Marina Cavalletti es una incansable de la gestión cultural: poeta, sí, pero también cantante, ha trabajado como editora, es docente y periodista. Amante de Avellaneda, pero una federal que ha caminado el país en el afán de conocer y reunir diferentes voces de la cultura. Organiza el ciclo y conduce el programa de radio de El Brote Poético.
Nosotras te presentaríamos como poeta, gestora cultural, periodista, pero vos te definís más como cantante ¿Qué lugar ocupa, entonces, la música en tu vida y desde cuándo? La música ocupa un lugar fundamental en mi vida. Empecé a estudiar en el Instituto Municipal de mi ciudad a los 8 años, pero ya desde antes soñaba con ser como María Elena Walsh: hacer canciones, grabar cuentos con ese “algo más” que solo ella tenía, como en “La plapla”. Después, con el tiempo, conseguí una cajita coplera, así que su influencia sigue estado ahí, bien presente. Por supuesto, también los Beatles, que me despeinaron la niñez. Y mi primera maestra de música, Cecilia Candia, con quien somos amigas hasta hoy. Mi profe actual, Ana Sofía Stamponi, que además de enorme docente es una compositora tremenda. Y todes mis maestres, cada une infinite. Creo que si tuviese que renunciar a la música o a la poesía, elegiría a la última. En el fondo, porque las canciones también son poemas, y sería como una “trampa” para quedarme con las dos. ¿Qué momentos comparten en tu vida la literatura y la música? Porque son dos espacios que vos ligás mucho, sobre todo, en relación a la poesía y la música popular. Comparten, creo, todos los momentos. Aunque sea un lugar común decirlo, la literatura está hecha de palabras, que suenan, que tienen su cadencia. Y la música, aún la instrumental, tiene palabras. Hay un pedagogo musical, Murray Schaffer, que tiene un libro: El paisaje sonoro. Creo que cualquiera de nosotres puede imaginar eso: paisajes, personas, olores, cuando escucha cualquier tema instrumental. De esto, tengo dos anécdotas. Cuando cursaba Ensamble, con Lucio Balduini, trabajamos Equinox, de John Coltrane y tal vez por esa cosa lúdica que se abre en el jazz, me animé a inventarle una letra en español. Y la tocamos en vivo. Así que canté a Coltrane, con pudor por quién es él, pero también con muchas ganas de jugar. El idioma inglés tiene algo muy lindo: el verbo play significa tocar y también jugar. El arte tiene mucho de eso. También, una vez di un taller en un profesorado de Tilcara. Volvíamos de noche hacia San Salvador y la colega que manejaba escuchaba a Ricardo Vilca. Y Vilca es Jujuy, es imposible no imaginar esos lugares en su música, palpables, vívidos. En ese sentido, creo que la música folklórica –incluido el tango como expresión rioplatense– tiene todo un lenguaje adentro que es insuperable, enorme. Podemos decir que conjugás todas tus pasiones en el programa radial de El Brote Poético ¿Cómo surgió ese espacio? ¿Qué propósito creés que tiene la literatura en la radio? Sí, claramente ahí confluyen la música, la poesía y otra de mis pasiones: el periodismo. El espacio en la radio surgió por iniciativa de las compañeras del Edifico Municipal Leonardo Favio. Allí funcionan la radio y un museo dedicado a ese tremendo cineasta que es Favio, entre otras cosas. El lugar fue sede de la Segunda Semana de la Poesía de Avellaneda y allí trabajé con Mariana Gavicagoxeascoa y Lorena Leal, dos apasionadas de la poesía. Ofrecieron el espacio y por supuesto, acepté. Ya estamos promediando la segunda temporada, muy felices. Es un programa semanal de media hora que se escucha por aire y por internet. Tiene la particularidad de que está íntegramente musicalizado con obras compuestas o tocadas por mujeres. Puede aparecer algún dúo mixto, pero he tomado algo así como “el 100 % femenino”, como compromiso personal. Primero, porque si como música, no difundo a mis colegas, estoy haciendo agua. Y fundamentalmente, porque creo