargo, no han dejado de habitarlas. Juntas, llevan a cabo el ciclo de lecturas Cordillera, en el ámbito del Área Metropolitana de Buenos Aires, en el que las voces que circundan Los Andes suenan como el viento, como ecos que empuja el desierto hacia los territorios húmedos del Río de La Plata. 

¿Cómo surgió el ciclo? ¿Tuvo algún precedente, algún otro ciclo en el que se inspiraran para promover este proyecto? 
Cordillera surgió en octubre de 2019 a partir de la necesidad de reunir voces de poetas migrantes, tanto nacionales como fuera del país, en una región donde prevalece la participación de poetas de capital o el AMBA. Creemos que el mayor antecedente fue la experiencia personal de gestiones en el ámbito de la cultura relacionadas con la difusión de poesía. El hecho de ser forasteras en territorio bonaerense, sumado a testimonios de diversas personas acerca de lo difícil que es habitar un lugar en el que no se ha nacido, terminó por completar el deseo de crear un espacio donde fuera posible la escucha y la inclusión de escritorxs federales y Latinoamericanos.
 
¿Por qué el ciclo se llama Cordillera? 
Nos pareció que la palabra "cordillera" era lo suficientemente simbólica para nuestra propuesta de llevar adelante un ciclo que funcione como una red dentro y fuera del país, como una columna vertebral y expansiva que recorra el territorio de la poesía a lo largo de Los Andes.
                                                                                               
¿Cuál dirían que es la impronta del ciclo, qué lo diferencia de otros? 
En primer lugar, es un ciclo que no mira hacia Buenos Aires y goza de incluir tanto voces valiosas que se encuentran invisibilizadas, como aquellas que sí resultan familiares por el alcance que han logrado con su trayectoria. En segundo lugar, consideramos que hay un gesto humano en el acto de compartir poesía que tiene que ver con la valoración de la palabra, por eso el vínculo con quienes participan no es solo el momento de la lectura, leemos previamente la obra de quienes invitamos, nos interiorizamos en el trabajo que hacen y les damos razones por las que acercamos la invitación.

¿Cómo surgió el podcast y el ciclo vía Facebook?
Entrar en cuarentena fue un golpe grande porque justo en marzo de este año habíamos cambiado de sede y nos disponíamos a disfrutar de un espacio muy cálido como lo es Casa Florida. Pero como queríamos darle continuidad, le vimos el revés a la tragedia, porque un formato virtual nos abría una puerta hacia un acercamiento con voces que no estuvieran acá, entonces fue el ciclo el que migró, de presencial a podcast, de provincia de Buenos Aires a Mendoza, San Juan, La Rioja, Chile, Uruguay, Perú, Bolivia, Ecuador, México. Comenzamos, entonces, con Cordillera, podcast de poesía latinoamericana, porque el sentido de red también era posible. Fue la oportunidad para terminar de romper las fronteras. Luego, nos pasó que había quedado pendiente la lectura programada de marzo y, viendo que se extendía la situación de aislamiento, decidimos llevarlo a cabo vía streaming por medio de nuestra página de Facebook. Sin querer, creemos, Cordillera va teniendo un modo de vida bastante barroco.

¿Qué ejes dirían que atraviesan los podcast? Porque tienen una impronta muy particular, y son en sí mismos, obras acabadas
Quien lo escucha no se encuentra con dos conductoras de un programa de radio. La prioridad es la poesía y la música, la oralidad, el intercambio cultural. Pensamos los podcast como un hecho cultural, como un producto estético y con un concepto artístico. En este sentido, cada podcast tiene una identidad propia, en cada uno homenajeamos a un cerro o volcán pertenecientes a la Cordillera de los Andes, mediante una breve descripción en los primeros minutos, ya que el resto del tiempo es exclusivo para la poesía y la música.

¿A quiénes invitaron a participar y en relación a qué temáticas?
En el primer podcast, homenajeamos al cerro Apun Qhawa que es el nombre de Aconcagua, que en runasimi o “quechua” significa “la montaña sagrada nos mira”. En el segundo podcast homenajeamos al Cerro Mercedario, ubicado en territorio sanjuanino. En esa oportunidad tuvimos la hermosa participación de Eugenia Segura. En el tercero, homenajeamos al cerro Famatina, nos acompañó la poeta Lucía Carmona de Chilecito, junto a la música de Fabricio Pérez de San Juan; y en el cuarto, homenajeamos al volcán Cotopaxi con la participación de Carla Montoya e Inés Eguaburo de la Colectiva INDIE LEE de San Juan. El quinto podcast está en proceso de edición y próximo a publicarse. Allí encontrarán una enorme sorpresa con participación cuyana y feminista.  Por supuesto que todas estas voces locales dialogan con la poesía de otros países y el tono que se logra en el conjunto de recitaciones es hermoso.

¿En qué lugares les gustaría que Cordillera se hiciera presente y por qué?
Los podcast están circulando muchísimo porque el trabajo de edición y curaduría es serio, nos comprometemos en darle el espacio que se merecen tanto poetas como músicxs; esto hace que el audio como un todo sea una obra de arte, una antología oral donde confluyen diversas estéticas en un universo común. Al tener buena recepción, se comparten de manera masiva tanto por Youtube como por Spotify; a esto se suma lo bien que funciona como red. Les artistas que participan lo difunden en sus regiones y eso es muy valioso, porque lo que importa acá es la presencia de esas voces poéticas y su escucha. En este sentido, creemos que los podcast están donde deben estar, en la comunidad que le interesa la poesía y la diversidad. En muchos casos se han usado como material educativo o como parte de programas de radio, como lo es el caso del programa radial Restos Diurnos, que transmite desde la emisora UTN de Córdoba, que tuvo el amoroso gesto de difundirlos.

¿Qué proyectos tienen en relación a Cordillera?
Tuvimos varias ideas, desde seminarios de lectura de poesía hasta un proyecto editorial. Estaremos atentas a los designios que nos indiquen cuándo serán los momentos indicados, no tenemos apuro y todo puede fluctuar.
 
¿Cómo ven la movida de los ciclos de lectura en Buenos Aires? ¿Qué les sobra y qué les falta? 
Siempre ha habido espacios de escucha e interés verdaderos y espacios que no. No podríamos juzgar más que ser conscientes de que compartir la oralidad de la poesía implica mucho respeto y amorosidad. Ojalá nosotras orbitemos así en estos espacios, para que no sean un hervidero de oportunismos individuales.  
 
¿Qué les parece que sucede con propuestas similares en el resto del país? 
En estos meses de encierro, muchas gestiones culturales han tenido mayor visibilidad en las redes sociales. Son muy interesantes los proyectos de difusión en formato audiovisual de poetas de la Patagonia, de Bahía Blanca, de Santa Fe. O colectivxs, como ustedes, o la INDIE LEE de San Juan, que hacen un gran trabajo no solo de difusión sino que están en diálogo con el quehacer de los demás proyectos. En este sentido, es importante el nexo que se puede establecer entre ciclos, revistas, podcast. Las editoriales independientes cumplen un rol muy importante en este aspecto porque son quienes sostienen las publicaciones de autores indispensables de distintas provincias.
 
¿Y sus proyectos personales? 
Las dos tenemos nuestros próximos libros en proyectos de edición. Por otro lado, ambas estamos en una etapa de producción y análisis literarios, es un momento de hacer muy profundo y trabajoso, pero se disfruta y entusiasma.

Para ver y escuchar:
www.youtube.com/channel/UCuobGSuRZnMScgtZtrZxxZQ
www.youtube.com/watch?v=iT27G9oYrHE&t=130s
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Aixa Rava: "Para escribir hay que escucharse primero, leer mucho y respetar que hay tiempos que no se pueden controlar, que tienen sus propios ritmos"

10/17/2020

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Foto: Adolfo Rozenfeld

Aixa Rava nació en el extremo austral del país, y esa tal vez sea una marca indeleble, el sonido del viento, que no deja de filtrarse en su manera de escribir. Publicó tres poemarios, trabaja como correctora y profesora. Dirige la editorial Tanta Ceniza y nos contesta algunas preguntas desde Neuquén, donde reside en la actualidad:

¿Cómo transcurrió este tiempo de cuarentena para vos? ¿Pudiste escribir?

Es un tiempo muy extraño este, convulsivo, inquietante, de enorme tristeza para quienes están perdiendo familiares, amigxs, para quienes están viviendo en la más absoluta precariedad, para quienes trabajan sin horarios para atender a lxs enfermxs, ni hablar de la gente que pierde la vida… Con semejante contexto, pienso que todo lo que pueda decir sobre mi cómoda y privilegiada existencia es completamente nimio, y sin embargo, bastantes malestares me ha producido toda esta situación, como a la mayoría, ¿no? Puntualmente, la sobreexigencia laboral, el aprendizaje y la adopción de nuevas herramientas de trabajo, las horas (casi todas las del día) frente a la pantalla, el encierro, cuestiones familiares varias… todo ha conspirado para que la escritura, el sueño, la concentración y la motivación me fueran esquivos. No estoy pudiendo escribir, apenas hice unos intentos de entrada de diario y vanas incursiones en el haiku, más con propósitos lúdicos que poéticos. Sí he leído, a un ritmo más lento y con mucha disposición para la distracción, pero he podido leer algo.