que es una manera –pequeña, pero no menor– de que se caiga el patriarcado. Si tuviéramos que hacer una lista mental de 30 músicas latinoamericanas, sin usar Google, ahora mismo, probablemente nos costaría o demoraríamos más que con una nómina masculina. Nuestros consumos culturales reproducen un esquema de dominación y, si queremos la igualdad que merecemos, deberíamos comprar libros de mujeres y disidencias, mirar sus películas, escuchar sus poemas. Por eso, en la radio también intento una paridad entre los géneros de les invitades. Y además, de a poco, me gustaría salir del binarismo, que también es una construcción cultural que le resta libertad a quienes no se autoperciben en ella. Y es importante que exista El Brote Radio y todos los programas posibles para ampliar esos consumos culturales, para instalar espacios plurales y diversos. Creo que algo de eso también hay en la literatura, en el arte en general. El ciclo de lecturas lleva varios años ya. ¿Cómo empezaste con eso? ¿Cuál es el sello de El Brote Poético? ¿Qué proyecciones tiene el ciclo? El Brote arrancó el 8 de junio de 2016. La idea apareció después de un evento en la explanada de la Biblioteca Nacional, que se llamó “Más poesía, menos policía” y se dio en el contexto de los despidos masivos durante el gobierno de Mauricio Macri. Me impresionó la cantidad de gente, lo orgánico de todo: la palabra circulando literalmente en una muchedumbre, en un tejido colectivo. Entonces me saqué el estereotipo pesado y falso de les poetas solitaries. Imaginé que en épocas de ataques de pánico y brotes psicóticos era mejor brotarse de poesía. Y así fue. El sello, creo, es la trashumancia, la pluralidad, lo multigeneracional. Nos movemos, para corrernos del reduccionismo que implica el centralismo porteño, que tanto mal le hace a la cultura. Además, no siempre invitamos a poetas que “nos gustan”, para no caer en la endogamia, que es –a lo mejor, una tendencia en el universo poético–. Convocamos a autorxs porque sabemos o suponemos que están en una búsqueda y respetamos ese proceso. Y porque no podemos o no queremos emitir el juicio de “esto es poesía y esto no”. Los gustos los dejamos para nuestro canon personal. Como ciclo, queremos abrir, con el proceso de búsqueda como eje. Luego está lo multigeneracional, eso es hermoso. Se rompen los ghettos etarios, estilísticos. Les poetas de 70 escuchan a les sub 30 y eso es enriquecedor. Tal vez no se juntarían en otros ámbitos, pero en El Brote se escuchan y muchas veces se reconocen. Eso, en lo personal me resulta liberador. Creo que nuestros tres ejes tienden a eso, a la libertad, a la apertura. Como proyección, nos gustaría llegar a las 16 provincias por las que nunca pasamos. Y después Latinoamérica y después, donde sea. La itinerancia es un acto de construcción colectiva también. Has trabajando mil veces en proyectos con otres, en diferentes provincias, incluso. ¿Cuál ha sido tu experiencia en el trabajo colectivo? El trabajo colectivo te cambia la cabeza, te abre opciones impensadas y te da también una fuerza impensada. Un claro ejemplo de eso es la lucha que sostenemos las mujeres, el colectivo LGBTI. Los grandes cambios de la sociedad siempre son colectivos. Ya se sabe, nadie se salva solo. A nivel poético, me ha dado la posibilidad de conocer a mis contemporánexs, o a autorxs de otras generaciones y sus voces de primera mano. Y eso es algo que no suplanta ni iguala ninguna red social. Las redes son humanas. Y más, entre seres vivos, con la naturaleza. Eso no tiene comparación. ¿Dirías que tu poesía habla sobre qué? ¿Cuáles son los temas que te obsesionan, te ocupan, o simplemente, se desprenden de tus textos? Los temas de mi poesía varían con el paso del tiempo. Hay una constante que tiene que ver con los cuerpos disrruptivos, los afectos (y aquí entran amigues, amores, desamores, antepasades…) también la concepción del mundo, de la literatura, la política. Tal vez la poesía sea un caleidoscopio o un camaleón que muta según la temporada. Como obsesión literaria, más que un tema, usaría el nombre de un viejo centro cultural de mi ciudad, pizarnikeano: soy una máquina de mirar. Y de escuchar. Y sentir. ¿Cuándo un texto está listo y para qué? Pienso en el tiempo de la corrección, de la publicación, y tu trabajo meticuloso con eso. La corrección puede ser infinita. La "madurez" de un texto es indefinible. Después de leer y releer, podar y conmutar hay una respiración, un latido, una intuición de que ya está tal vez listo para el papel, para arrojarse al mundo y multiplicarse. No lo sé muy bien. Es un proceso que, una vez que se agotaron las instancias técnicas, tiene bastante de misterioso. Borges decía que publicaba para dejar de corregir. Creo, sin ánimo de analogarnos con Borges –que es un tremendo– que a todes nos pasa un poco eso. Dejé de corregir un libro el día en que otro autor me envió las palabras para la contratapa. Ahí dije “ya está, no lo puedo tocar más. Este es el libro”. Has trabajado como editora, además, ¿qué aspectos te parecen que tiene que estar en un texto para que entre a meter manos el editor? ¿Y cómo debería ser ese trabajo editorial? El trabajo de edición tiene que tener dos premisas básicas: respetar la voz del autore y guiarle para que llegue a la mejor versión de esa voz, técnica y emocionalmente, siempre con empatía, rigurosidad y amor. Para editar, hay que conversar con quien escribe, encontrar eso que quiere decir y proponerle itinerarios, ordenamientos, presentarle otras herramientas. Siempre elige quien escribe. El editor tiene la oportunidad de leer algo inédito y acompañar en su proceso. Es un viaje solidario donde ambas partes se comparten secretos. ¿Tus manías a la hora de escribir? ¿Y de corregir a otres? Para corregir a otres aplico los mismos criterios que conmigo. Me tatuaría eso de Huidobro de “El adjetivo cuando no da vida, mata”. Hay que huir de los clichés y de la pura anécdota. Escuchar y leer a otres. Hace poco Griselda García dio un taller y dijo “no pongas lo primero que se te ocurra”, y adhiero. Ya hay demasiadas sangres rojas y cielos estrellados en la literatura. Otra de mis manías tiene que ver con lo sonoro, con releer en voz alta y podar y reordenar hasta que el poema va; ¿por qué va el poema? Otra vez, no lo sé muy bien. La poesía es una gira mágica y misteriosa, o la dimensión desconocida. Y en ella estamos.
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Gente moviendo la escena, indagando las hegemonías y promoviendo lazos entre diferentes actores de la cultura, hay por todos lados (o eso parece). Nada especial hasta acá. Pero que dos pibas se hayan encontrado, aún antes de saberlo, a partir de sus prácticas, a partir de sus experiencias, asomando entre su poesía y sus ganas de otra manera de hacer, promoviendo el espacio de las mujeres en los ciclos de la Capital es otra cosa. En 2017, los espacios para las voces emergentes no abundaban. Había –y sigue habiendo– una hegemonía que performatea maneras de decir. Tanto Araceli Lacore como Belén Villalba lo saben muy bien. La Bestia Poética, un ciclo de lecturas, surgió en plena era macrista en la Ciudad de Buenos Aires, para escarbar en lo que se ha escondido, para darle luz a lo que se ha tachado de invisible.