Hay quienes dicen que la atmósfera condiciona a les poetas, ¿vos dirías que el paisaje ha condicionado tu escritura? Este tiempo de encierro, ¿ha condicionado tu escritura o la forma en la que percibís el trabajo de la escritura?

No sé si usaría la palabra “condición”, más bien diría que ciertos paisajes, tanto interiores como exteriores (y me refiero a paisaje en sentido amplio, no al lugar nada más, sino también a la gente que lo habita, que lo hace), me han dispuesto a ciertas aptitudes contemplativas y han configurado conductas muy introvertidas y de mayor o menor grado de ostracismo que me han llevado a elegir durante años los libros antes que a las personas, la lectura y la escritura en solitario antes que actividades más sociales. Durante la adolescencia viví un excesivo (y angustioso) ensimismamiento, porque realmente me costaba mucho hablar y estar con gente. Con los años (y la ayuda de diversas terapias) ese ensimismamiento se volvió un aislamiento aceptado y elegido, es decir, acepté que paso por ciclos de buena relación con el mundo y por ciclos de no tan buena relación con el mundo. La lectura y la escritura fueron siempre mi refugio (las charlas con mi madre y con mi hermana, y lx terapeuta de turno, mis salvavidas) y tuve la suerte de que se convirtieran en los pilares de mi trabajo, tuve la suerte también de trabajar durante años como freelancer, desde la comodidad de mi hogar (actualmente, parte de mi jornada laboral sigo haciéndola en casa) y comunicándome casi estrictamente por mail, quizás por eso el encierro se me ha hecho más llevadero. Lo difícil en este tiempo no ha sido estar entre cuatro paredes, sino percibir con mayor intensidad, con total certeza la fragilidad de la vida, y esa incertidumbre constante… y la prácticamente nula posibilidad de movimiento, no poder estar con la gente que quiero, no poder hacer cosas que disfruto en el paisaje exterior: caminar, correr, ir a la montaña, viajar. De hecho, hacía años que no pasaba tanto tiempo en un mismo lugar, en una misma casa; yo siempre me estoy moviendo, con los libros y la compu a cuestas.

Tu último libro Los sitios de mi cuerpo habla sobre esa combinación de paisaje exterior con paisaje interior ¿Dirías que fue una búsqueda, que surgió a partir de tus otros libros? ¿Hay algo de las propias obsesiones que se va gestando poemario tras poemario?
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Creo que hay temas que se repiten, como bien decís, que se transforman en obsesión. Los míos, ya desde el primer libro, tienen que ver con el ser y el estar en un lugar, o en varios, con el movimiento, el viaje, y con los vínculos y la relación con el propio cuerpo. En Los sitios de mi cuerpo hay una profundización de algunos de estos temas y una toma de posición, podría decir, política sobre ellos: estar en el cuerpo y ser un cuerpo, y cómo cambia ese cuerpo a lo largo de los años, y cómo inciden también en él otros cuerpos, cómo se construyen con y desde el cuerpo las relaciones amicales, familiares, amorosas. El paisaje interior se conecta con el exterior a través del cuerpo. ¿Cómo es ese encuentro?, ¿cómo recibo y cómo me recibe el cuerpo otro?, ¿en qué parte del cuerpo se alojan las diferentes experiencias?, ¿dónde duelen?, ¿dónde son placenteras? Hay un registro, por momentos más visceral, carnal —una respuesta caníbal—, por momentos más metafórico y hasta romantizado. Todo pasa por y en el cuerpo aunque el dualismo psicofísico, la razón iluminista y la religión cristiana, entre otras, nos hayan legado esa denostación de lo corpóreo, porque es lo bajo, lo más cercano a la tierra, porque ahí todos son fluidos y mecanismos que casi pareciera que funcionan por sí mismos. Ese registro del cuerpo guía la escritura de estos poemas, un registro en ocasiones huidizo, acallado, pero siempre latente. Al cuerpo hay que aprender a escucharlo; yo le perdí el rastro muchas veces y tuve que volver a buscarlo. Afortunadamente tuve ayuda en esa búsqueda: por eso la dedicatoria.

¿Barda tiene el paisaje de la infancia o más bien, el paisaje del pasado?

Sí, en Barda hay textos sumamente evocativos, algunos más nostálgicos, otros melancólicos; mi poesía en general no es un canto a la alegría, soy una persona nostálgica y me es inevitable ese tamiz, incluso cuando no escribo sobre hechos autorreferenciales. Pero Barda es el libro del recogimiento, hay una voz adulta que recoge la voz de una infancia y una adolescencia, que va tras esos pasos, pasos que recorrieron diferentes geografías, pasos que además buscan o siguen otros pasos, porque hay una presencia que se evoca (y se invoca) más de una vez, la de Tatung. Todos los poemas, anclados en su mayoría en el pasado, recolectan escenas familiares indoors y outdoors, la infancia es añorada, es recordada con cariño, aunque no hayan faltado los temores, la soledad, la confusión, los celos, esas cosas tan humanas.

 ¿Qué paisaje dirías que predomina en La luz no se corta como el papel?

Diría que predomina un paisaje interior, inexacto, una trama de reflexiones sobre el paso del tiempo y las elecciones, sobre los finales, los cambios, las cosas que pasan y las que no, las que esperamos que pasen, pero no tienen lugar. Hay algo de paisaje urbano, pero también de otros paisajes (bosque, campo, chacra), en los que se fue feliz o en los que se tuvo o se vivió algo que ya no está. La casa es un lugar que reaparece. Ese es un libro muy asertivo, con muchas sentencias; incluso hay poemas cuyos versos finales son sentenciosos. Para mí es un libro con tanta luz como oscuridad; no hay un equilibrio entre ellas, están más bien polarizadas. Es un libro de duelo también, se publicó el año que me separé, pero venía duelando hacía tiempo; por eso esas sentencias, creo… Fue un tiempo de corte con todo aquello en lo que ya no creía, todo aquello que ya no podía sostener, que no quería que siguiera siendo parte de mi vida… “hace mucho que no corto papel / hace mucho que no corto nada”, dicen los versos finales de un poema que surgió a partir de la experiencia del Caminhando, de Lygia Clark en el taller de Cecilia Perna; cortando papel me di cuenta de que lo que tenía que cortar era otra cosa.

¿Qué paisaje esperás que tenga el próximo libro (si es que ya pensaste en lo próximo)?

Esa es una pregunta que, lamentablemente, no puedo responder ahora, porque no tengo la menor idea de cómo será el próximo libro. Estoy escribiendo de manera muy fragmentaria y son varios los temas que me están rondando pero no logro ordenarme; siento que algo se está macerando adentro, pero no encontré todavía la punta de ninguno de los ovillos, así que no puedo adelantar nada. Lo que sí sé es que la forma será otra, quizás una prosa lírica, quizás unos versos más breves, otros más largos, una mezcla. Por ahora es un laberinto, ya veré, espero…

¿Cómo surgió Tanta Ceniza? ¿Cuál fue la necesidad que percibiste en vos y dentro del mercado editorial?