¿Qué fue primero, el ciclo o las ganas? ¿Cómo comenzó el ciclo? Nos conocimos en 2015 en la Biblioteca Nacional. Íbamos a un taller de poesía dictado por Mario Sampaolesi y todes nuestres compañeres eran adultes mayores. Como éramos las únicas de la misma edad, nos pusimos a hablar y ahí empezó la amistad. En 2017 empezamos a conocer la movida de los ciclos de poesía y nos propusimos hacer uno juntas. Como Ara vivía cerca del Jacinto Oviedo (espacio cultural) fuimos a conocer el lugar y ahí empezó todo. Eligieron un nombre y una estética sin cortesía ¿Por qué La Bestia Poética? Buscábamos un nombre que tuviera fuerza, había varios en la lista que ahora no nos acordamos. Finalmente hicimos sorteo entre tres y salió este que nos pareció perfecto, no solo porque tiene mucha presencia, sino también porque nos gustaba la idea de que pueda ser una referencia a Bestiario, de Cortázar. ¿Cuál dirían que es el objetivo del ciclo y además, qué criterios tienen para elegir a les artistas? Básicamente hacer circular la palabra, festejar el arte, encontrarse con les compañeres artistas. La idea es que sea un espacio para habitar la incertidumbre, la angustia, las cosas que nos van pasando, dar sentido al sinsentido. Para elegir a les artistas invitades tratamos de mixear un poco, buscar estilos más tradicionales y otros más orales, más performers. Nos parece importante darle voz a todos los estilos, ya que creemos que hay distintas formas de decir y buscamos mostrar cuán plural es esa forma. Además, también nos gusta hacer el mic abierto para darle la posibilidad a artistas no conocides. ¿Cuál ha sido el recorrido del ciclo? El ciclo inició en 2017, nos brindó mucho y había mucho deseo de seguir, pero un año después por cuestiones personales no lo pudimos sostener. Siempre estuvo el deseo latente de retomarlo. La idea era hacer este verano un especial de La Bestia; estuvimos buscando lugares para llevarlo a cabo, y ya sabemos cómo termina la historia: una pandemia sin precedentes. ¿Cómo ven la escena literaria en Buenos Aires? ¿Qué le sobra y qué le falta? Vemos que es muy plural, hay muchísimo, tanto en CABA como en Gran Buenos Aires. Y eso es algo que nos encanta porque los ciclos proliferan, siempre vas a encontrar un espacio. Sin embargo, vemos que hay muchos círculos, grupos –y no es que eso lo veamos mal–, pero quizás cierta endogamia no da lugar a nuevas voces. Nosotras buscamos abrir el espacio y confraternizar con el resto, intentar que haya conexión entre los ciclos, lo que también es un desafío y estamos aprendiendo. Nos parece importante tener diálogo con otros ciclos. ¿Y en el resto del país? También creemos que falta federalismo. Todo surge en Buenos Aires; pero en el resto del país hay poetas, escritores y ciclos enormes. Si bien por una cuestión de espacio, estos no podían estar en el ciclo, hemos tenido gente recitando de Rosario o Santiago del Estero, por ejemplo. Ahora que estamos todes con los ciclos virtuales, estas distancias físicas se acortan, por lo que nos parece importantísimo descentralizar la escena porteña. ¿Qué trabajo colectivo pueden ver en Capital, que les interese, desde la literatura? Acá nos ponemos muy subjetivas, pero nos encantan los ciclos amigues, MAPPA, de Javier Martínez Conde, bueno y aunque ustedes no estén en Buenos Aires, nos parece una hermosa propuesta lo que hacen como colectivo. También, proyectos que nos convocan mucho ya que aúnan la poesía o la narrativa con la militancia, por ejemplo Poetas por el Aborto Legal es un proyecto muy bello. ¿Cómo ven la relación de la poesía escrita y la oral, en la escena porteña e internacional? Suele estar muy dividido categóricamente y eso tiene que ver con distintos factores. Una cuestión importante es la generacional, y otra es la cuestión física, lo que decíamos hace un rato sobre Buenos Aires. Por ser una ciudad “central”, llegan ciertos estilos más posmodernos que se filtran más rápido en les más pibes. La poesía oral está muy en avanzada y de moda en EE.UU. sobre todo, y es lo que llega. Hay mucha variedad, y eso nos parece bellísimo, lejos de pensar en categorías opuestas, como el típico debate de poesía oral sí o no, o cuál de ambos estilos tienen mayor reconocimiento, lo que nos interesa justamente es que eso está representado, todo lo que más se pueda. Hoy hay muchos ciclos que son organizados por pibes rejóvenes y asociar esa generación a la