Tanta Ceniza es la concreción de un deseo que reúne necesidades varias, personales todas, aunque el proyecto haya aunado (y siga aunando) tiempo, trabajo y dedicación de muchas personas. De chica me gustaba estar entre los libros, leía compulsivamente, era socia de la biblioteca del barrio, pasaba los recreos en la biblioteca del colegio, escribía. Estudié Letras con la esperanza de trabajar con libros: escribirlos, hacerlos, ordenarlos, venderlos, lo que fuera. Quería trabajar en una editorial y me contacté con varias apenas me recibí, sin éxito, porque no tenía nada que ofrecer en ese momento, solo entusiasmo. La idea siguió latente, mientras daba clases y corregía textos, pensaba: “algún día, quizás cuando tenga 40-50, voy a tener mi propia editorial”. Ciertas circunstancias de la vida me llevaron a darme cuenta de que no había necesidad de postergar tanto y tomé, con mucho miedo e incertidumbre, algunas decisiones que cambiaron el rumbo de mi vida personal y laboral: volví a Neuquén (vivía en Buenos Aires), dejé las agencias de traducción para las que trabajaba como correctora freelance hacía más de 9 años, retomé la docencia y elegí mantener algunos trabajos fijos (muy específicos) de corrección editorial. Entonces me hice el tiempo para estudiar edición, hacer cursos, talleres, investigar. Rescaté mi antiguo deseo, me conecté con las cosas que siempre había disfrutado: la lectura, la poesía, el dibujo, y con las preocupaciones y preguntas que hacía tiempo me inquietaban: ¿qué puedo hacer para cambiar ciertas imposiciones socioculturales con las que, como mujer, no me siento a gusto?, ¿qué puedo aportar desde lo que sé y desde quien soy a ese cambio?, ¿y si propongo, genero una comunidad de pertenencia que también tenga esta búsqueda? Editoriales de poesía hay muchas, y de poesía ilustrada también, pero yo quería dar albergue a muchas voces diferentes, a muchas manos, miradas, experiencias, y que esa pluralidad también llegara a muchas otras. Con el andar junto a mis compañeras de trabajo (a las que les debo tanto: Janice Winkler, Aixa Sacco, Natalia Forés, Zara Benaventos y Natalia Pennisi), me di cuenta de que nuestros ritmos a veces no coincidían, y que esos ritmos tampoco podían adecuarse a los del mercado; ese fue y sigue siendo un aprendizaje, sobre todo en este último tiempo: el mundo en el que vivimos, los trabajos que tenemos están constantemente empujándonos al abismo; todo es para ayer y hay que correr y llegar antes. Yo no quiero llegar antes a ningún lado, es más, siempre llegué tarde a todo aunque corrí igual, ¿voy a seguir corriendo justo cuando estoy haciendo lo que siempre quise, lo que quiero disfrutar? Respetar nuestros tiempos, hacer al compás del propio ritmo y no del de las ventas, del calendario, es respetarnos, aunque eso implique alguna pérdida monetaria o que algunas cosas se retrasen. Demorarnos en lo que nos hace bien, es lo que hacía de chica cuando leía: me demoraba en ese otro mundo que me proponían los libros, suspendía, al menos por un rato, todo el sinsentido de este, y retornaba siempre con alguna respuesta que estaba necesitando.

¿Cuál dirías que es la impronta editorial del sello?

El acaecimiento. Cada nuevo libro es un suceso, un encuentro, una coincidencia. De hecho, si bien el proyecto tiene sus cimientos en el deseo y la preparación de los que hablé en la respuesta anterior, el primer libro que publicamos surgió de una hermosa concatenación de encuentros que se fueron dando. Los libros que hacemos son ilustrados, entonces ocurren cosas como que las palabras de la autora se encuentran con los ojos y las manos de la ilustradora y ahí sucede algo; cuando la ilustradora nos muestra los dibujos, la autora ve que sus palabras guardaban formas, colores o, más aún, que tenían la potencia para suscitarlas y hay nuevas palabras y nuevas confluencias, y siempre es ocasión de magia. La búsqueda que mueve al sello es una búsqueda estética y sensible. Como buenas brujas, queremos que cada libro lance una especie de hechizo a todos los sentidos, que despierte emociones, que quien vea/tome un libro de Tanta Ceniza, no pueda dejar de mirarlo, de tocarlo, de leerlo, y que al leerlo, se enamore, se conmueva, incluso se indigne, se desespere, se evada, se pierda y se encuentre.

 ¿Cuántas colecciones tiene y qué diferencia una de otra?

Por el momento tenemos dos colecciones y lo que las diferencia es el público al que se dirigen. La colección Piel de las arenas recoge la voz de escritoras argentinas y latinoamericanas (y de otras latitudes muy pronto) para lectorxs jóvenes y adultxs. La colección Maras en la barda está dirigida a las infancias (aunque cuenta con gran cantidad de lectorxs adultxs), y quienes escriben e ilustran en ella, incluso quienes participan en la realización de los cortos animados que hacemos a partir de los libros de la colección, son personas de todas las edades; en diciembre sale un libro de poemas de un jovencísimo escritor de 7 años. Por si quienes están leyendo quieren conocer los libros, dejó el enlace a nuestra web: tantacenizaeditora.com.ar/#!/-inicio-2/

Hay un trabajo conjunto entre varias mujeres dentro de la editorial ¿Dirías que es un sello feminista? ¿Tenés pensado que también Tanta Ceniza edite a hombres?

Sí, es un sello feminista, no solo porque el trabajo surge y se desarrolla en una comunidad de mujeres, sino porque buscamos generar espacios de creación y vinculación que se liberen de la perspectiva androcentrista que hace siglos nos somete, y ese “nos” no hace referencia a las mujeres nada más, porque considero que tanto a hombres como a mujeres nos oprime el machismo, aunque son más feroces las violencias ejercidas sobre las mujeres. Esta búsqueda no deja de ser una trampa, lo sabemos, porque priorizar la voz y el hacer de las mujeres, así como de otras corporalidades y comunidades históricamente invisibilizadas y excluidas, es seguir girando la rueda que reproduce las mismas lógicas de invisibilización y exclusión de la visión androcentrista, y sin embargo, por algo hay que empezar, esto es, en lo que a nuestro hacer editorial se refiere: construir catálogos donde haya más mujeres y corporalidades otras que hombres hetero cis con su larga lista de privilegios y años de ocupación y dominación de todos los espacios. Cuando publiqué mi primer libro en el año 2014, yo era la segunda mujer publicada de la editorial que tenía todavía un catálogo muy pequeño, pero con mayor cantidad de hombres. Recorriendo otros catálogos, vi que la historia se repetía, amén de que además la mayoría de las editoriales eran gestionadas por hombres. Disclaimer: esto lo cuento para establecer el estado de una cuestión histórica; no estoy demonizando los proyectos editoriales de hombres hetero cis, ni mucho menos a aquellos sellos que me editaron que —vaya, qué coincidencia— son de editores, a los que respeto, aprecio y agradezco, sino que pretendo mostrar que hay una cuestión de ocupación de espacios ineludible y que me llevó a preguntarme: ¿qué pasa, las mujeres no escriben?, ¿las mujeres no están interesadas en publicar, en editar? Sí, claro que sí, pero hay una extensa y profunda trama de construcción de roles, de imposición de espacios de acción y no acción, de limitaciones y privaciones que hacen que muchas mujeres no puedan escribir, no puedan elegir escribir —que ni siquiera sepan que pueden plantearse elegir—, no tengan “un cuarto propio”, incluso, y más preocupante aún, que no sepan leer ni escribir. Para no extenderme más, la respuesta precisa a la segunda pregunta es no, no lo tengo pensado porque no va a pasar: Tanta Ceniza no va a publicar hombres hetero cis, sobran editoriales que los publiquen, no necesitan una más.

¿Cómo ves la producción literaria de mujeres en la Patagonia? La Colectiva de Escritoras Patagónicas viene haciendo un trabajo de difusión notable, ¿no?

Vasta, diversa y en crecimiento constante, lo que es motivo de gran felicidad e indicativo de que la lucha por abrir caminos no ha sido en vano. Afortunadamente, o debería decir mejor: gracias a que seguimos la lucha de las que nos precedieron, son cada vez más las mujeres que escriben y editan. La Colectiva de Escritoras Patagónicas nuclea a quienes escribimos —y a quienes leen, dan de leer y trabajan con libros— desde Patagonia y, como ya contamos otras veces, esto que terminó materializándose en un canal de difusión de la poesía de todas (Algún poema tiene que haber: https://www.youtube.com/channel/UCZ7UuCvltvHRasTFWoxz7Hg) y acciones diversas relacionadas con el hacer poético y el estar en este mundo, empezó como un darnos de leer para acompañarnos, para sanarnos, para ganarle al tiempo, los dolores y las tristezas. Notables, para mí, son cada una de las escritoras que forman parte de la Colectiva, insto a todxs a leerlas, y notorio es lo necesario y lo benévolo de estos encuentros, de este patchwork de voces, gestos y abrazos, de estas construcciones colectivas.

¿Creés que existe un momento coyuntural para la difusión del trabajo literario de mujeres o todavía sigue siendo una lucha ganar espacios a nivel local y nacional?

Sí, claro, las dos cosas: es un momento coyuntural y sigue siendo necesaria la lucha, o de otro modo: porque es un momento coyuntural es necesaria la lucha, a nivel local, nacional mundial… por eso la editorial, por eso la Colectiva, por eso la importancia y la necesidad de difundir, de mostrar el trabajo literario de mis compañeras, gracias a las que, además, aprendo a escribir, a escucharme, a viajar de la una que yo era a la otra que voy a ser, parafraseando a Macky (Corbalán).

¿Hay una centralidad desde Buenos Aires, en relación con la visibilización de la producción literaria que todavía no hemos podido mover, desde el interior, o creés que hay otros centros de difusión que han crecido en los últimos años?