poesía, hace unos cuantos años, era impensable. Después cada une verá con qué estilos se siente más a gusto, cuál le resuena más... eso está en la singularidad de las personas. ¿Cómo creen que es la relación de les artistas con las editoriales en Buenos Aires? ¿Sigue siendo un círculo hegemónico o notan otro nivel de convocatoria? En general, vemos que las editoriales independientes publican poetas, y las más reconocidas, publican narradores y si es poesía son reediciones de clásicos o de poetas mainstream, por decirlo de algún modo. La fuerza hegemónica la siguen teniendo las cadenas grandes, sin embargo, las editoriales independientes se vienen reivindicando, la FLIA, los festivales, el recurso de las redes. No sabemos cómo funciona hoy en día el contrato editorial, pero lo que es seguro es que las hegemónicas siempre ganan a nivel prensa y economía. Para que esto se revierta tienen que implementarse políticas de estado que favorezcan a las pequeñas editoriales. Nosotras, desde nuestro ciclo, intentamos darles espacio siempre porque bancamos el trabajo autogestivo. ¿Cómo siguieron en este tiempo de aislamiento? Como contábamos antes, la pandemia hizo que volviéramos en modo virtual y nos adaptamos a esto; nos parece importante sostenerlo, pese a que extrañamos el cuerpo a cuerpo que no sucede en la virtualidad. ¿Qué proyectos tienen para el futuro para el ciclo? Volver a hacerlo fuera de las redes. ¿Tiene proyectos conjuntos, individuales? Publicar, en distintos momentos ambas, pero publicar. Belén va a publicar su primer poemario, en el que está trabajando hace algunos años. ¿Pdf o libro papel? Papel forever. Les hacemos un Ping Pong de preguntas y respuestas rápidas (cualquier parecido con otras entrevistas y/o medios de entrevistas, es pura coincidencia) 3 escritorxs favorites Ara: Marguerite Duras, Alberto Szpunberg, William Blake. Bel: Alejandra Pizarnik, Samanta Schweblin, Amelie Nothomb. 3 libros favoritos Ara: El amante de la China del Norte, El Che amor, Plop. Bel: Alicia en el país de las maravillas, Los árboles caídos también son el bosque, Ficciones. ¿Cómo ordenan su biblioteca? (si tiene algún orden) Ara: ¿Qué es el orden? Bel: Separo en poesía y narrativa, en cada parte van primero autoras y luego autores. Me gusta tener muchas mujeres escritoras en mi biblio. ¿Cómo escriben? Ara: En compu, de noche, ahora más de día porque tengo un niño. Bel: Es bastante espontáneo la verdad, no tengo ninguna técnica, suele ser medio azaroso, si hay algo de la realidad, un pensamiento, un recuerdo, alguna idea que me dio un libro, etc., lo anoto en mi celu y luego cuando puedo, amplío la idea y después surge el poema o el relato. No suelo "sentarme" a escribir, tiene sus consecuencias esto, pero hago taller para corregir y tener constancia. ¿Cómo leen? Ara: En la cama, de noche. Bel: Soy muy dispersa, a veces me genera mucha ansiedad pensar en todo lo que aún no leí, me cuesta leer un libro por vez, leo varios, pero eso implica que tarde más en terminarlos, a no ser que esté de vacaciones y me dedique exclusivamente a leer, ahí le doy derecho y lo disfruto muchísimo. Ciclo de lecturas favorito Ara: El nuestro (risas). Bel: MAPPA, el encuentro con les amigues es mi ciclo favorito. Actividad favorita de esta cuarentena Ara: Escribir, Bel: Dormir siesta, definitivamente, ¿Cómo se ven en el 2050? Ara: Lo que se puede decir: satisfecha conmigo misma. Bel: ¡Qué desafío proyectarme a los 60! Me gustaría estar detrás de una ventana que dé a un paisaje bello, si es el mar sobre todo, con un cuaderno escribiendo un nuevo libro. Muy cliché, pero algo así. Me gustaría ser una adulta mayor sabia. (fotos: Patricio Estroz) Julia Magistratti: "Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él"8/5/2020 (foto: del muro de la autora)