Y… sí, hay una centralidad en Buenos Aires con respecto al resto del país para todo, no solo la producción literaria, pero creo que este tiempo en el que todo se volcó/todxs nos volcamos obligadamente a la virtualidad nos está mostrando que esa centralidad puede dejar de ser tal, que ha sido así históricamente y se ha sostenido, pero que no tiene que ser así necesariamente, porque producción literaria, y todo lo que se relaciona con ella: ferias de libros, ferias de editoriales, ciclos y recitales de poesía, etc., hay en todos lados y muy buena, solo que seguimos mirando todxs a Buenos Aires como un faro y como un horizonte de expectativa, en lugar de poner la mirada en nuestros lugares y en lxs que tenemos cerca, lxs que están con nosotrxs. Y es algo que experimenté desde que volví a Neuquén —yo pensaba que al volver iba a perder todo contacto con el hacer literario, y pasó todo lo contrario, me encontré con poéticas exquisitas, diversas y con poetas enormes que estaban haciendo y creando todo el tiempo— y mucho más en estos últimos meses, la cantidad de lecturas, festivales, ciclos, encuentros que presencié y en los que participé durante esta cuarentena fue enorme y algunos tuvieron base en Buenos Aires y otros no.

En algunas entrevistas has dicho que escribiste siempre, pero que fue luego de la universidad que pudiste mostrar tus poemas. ¿Qué les recomendarías a las mujeres que pasan por el mismo bloqueo? ¿Cuál es el camino que debería seguirse si una está decidida a ser escritora?

Desde mi humilde y pequeña experiencia, les recomendaría que respeten sus tiempos, que se escuchen y no se castiguen o exijan entrar en ritmos que no les sean propios, algo que es muy fácil que suceda porque el mundo en que vivimos está armado para caer en la aceleración cotidiana funcional al sistema, en las búsquedas impuestas por el mercado, por el mérito, por ese score constante y esa checklist con los que hay que cumplir: comer sano, cuidarse, mantenerse fuerte, hermosa y productiva, ser mejor madre, mejor compañera, mejor amiga, mejor profesional, escribir mejor, publicar mucho, tener vida social y además de todo eso, mostrarlo en las redes de manera creativa, ingeniosa, bella. Nada de esto tiene que ver con la escritura, mucho menos tiene que ver con una vida realmente satisfactoria. Para escribir hay que escucharse primero, leer mucho y respetar que hay tiempos que no se pueden controlar, que tienen sus propios ritmos. A mí me sirve anotar todo, en mis libretas, en un block de notas en la compu, en las notas del celular, voy recolectando pensamientos, frases que leo, preguntas, todo puede ser germen de escritura y un día me siento y escribo un texto, muchos días no y me perdono esos días ahora; antes me los recriminaba, me exigía escribir. A mí se me da así, no soy una escritora prolífica ni ordenada, no escribo todos los días. Como decía en una respuesta anterior, soy cíclica, y a diario intento respetarme esos ciclos. 

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Flor Defelippe y Verónica Pérez Arango: "La palabra nunca alcanza y siempre estamos buscándola"

8/28/2020

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fotos: Natalia Leiderman

Dos poetas que casi no se conocen, pero intuyen un lugar común, fuera de la ciudad, una especie de reclusión bucólica para la poesía. Vicente López es la locación elegida; la Quinta Trabucco, el marco; Flor Defelippe y Verónica Pérez Arango, las encargadas de dar vida al ciclo El bosque sutil. Así nació este proyecto que ya lleva algunos años de vida y que une el espacio, la naturaleza que se mezquina en la ciudad, con la palabra poética.
 
El ciclo de lecturas surgió con mucha espontaneidad, a partir de conversaciones en las que Flor y Verónica descubrieron que había una necesidad de un proyecto como El bosque por fuera de la capital. En Vicente López no había ningún ciclo similar y, desde el principio, contaron con el apoyo de la municipalidad, que les cedió el espacio –el espacio que fue el pilar de la propuesta–, la Quinta Trabucco. La idea era que la naturaleza estuviera, de algún modo, vinculada a la palabra. En este sentido –nos cuentan–  el objetivo es vincular las ediciones con las estaciones del año. El ciclo se realiza cada tres meses y eso coincide con el cambio de las estaciones. La idea es que cada poeta invitade, lea un texto vinculado con la naturaleza o con la estación del año correspondiente.
 
El nombre del ciclo, por otra parte, surgió de sus lecturas: autores como Marosa Di Giorgio, Rubén Darío o Idea Vilariño; de ese espíritu, de esos versos que sobrevuelan el ambiente de El bosque, algo en esas poéticas, fue el puntapié inicial.
 
Asimismo, la característica del ciclo es la diversidad. Les poetas invitades son de diferentes generaciones y trayectorias, van alternando el orden de las presentaciones, y no necesariamente cierra la lectura le poeta de prestigio. La curaduría, además, está pensada en función de lecturas previas; invitan a poetas que han leído y así, tratan de que haya multiplicidad de voces y estéticas. Diana Bellesi, Gabi De Cicco son algunos nombres que han pasado por el ciclo.
 
El proyecto, además, tiene una muy buena convocatoria y eso es raro –nos comentan– porque no está en capital, donde las convocatorias suelen ser algo así como multitudinarias (si pensamos que el género por excelencia, en la oralidad, es la poesía). Y no es el único ciclo por fuera. Nos señalan otros ciclos en provincia que tienen grandes convocatorias: Crudo, de Giselle Aronson; Santería, de Damián Lamanna Guiñazú; El Ciclo de Poesía en Bella Vista, de Valeria Pariso; los ciclos de Rubén Guerrero o de Mauro Quesada.
 
No pudimos obviar la pregunta por estos tiempos de encierro, y cómo eso impactó en la dinámica de trabajo de El bosque. En lo que respecta al confinamiento, ambas sienten que el espíritu de la propuesta pierde sentido en la virtualidad. Pero, de algún modo, las lecturas que han compartido en las redes durante este periodo logran reacomodar el ciclo, a modo de antología de textos (poetas como Ezequiel Zaidenwerg, Robin Myers o Mercedes Roffé participaron). Sin embargo –según Flor–, “hay algo del encuentro, de seguir difundiendo”, que se preservó en la virtualidad y que, probablemente continúe luego de la cuarentena. En ese sentido, los ciclos virtuales fueron más inclusivos, porque se pudieron escuchar otras voces. Lo mismo ocurrió con los talleres literarios, la demanda creció, y ellas lo saben porque ambas dictan talleres de lectura y escritura.
 
Verónica nos cuenta que sintió la sensación de una prisión, durante la cuarentena, que la cotidianidad la abrumaba, y que era un tiempo desértico para la escritura. Flor agrega que hubo algo en el ambiente de esa necesidad de estar produciendo, porque “se supone que tenés más tiempo”. No obstante, aclaró que estaba escribiendo bastante, gracias a la maestría que está cursando.
 
Dialogamos también sobre otros ciclos de lectura: “Vemos que muchas veces (los ciclos) necesitan de la música, como si la palabra no alcanzara, como si se necesitaran teloneros de la palabra, y es que la palabra nunca alcanza y siempre estamos buscándola”, reflexiona Flor.

​En relación con la federalización de la difusión de producciones, creen en la descentralización, pero que debería haber políticas que cooperen en este sentido. La mirada del Fondo Nacional de las Artes (FNA) ha cristalizado esta situación, también, en lo que concierne a los géneros. Verónica cuenta que al firmar la carta colectiva de poetas al Ministerio de Cultura, ante las disposiciones de este año en los concursos del FNA, lo tuvo que hacer dos veces: porque firmó como escritora y docente, como si ser poeta no fuera ser escritora. Flor cree, sin embargo, que el acierto del Fondo estuvo en la propuesta, esta vez, federal.
 
Ambas tienen una mirada más amplia en relación con el trabajo poético de la región: “Sabemos que en Chile hay una cultura literaria muy fuerte; Uruguay, en cambio, parece más aislado. En ese sentido, no se abre igual a la región, aunque parece tener la mirada puesta en Buenos Aires. El Festival de San José es un ejemplo del encuentro de poetas y la calidad de los poetas de Uruguay”, comenta Flor.
 
Les preguntamos por el trabajo de las mujeres y disidencias y cuánto de eso se difunde, se consume, se legitima. Ambas sienten que se están abriendo espacios, aunque Verónica afirma que ella “siendo blanca, hétero y con la posibilidad de haber estudiado” no debería hablar por las disidencias. “Hay un montón de subjetividades que siguen invisibilizadas. Un ejemplo es Camila Sosa Villada, que fue editada por Tusquets, pero ¿cuántas más hay?” Flor dice que quizá haya mayor visibilización en capital y en las capitales de provincia, pero habría que ver qué pasa en el resto del país.
 
Ambas entienden que no hay un solo feminismo. “Ganamos un montón de lugares y hay cosas que están funcionando mejor, pero te das cuenta de que todavía falta mucho”, aporta Verónica, aunque insiste que no puede opinar desde su condición. Flor entiende que no hay feminismo sin disidencias, que eso genera tensión y los feminismos que excluyen a las disidencias son una bisagra, una alarma. “Si queremos construir y ocupar otros espacios, es un punto a seguir trabajando y discutiendo. Nosotres como trabajadores de la palabra tenemos un rol muy importante y hay que tener conciencia de ese lugar”.
 
En el ciclo, además, la política es que nadie que se oponga al feminismo puede estar invitade. Así cuentan que cuando se estaba dando el debate por la IVE, alguien del público dijo algo de los pañuelos verdes en escena, y ellas hablaron con esa persona y le explicaron su postura. La fecha de marzo, por ejemplo –fue la fecha de verano–, y en ella la mirada estuvo puesta en mujeres y disidencias. Se dio, además, en la semana de la mujer, organizada por la municipalidad de Vicente López, y la impronta era que los eventos estuvieran organizados por mujeres y disidencias.
 
El bosque sutil no descansa, espera llegar a otras regiones, provincias. Buscará extender sus fronteras un poco más. “La inmensidad está en nosotros. Está adherida a una especie de expansión de ser que la vida reprime, que la prudencia detiene”, dice Gastón Bachelard. “Vivir, vivir verdaderamente una imagen poética, es conocer, en una de sus pequeñas fibras, un devenir del ser que es una conciencia de la turbación del ser. El ser es aquí tan sumamente sensible que una palabra lo agita”. El bosque sutil es prueba de que no hay límites para ese espacio poético; que en relación con la naturaleza  y con otres, construye.  

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Flor López: "La poesía siempre atraviesa todo y salva"

8/25/2020

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foto: Dani Brollo (Gatite, en primera plana)

Flor López es poeta, dicta talleres y es docente universitaria. A partir de ahí y con eso –nada más ni nada menos– pensó en cómo se hace para enseñar y aprender a escribir poesía, en una ciudad como Córdoba, con su historia académica, con la musicalidad que el género requiere, con la intención de abrir otros espacios y tender puentes hacia quienes no encontraban la vía para expresar y expresarse. Así creo la escuela de poesía El brote.  En una charla pandémica le ofrecimos nuestras dudas para conocerle más y mejor.

Flor López nació en Villa Mercedes, San Luis, pero actualmente vive en Córdoba. Allí se fue a estudiar Comunicación Social. Eligió el lugar un poco con ayuda de su mamá y otro poco, de una amiga que vivía allá. Aunque la inquietud y el desapego de los lugares (Flor también vivió en Brasil y EEUU) son su marca distintiva, se quedó en Córdoba desde hace un tiempo, porque la vida también es eso, quedarse. Hoy, sus días laborales combinan las clases de Antropología Social en la carrera de Cine en la Facultad de Artes de la Universidad de Córdoba, con las clases en la escuela de poesía. 

¿Cómo nació El brote?
Durante siete u ocho años, di talleres de poesía en mi casa, en centros culturales y en la universidad. Las palabras y las cosas, por ejemplo, fue un proyecto (anual y semanal) con el que viajábamos dando clases. Cerrábamos con una fiesta y artistas invitades. Después vino un tiempo de enemistad con lo literario. Empecé a estudiar una maestría y empecé a extrañar la escritura. Luego volví a dar talleres en 2017. La escuela se dio progresivamente; fue creada como un lugar a donde quiero ir. Un lugar que no existe. En contra de lo que le pasó a otros ámbitos, la crisis del macrismo y la explosión de los feminismos colaboró para que se gestara este espacio de encuentro y de compañeres. La poesía siempre atraviesa todo y salva, y es imposible desconocer el contexto porque eso le dio impulso al proyecto. Me encontré con gente copada, con gente que tuve que echar, y gente que tenía ideología diferente y resistió y se transformó. Nos transformamos mutuamente. Al principio tenía miedo a las edades cercanas, después se me pasó. La escuela no da todavía laburo, pero es el sueño. 

Hay algo en el sueño de vivir materialmente de la poesía, porque ya todes les que la elegimos, vivimos de ella en otros planos, y en Flor se nota, porque nada escapa a su relación con ella.

¿Cuál fue un texto que leíste y fue iniciático en tu escritura?
"Escribir es una forma de vida", es una frase de Almodóvar: quiero ser lo más parecida a mí misma, me doy cuenta de que cuando pasa algo con mi vida, tiene que ver la poesía. He sentido la plenitud con la poesía, he sentido que nunca une se va a agotar. Por supuesto, que hay momentos en los que no sale nada.

Por decir algunos nombres de textos iniciáticos podrían ser Robin Myers, Diana Bellesi, Marianne Moore, etc. 

¿Cómo se ha dado la producción de tus libros?
Hay mucho en la producción que son cosas del orden del pliegue. No es lineal. Son distintos pliegues que van cambiando el modo. Con el primer libro apareció la idea de juntar todos los poemas, ver qué había. Fue un proceso de construcción identitario. Lo escribí para mí, pero en tercera persona, habla de la ciudad y está ilustrado.

La publicación de Contorsión (2017) surgió cuando Alejo Carbonell me invitó a una lectura y a las dos semanas me pidió el libro. Era una oportunidad que no podía perder. Fue raro ese proceso. Junté lo que tenía. No significaba más que un montón de poemas. Después apareció Pulseaditas que tiene una gran distancia con el libro anterior, acá la infancia está con tono celebratorio (fue editado por La mariposa y la iguana, en 2019).

Ahora estoy en un proyecto que se llama Los colores del río, es un libro experimental que se piensa en portugués, se escribe en español y tiene traducción en portugués. Me interesa la búsqueda por el sonido del lenguaje. En la escuela se enseña mucho de sonido, oído poético, como el musical. La potencia de la oralidad, el sonido más que el contenido, sin dejarlo de lado. 

El slam ha rescatado un poco eso de la poesía, aunque no es igual
No necesariamente es como el slam (Flor recuerda que cuando estuvo en Brasil, conoció a un grupo de mujeres lesbianas y negras que hacían militancia desde el slam. Ellas lograron repoblar una zona intransitable por la movida de los eventos). Esto no es la música de la poesía. Es más estructurado.

Flor tuvo un encuentro con Diana Bellessi, motivado por esta necesidad de hablar con alguien más grande y que supiera sobre musicalidad. –La reconocí– dice.
 
¿Cómo te das cuenta de que terminaste un poema?
No tengo idea. Nunca se termina, hay un momento en el que digo "me gusta así", pero siempre puede cambiarse. Funciona. Para mí, mi último poema siempre es el mejor.

¿Te acordás de tu primer texto?
No, obvio que no. No sé cuál fue el primero. Me acuerdo de mi primer libro a los 16 años, era para una chica de la que me había enamorado. Confesiones de una pasión cancelada se llamaba. Era una historia contada en poemas. Ese libro tenía dos desafíos o dos finales, uno feliz y otro que no. Escribí también Andrea (2007), que era un cuento largo, y después vino Poemas para ser leídos sin camiseta. Valían 10 pesos. 
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​Marina Cavalletti: “Soy una máquina de mirar. Y de escuchar. Y sentir”

8/5/2020

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Marina Cavalletti es una incansable de la gestión cultural: poeta, sí, pero también cantante, ha trabajado como editora, es docente y periodista. Amante de Avellaneda, pero una federal que ha caminado el país en el afán de conocer y reunir diferentes voces de la cultura. Organiza el ciclo y conduce el programa de radio de El Brote Poético.
 
Nosotras te presentaríamos como poeta, gestora cultural, periodista, pero vos te definís más como cantante ¿Qué lugar ocupa, entonces, la música en tu vida y desde cuándo?
La música ocupa un lugar fundamental en mi vida. Empecé a estudiar en el Instituto Municipal de mi ciudad a los 8 años, pero ya desde antes soñaba con ser como María Elena Walsh: hacer canciones, grabar cuentos con ese “algo más” que solo ella tenía, como en “La plapla”. Después, con el tiempo, conseguí una cajita coplera, así que su influencia sigue estado ahí, bien presente. Por supuesto, también los Beatles, que me despeinaron la niñez. Y mi primera maestra de música, Cecilia Candia, con quien somos amigas hasta hoy.  Mi profe actual, Ana Sofía Stamponi, que además de enorme docente es una compositora tremenda. Y todes mis maestres, cada une infinite.

Creo que si tuviese que renunciar a la música o a la poesía, elegiría a  la última. En el fondo, porque las canciones también son poemas, y sería como una “trampa” para quedarme con las dos.
 
 
¿Qué momentos comparten en tu vida la literatura y la música? Porque son dos espacios que vos ligás mucho, sobre todo, en relación a la poesía y la música popular.
Comparten, creo, todos los momentos. Aunque sea un lugar común decirlo, la literatura está hecha de palabras, que suenan, que tienen su cadencia. Y la música, aún la instrumental, tiene palabras. Hay un pedagogo musical, Murray Schaffer, que tiene un libro: El paisaje sonoro. Creo que cualquiera de nosotres puede imaginar eso: paisajes, personas, olores, cuando escucha cualquier tema instrumental. De esto, tengo dos anécdotas. Cuando cursaba Ensamble, con Lucio Balduini, trabajamos Equinox, de John Coltrane y tal vez por esa cosa lúdica  que se abre en el jazz, me animé a inventarle una letra en español. Y la tocamos en vivo. Así que canté a Coltrane, con pudor por quién es  él, pero también con muchas ganas de jugar. El idioma inglés tiene algo muy lindo: el verbo play  significa tocar y también jugar. El arte tiene mucho de eso.

También, una vez di un taller en un profesorado de Tilcara. Volvíamos de noche hacia San Salvador y la colega que manejaba escuchaba a Ricardo Vilca. Y Vilca es Jujuy, es imposible no imaginar esos lugares en su música, palpables, vívidos. En ese sentido, creo que la música folklórica –incluido el tango como expresión rioplatense– tiene todo un lenguaje adentro que es insuperable, enorme.
 
Podemos decir que conjugás todas tus pasiones en el programa radial de El Brote Poético ¿Cómo surgió ese espacio? ¿Qué propósito creés que tiene la literatura en la radio?
Sí, claramente ahí confluyen la música, la poesía  y otra de mis pasiones: el periodismo. El espacio en la radio surgió por iniciativa de las compañeras del Edifico Municipal Leonardo Favio. Allí funcionan la radio y un museo dedicado a ese tremendo cineasta que es Favio, entre otras cosas. El lugar fue sede de la Segunda Semana de la Poesía de Avellaneda y allí trabajé con Mariana Gavicagoxeascoa y Lorena Leal, dos apasionadas de la poesía. Ofrecieron el espacio y por supuesto, acepté.

Ya estamos promediando la segunda temporada, muy felices. Es un programa semanal de media hora que se escucha por aire y por internet. Tiene la particularidad de que está íntegramente musicalizado con obras compuestas o tocadas por mujeres. Puede aparecer algún dúo mixto, pero he tomado algo así como “el 100 % femenino”, como compromiso personal. Primero, porque si como música, no difundo a mis colegas, estoy haciendo agua. Y fundamentalmente, porque creo que es una manera –pequeña, pero no menor–  de que se caiga el patriarcado.

Si tuviéramos que hacer una lista mental de 30 músicas latinoamericanas, sin usar Google, ahora mismo, probablemente nos costaría o demoraríamos más que con una nómina masculina. Nuestros consumos culturales reproducen un esquema de dominación y, si queremos la igualdad que merecemos, deberíamos comprar libros de mujeres y disidencias, mirar sus películas, escuchar sus poemas. Por eso, en la radio también intento una paridad entre los géneros de les invitades. Y además, de a poco, me gustaría salir del binarismo, que también es una construcción cultural que le resta libertad a quienes no se autoperciben en ella.

Y es importante que exista El Brote Radio y todos los programas posibles para ampliar esos consumos culturales, para instalar espacios plurales y diversos. Creo que algo de eso también hay en la literatura, en el arte en general.
 
El ciclo de lecturas lleva varios años ya. ¿Cómo empezaste con eso? ¿Cuál es el sello de El Brote Poético? ¿Qué proyecciones tiene el ciclo?
El Brote arrancó el 8 de junio de 2016. La idea apareció después de un evento en la explanada de la Biblioteca Nacional, que se llamó “Más poesía, menos policía” y  se dio en el contexto de los despidos masivos durante el gobierno de Mauricio Macri. Me impresionó la cantidad de gente, lo orgánico de todo: la palabra circulando literalmente en una muchedumbre, en un tejido colectivo. Entonces me saqué el estereotipo pesado y falso de les poetas solitaries. Imaginé que en épocas de ataques de pánico y brotes psicóticos era mejor brotarse de poesía. Y así fue.

El sello, creo, es la trashumancia, la pluralidad, lo multigeneracional. Nos movemos, para corrernos del reduccionismo que implica el centralismo porteño, que tanto mal le hace a la cultura. Además, no siempre invitamos a poetas que “nos gustan”, para no caer en la endogamia, que es –a lo mejor, una tendencia en el universo poético–​. Convocamos a autorxs porque sabemos o suponemos que están en una búsqueda y  respetamos ese proceso. Y porque no podemos o no queremos emitir el juicio  de “esto es poesía y esto no”. Los gustos los dejamos para nuestro canon personal. Como ciclo, queremos abrir, con el proceso de búsqueda como eje.

Luego está lo multigeneracional, eso es hermoso. Se rompen los ghettos etarios, estilísticos. Les poetas de 70 escuchan a les sub 30 y eso es enriquecedor. Tal vez no se juntarían en otros ámbitos, pero en El Brote se escuchan y muchas veces se reconocen.  Eso, en lo personal me resulta liberador. Creo que nuestros tres ejes tienden a eso, a la libertad, a la apertura.
Como proyección, nos gustaría llegar a las 16 provincias por las que nunca pasamos. Y después Latinoamérica y después, donde sea. La itinerancia es un acto de construcción colectiva también.
 
Has trabajando mil veces en proyectos con otres, en diferentes provincias, incluso. ¿Cuál ha sido tu experiencia en el trabajo colectivo?
El trabajo colectivo te cambia la cabeza, te abre opciones impensadas y te da también una fuerza impensada. Un claro ejemplo de eso es la lucha que sostenemos las mujeres, el colectivo LGBTI. Los grandes cambios de la sociedad siempre son colectivos. Ya se sabe, nadie se salva solo.

A nivel poético, me ha dado la posibilidad de conocer a mis contemporánexs, o a autorxs de otras generaciones y sus voces de primera mano. Y eso es algo que no suplanta ni iguala ninguna red social. Las redes son humanas. Y más,  entre seres vivos, con la naturaleza. Eso no tiene comparación.
 
¿Dirías que tu poesía habla sobre qué? ¿Cuáles son los temas que te obsesionan, te ocupan, o simplemente, se desprenden de tus textos?
Los temas de mi poesía varían con el paso del tiempo. Hay una constante que tiene que ver con los cuerpos disrruptivos, los afectos (y aquí entran amigues, amores, desamores,  antepasades…) también la concepción del mundo, de la literatura, la política. Tal vez la poesía sea un caleidoscopio o un camaleón que  muta según la temporada. Como obsesión literaria, más que un tema, usaría el nombre de un viejo centro cultural de mi ciudad, pizarnikeano: soy una máquina de mirar. Y de escuchar. Y sentir.
  
¿Cuándo un texto está listo y para qué? Pienso en el tiempo de la corrección, de la publicación, y tu trabajo meticuloso con eso.
La corrección puede ser infinita. La "madurez" de un texto es indefinible. Después de leer y releer, podar y conmutar hay una respiración, un latido, una intuición de que ya está tal vez listo para el papel, para arrojarse al mundo y multiplicarse. No lo sé muy bien. Es un proceso que, una vez que se agotaron las instancias técnicas, tiene bastante de misterioso.

Borges decía que publicaba para dejar de corregir. Creo, sin ánimo de analogarnos con Borges –que es un tremendo– que a todes nos pasa un poco eso.  Dejé de corregir un libro el día en que otro autor me envió las palabras para la contratapa. Ahí dije “ya está, no lo puedo tocar más. Este es el libro”.
  
Has trabajado como editora, además, ¿qué aspectos te parecen que tiene que estar en un texto para que entre a meter manos el editor? ¿Y cómo debería ser ese trabajo editorial?
El trabajo de edición tiene que tener dos premisas básicas: respetar la voz del autore y guiarle para que llegue a la mejor versión de esa voz, técnica y emocionalmente, siempre con empatía, rigurosidad  y amor.

Para editar, hay que conversar con quien escribe, encontrar eso que quiere decir y proponerle itinerarios, ordenamientos, presentarle otras herramientas. Siempre elige quien escribe. El editor tiene la oportunidad de leer algo inédito y acompañar en su  proceso.  Es un viaje solidario donde ambas partes se comparten secretos.
 
¿Tus manías a la hora de escribir? ¿Y de corregir a otres?
Para corregir a otres aplico los mismos criterios que conmigo. Me tatuaría eso de Huidobro de “El adjetivo cuando no da vida, mata”.  Hay que huir de los clichés y de la pura anécdota. Escuchar y leer a otres. Hace poco Griselda García dio un taller y dijo “no pongas lo primero que se te ocurra”, y adhiero.  Ya hay demasiadas sangres rojas y cielos estrellados en la literatura.
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Otra de mis manías tiene que ver con lo sonoro, con releer en voz alta y podar y reordenar hasta que el poema va; ¿por qué va el poema? Otra vez, no lo sé muy bien. La poesía es una gira mágica y misteriosa, o la dimensión desconocida. Y  en ella estamos.

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Belén Villalba y Ara Lacore: "Creemos que hay distintas formas de decir y buscamos mostrar cuán plural es esa forma”

8/5/2020

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Gente moviendo la escena, indagando las hegemonías y promoviendo lazos entre diferentes actores de la cultura, hay por todos lados (o eso parece). Nada especial hasta acá. Pero que dos pibas se hayan encontrado, aún antes de saberlo, a partir de sus prácticas, a partir de sus experiencias, asomando entre su poesía y sus ganas de otra manera de hacer, promoviendo el espacio de las mujeres en los ciclos de la Capital es otra cosa. En 2017, los espacios para las voces emergentes no abundaban. Había –y sigue habiendo– una hegemonía que performatea maneras de decir. Tanto Araceli Lacore como Belén Villalba lo saben muy bien. La Bestia Poética, un ciclo de lecturas, surgió en plena era macrista en la Ciudad de Buenos Aires, para escarbar en lo que se ha escondido, para darle luz a lo que se ha tachado de invisible.

¿Qué fue primero, el ciclo o las ganas? ¿Cómo comenzó el ciclo?
Nos conocimos en 2015 en la Biblioteca Nacional. Íbamos a un taller de poesía dictado por Mario Sampaolesi y todes nuestres compañeres eran adultes mayores. Como éramos las únicas de la misma edad, nos pusimos a hablar y ahí empezó la amistad. En 2017 empezamos a conocer la movida de los ciclos de poesía y nos propusimos hacer uno juntas. Como Ara vivía cerca del Jacinto Oviedo (espacio cultural) fuimos a conocer el lugar y ahí empezó todo.

Eligieron un nombre y una estética sin cortesía ¿Por qué La Bestia Poética?
Buscábamos un nombre que tuviera fuerza, había varios en la lista que ahora no nos acordamos. Finalmente hicimos sorteo entre tres y salió este que nos pareció perfecto, no solo porque tiene mucha presencia, sino también porque nos gustaba la idea de que pueda ser una referencia a Bestiario, de Cortázar.  

¿Cuál dirían que es el objetivo del ciclo y además, qué criterios tienen para elegir a les artistas?
Básicamente hacer circular la palabra, festejar el arte, encontrarse con les compañeres artistas. La idea es que sea un espacio para habitar la incertidumbre, la angustia, las cosas que nos van pasando, dar sentido al sinsentido. Para elegir a les artistas invitades tratamos de mixear un poco, buscar estilos más tradicionales y otros más orales, más performers. Nos parece importante darle voz a todos los estilos, ya que creemos que hay distintas formas de decir y buscamos mostrar cuán plural es esa forma. Además, también nos gusta hacer el mic abierto para darle la posibilidad a artistas no conocides.

¿Cuál ha sido el recorrido del ciclo?
El ciclo inició en 2017, nos brindó mucho y había mucho deseo de seguir, pero un año después por cuestiones personales no lo pudimos sostener. Siempre estuvo el deseo latente de retomarlo. La idea era hacer este verano un especial de La Bestia; estuvimos buscando lugares para llevarlo a cabo, y ya sabemos cómo termina la historia: una pandemia sin precedentes.

¿Cómo ven la escena literaria en Buenos Aires? ¿Qué le sobra y qué le falta?
Vemos que es muy plural, hay muchísimo, tanto en CABA como en Gran Buenos Aires. Y eso es algo que nos encanta porque los ciclos proliferan, siempre vas a encontrar un espacio. Sin embargo, vemos que hay muchos círculos, grupos –y no es que eso lo veamos mal–, pero quizás cierta endogamia no da lugar a nuevas voces. Nosotras buscamos abrir el espacio y confraternizar con el resto, intentar que haya conexión entre los ciclos, lo que también es un desafío y estamos aprendiendo. Nos parece importante tener diálogo con otros ciclos. 

¿Y en el resto del país?
También creemos que falta federalismo. Todo surge en Buenos Aires; pero en el resto del país hay poetas, escritores y ciclos enormes. Si bien por una cuestión de espacio, estos no podían estar en el ciclo, hemos tenido gente recitando de Rosario o Santiago del Estero, por ejemplo. Ahora que estamos todes con los ciclos virtuales, estas distancias físicas se acortan, por lo que nos parece importantísimo descentralizar la escena porteña.

¿Qué trabajo colectivo pueden ver en Capital, que les interese, desde la literatura? 
Acá nos ponemos muy subjetivas, pero nos encantan los ciclos amigues, MAPPA, de Javier Martínez Conde, bueno y aunque ustedes no estén en Buenos Aires, nos parece una hermosa propuesta lo que hacen como colectivo. También, proyectos que nos convocan mucho ya que aúnan la poesía o la narrativa con la militancia, por ejemplo Poetas por el Aborto Legal es un proyecto muy bello.

 ¿Cómo ven la relación de la poesía escrita y la oral, en la escena porteña e internacional?
Suele estar muy dividido categóricamente y eso tiene que ver con distintos factores. Una cuestión importante es la generacional, y otra es la cuestión física, lo que decíamos hace un rato sobre Buenos Aires. Por ser una ciudad “central”, llegan ciertos estilos más posmodernos que se filtran más rápido en les más pibes. La poesía oral está muy en avanzada y de moda en EE.UU. sobre todo, y es lo que llega. Hay mucha variedad, y eso nos parece bellísimo, lejos de pensar en categorías opuestas, como el típico debate de poesía oral sí o no, o cuál de ambos estilos tienen mayor reconocimiento, lo que nos interesa justamente es que eso está representado, todo lo que más se pueda. Hoy hay muchos ciclos que son organizados por pibes rejóvenes y asociar esa generación a la poesía, hace unos cuantos años, era impensable. Después cada une verá con qué estilos se siente más a gusto, cuál le resuena más... eso está en la singularidad de las personas.

¿Cómo creen que es la relación de les artistas con las editoriales en Buenos Aires? ¿Sigue siendo un círculo hegemónico o notan otro nivel de convocatoria?
En general, vemos que las editoriales independientes publican poetas, y las más reconocidas, publican narradores y si es poesía son reediciones de  clásicos o de poetas mainstream, por decirlo de algún modo. La fuerza hegemónica la siguen teniendo las cadenas grandes, sin embargo, las editoriales independientes se vienen reivindicando, la FLIA, los festivales, el recurso de las redes. No sabemos cómo funciona hoy en día el contrato editorial, pero lo que es seguro es que las hegemónicas siempre ganan a nivel prensa y economía. Para que esto se revierta tienen que implementarse políticas de estado que favorezcan a las pequeñas editoriales. Nosotras, desde nuestro ciclo, intentamos darles espacio siempre porque bancamos el trabajo autogestivo.

¿Cómo siguieron en este tiempo de aislamiento?
Como contábamos antes, la pandemia hizo que volviéramos en modo virtual y nos adaptamos a esto; nos parece importante sostenerlo, pese a que extrañamos el cuerpo a cuerpo que no sucede en la virtualidad.

¿Qué proyectos tienen para el futuro para el ciclo?
Volver a hacerlo fuera de las redes.

¿Tiene proyectos conjuntos, individuales?
Publicar, en distintos momentos ambas, pero publicar. Belén va a publicar su primer poemario, en el que está trabajando hace algunos años. 

¿Pdf o libro papel?
Papel forever.
 
Les hacemos un Ping Pong de preguntas y respuestas rápidas (cualquier parecido con otras entrevistas y/o medios de entrevistas, es pura coincidencia)
3 escritorxs favorites
Ara: Marguerite Duras, Alberto Szpunberg, William Blake.
Bel: Alejandra Pizarnik, Samanta Schweblin, Amelie Nothomb.
 
3 libros favoritos
Ara: El amante de la China del Norte, El Che amor, Plop. 
Bel: Alicia en el país de las maravillas, Los árboles caídos también son el bosque, Ficciones. 
 
¿Cómo ordenan su biblioteca? (si tiene algún orden)
Ara: ¿Qué es el orden?
Bel: Separo en poesía y narrativa, en cada parte van primero autoras y luego autores. Me gusta tener muchas mujeres escritoras en mi biblio.
     
¿Cómo escriben?
Ara: En compu, de noche, ahora más de día porque tengo un niño. 
Bel: Es bastante espontáneo la verdad, no tengo ninguna técnica, suele ser medio azaroso, si hay algo de la realidad, un pensamiento, un recuerdo, alguna idea que me dio un libro, etc., lo anoto en mi celu y luego cuando puedo, amplío la idea y después surge el poema o el relato. No suelo "sentarme" a escribir, tiene sus consecuencias esto, pero hago taller para corregir y tener constancia. 
 
¿Cómo leen?
Ara: En la cama, de noche.
Bel: Soy muy dispersa, a veces me genera mucha ansiedad pensar en todo lo que aún no leí, me cuesta leer un libro por vez, leo varios, pero eso implica que tarde más en terminarlos, a no ser que esté de vacaciones y me dedique exclusivamente a leer, ahí le doy derecho y lo disfruto muchísimo. 
 
Ciclo de lecturas favorito
Ara: El nuestro (risas).
Bel: MAPPA, el encuentro con les amigues es mi ciclo favorito. 
 
Actividad favorita de esta cuarentena
Ara: Escribir,
Bel: Dormir siesta, definitivamente,
 
¿Cómo se ven en el 2050?
Ara: Lo que se puede decir: satisfecha conmigo misma. 
Bel: ¡Qué desafío proyectarme a los 60! Me gustaría estar detrás de una ventana que dé a un paisaje bello, si es el mar sobre todo, con un cuaderno escribiendo un nuevo libro. Muy cliché, pero algo así. Me gustaría ser una adulta mayor sabia. 

(fotos: Patricio Estroz)
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Julia Magistratti: "Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él"

8/5/2020

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(foto: del muro de la autora)

​Julia Magistratti es poeta, editora, gestora cultural, 
Coordinadora Institucional de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares de Argentina (CONABIP) y, en la actualidad, es Directora de Tesis de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. A ella le ofrecemos nuestras dudas para conocerla más y mejor. Videollamada mediante, hacemos de cuenta que llegamos y entramos a su casa para conversar. Nos abre la ventana con el celular de por medio y conversamos, transformamos este desconocimiento en intuitiva amistad. Les compartimos el diálogo.

Los estudios universitarios la llevaron a Buenos Aires. Era 1994 cuando empezó a hacer el CBC de Psicología, pero se pasó a Ciencias de la Comunicación. 
–En paralelo empecé a trabajar y después, el amor, la vida, me fue afincando en la ciudad. Siempre me he sentido de provincia, y tratado de mantener el modo de vida provinciana con les vecines, los negocios, los mates compartidos, algo que hoy es tan difícil. Ir a vivir a la ciudad es todo un desafío, pero la red y la solidaridad entre los que venimos de provincia lo hacen posible. Era una época de sensación de libertad y de mucha vitalidad. 

Me crié en la casa de mis abuelos, él era artista plástico y los dos eran muy lectores. En la casa, su biblioteca estaba llena de poesía gracias a mi tío poeta, Roberto Glorioso. 

La biblioteca popular de su ciudad era parte de su vida. Su mamá era bibliotecaria y  ella vivía ese espacio como propio. Allí descubrió a Olga Orozco.
–Amaba a Olga Orozco, no la entendía pero la declamaba. Cuando llegué Buenos Aires con diecisiete años, mi primera salida de adulta fue ir a escuchar a Olga. Yo jugaba a llamarme como ella de tanto que la admiraba. Ese día conocí a muchos poetas que se convirtieron en amigos; Martínez, por ejemplo. Se acercaron a mi mesa a preguntarme quién era y a qué me dedicaba. Josefina Arroyo coordinaba el Café Literario de Buenos Aires y, gracias a ella, todos supieron quién era yo y que había ido para conocer a Olga Orozco. Cuando me acerqué a ella para conocerla, me largué a llorar mientras ella me agarraba la mano. Le conté que yo jugaba con su nombre y me dio su teléfono para que nos conociéramos. Cada tanto la llamaba, y un vez cenamos juntas. 

Ese encuentro (en el café literario) fue fundante. Todos los lunes iba a tomar mi café de adulta y escuchaba a los poetas que allí se reunían. Ese ritual me permitió conocer a los grandes. Esas eran las cosas que corrían en paralelo a la vida de estudiante, además de trabajar, claro. 

​Afirma que la sigue leyendo (a Olga) porque “es la gran maestra de las mujeres poetas”. Nos cuenta que a partir de Olga Orozco, se desplegaron otras lecturas como Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Rosario Castellanos, contemporáneas y de la misma generación:
–​Esas lecturas fueron muy constitutivas. Sin querer iban llegando. Por un camino menos visible conocí a Adelia Prado, Cecilia Meireles, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, Amelia Biagioni. 


Julia hace correr el hilo para atrás y aparecen nombradas Alfonsina Storni, Nora Lange, y la generación posterior. "Ellas configuran el mapa de voces femeninas de América Latina". Desliza a Juana Bignozzi. “Algunas que son de esa generación, pero las publicaron después, Circe Maya, Estela Figueroa". Fuera del continente, Julia nombra a Mary Oliver, Sharon Olds, Anne Sexton, Sylvia Plath. “Llaves maestras” dice, como Clarice Lispector, que “si bien es narradora hay una poética en sus textos. Mujeres que compusieron un mapa, una constelación de poetas”. Las recomienda. Como las buenas amigas, se acerca a la biblioteca para no pecar en el olvido de no nombrarlas a todas. Sabemos lo que significa nombrarnos y recordarnos y sabemos que hay más, muchas más.

Inocentemente, le enviamos a Julia las preguntas que queríamos hacerle: ¿por qué la poesía? En una entrevista decís que cada poema se termina en quien lo lee. ¿Cuándo está listo el poema para ser leído por otre? ¿Cómo describirías a quien lee tu poesía (lectore modelo)? También hablás de estar a la caza o a la pesca de la poesía, como una Diana que sabe distinguir los movimientos de la poesía en lo cotidiano, ¿Qué es lo que tiene que tener una imagen para que la lleves a tus poemas? Las contestó todas juntas y, con la misma magia con la que hila los poemas en un libro, dice que no sabe por qué la poesía. Pero sabe que hay una experiencia extrema sobre el lenguaje:
–​Siempre me pareció el modo en el cual me sentía cobijada, amparada la lectura y se convierte en algo necesario, un alimento que necesita el cuerpo. Elijo ese modo del lenguaje porque es radicalizado y soberbio. También soy muy lectora de la narrativa, me gusta y la leo. La poesía, en Latinoamérica, las voces de este lado del mapa no se acaban nunca. Sobre todas las cosas, la poesía entendida desde el lugar de lectora, es un espacio de comunicación privilegiado. Lo recibe el cuerpo, lo procesa, no solamente a niveles intelectuales, sino también como lenguaje que atraviesa lo corporal".

Hay algo que tiene que ver con la construcción colectiva que se termina de completar cuando se lleva al encuentro con otres. La escritura se completa en lo colectivo.  Las voces que van apareciendo se concretan cuando se ponen en reunión. Aparecen en el ritual de la tribu. La escritura de la poesía pide ser acompañada. La persona que no tenga un grupo o a quien llevarle su poesía, se pierde algo que es parte del género, el compartir. Algo que tiene que ver con la poesía, más que con los libros, es que viene de la oralidad: las coplas de los pueblos originarios, las canciones tienen cuerpo, tienen voz. El género puede variar en estéticas e individuaciones o codificaciones, pero esas modulaciones siempre están atravesadas por la voz y lo colectivo. 

A veces se generan discusiones inútiles, la queja puede venir por el mercado o la falta de lectores del género. Pero son formas distintas de ser que pide el cuerpo, la oralidad, la puesta en común, la lectura colectiva, casi como el ejercicio del lenguaje que es un ser vivo y que muta pero que está dentro del ritual, de las conversaciones cotidianas.

¿Cómo construís tus poemarios?
–​Cada uno puede hablar desde su propia experiencia. Puede haber proyecto o trayecto de escritura. Otras personas, como yo, que escribo todo el tiempo y el libro viene después. Después se encuentra la recurrencia, de voz, de sonidos, de temas. El trabajo sobre los textos es el que reúne a los poemas. Hay un trabajo delicado que es la corrección, armar un sistema. Me lo tomo con mucho tiempo, sin fechas límites.
​

Para saber si un poema está terminado le hago muchas preguntas y leo las respuestas que da. Es un trabajo intuitivo. Los resultados no necesariamente son buenos, o felices. La mayoría no son felices (risas). Pero es todo lo que puedo dar y así está bien. Hay que anotar todo lo que aparece como poema. No importa si es captar la idea solamente, sirve para tener material. Tengo cuadernos llenos de material que quizás no use, pero está. Hay épocas que una se imagina que van a permitir escribir como las vacaciones pero después no pasa nada. Y cuando menos te lo esperás, en medio del trabajo, la vorágine, aparecen como si nada. No hay que perder el impulso del momento. Hay que escribir ahí. Eso te permite poder desprenderte del poema, que salga de una y después corregir. Con paciencia, con detalle para que salga.

Le hacemos una última pregunta, la más difícil ¿palabras para definirte? Se sorprende, se queda boquiabierta pero acepta y responde:
–​Trabajadora. Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él. En todo, eh, en el trabajo, en el amor, tengo un hijo, todo tiene de mí trabajo. Soy una obrera, una laburante.

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