Julia Magistratti es poeta, editora, gestora cultural, Coordinadora Institucional de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares de Argentina (CONABIP) y, en la actualidad, es Directora de Tesis de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. A ella le ofrecemos nuestras dudas para conocerla más y mejor. Videollamada mediante, hacemos de cuenta que llegamos y entramos a su casa para conversar. Nos abre la ventana con el celular de por medio y conversamos, transformamos este desconocimiento en intuitiva amistad. Les compartimos el diálogo. Los estudios universitarios la llevaron a Buenos Aires. Era 1994 cuando empezó a hacer el CBC de Psicología, pero se pasó a Ciencias de la Comunicación. –En paralelo empecé a trabajar y después, el amor, la vida, me fue afincando en la ciudad. Siempre me he sentido de provincia, y tratado de mantener el modo de vida provinciana con les vecines, los negocios, los mates compartidos, algo que hoy es tan difícil. Ir a vivir a la ciudad es todo un desafío, pero la red y la solidaridad entre los que venimos de provincia lo hacen posible. Era una época de sensación de libertad y de mucha vitalidad. Me crié en la casa de mis abuelos, él era artista plástico y los dos eran muy lectores. En la casa, su biblioteca estaba llena de poesía gracias a mi tío poeta, Roberto Glorioso. La biblioteca popular de su ciudad era parte de su vida. Su mamá era bibliotecaria y ella vivía ese espacio como propio. Allí descubrió a Olga Orozco. –Amaba a Olga Orozco, no la entendía pero la declamaba. Cuando llegué Buenos Aires con diecisiete años, mi primera salida de adulta fue ir a escuchar a Olga. Yo jugaba a llamarme como ella de tanto que la admiraba. Ese día conocí a muchos poetas que se convirtieron en amigos; Martínez, por ejemplo. Se acercaron a mi mesa a preguntarme quién era y a qué me dedicaba. Josefina Arroyo coordinaba el Café Literario de Buenos Aires y, gracias a ella, todos supieron quién era yo y que había ido para conocer a Olga Orozco. Cuando me acerqué a ella para conocerla, me largué a llorar mientras ella me agarraba la mano. Le conté que yo jugaba con su nombre y me dio su teléfono para que nos conociéramos. Cada tanto la llamaba, y un vez cenamos juntas. Ese encuentro (en el café literario) fue fundante. Todos los lunes iba a tomar mi café de adulta y escuchaba a los poetas que allí se reunían. Ese ritual me permitió conocer a los grandes. Esas eran las cosas que corrían en paralelo a la vida de estudiante, además de trabajar, claro. Afirma que la sigue leyendo (a Olga) porque “es la gran maestra de las mujeres poetas”. Nos cuenta que a partir de Olga Orozco, se desplegaron otras lecturas como Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Rosario Castellanos, contemporáneas y de la misma generación: –Esas lecturas fueron muy constitutivas. Sin querer iban llegando. Por un camino menos visible conocí a Adelia Prado, Cecilia Meireles, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, Amelia Biagioni. Julia hace correr el hilo para atrás y aparecen nombradas Alfonsina Storni, Nora Lange, y la generación posterior. "Ellas configuran el mapa de voces femeninas de América Latina". Desliza a Juana Bignozzi. “Algunas que son de esa generación, pero las publicaron después, Circe Maya, Estela Figueroa". Fuera del continente, Julia nombra a Mary Oliver, Sharon Olds, Anne Sexton, Sylvia Plath. “Llaves maestras” dice, como Clarice Lispector, que “si bien es narradora hay una poética en sus textos. Mujeres que compusieron un mapa, una constelación de poetas”. Las recomienda. Como las buenas amigas, se acerca a la biblioteca para no pecar en el olvido de no nombrarlas a todas. Sabemos lo que significa nombrarnos y recordarnos y sabemos que hay más, muchas más. Inocentemente, le enviamos a Julia las preguntas que queríamos hacerle: ¿por qué la poesía? En una entrevista decís que cada poema se termina en quien lo lee. ¿Cuándo está listo el poema para ser leído por otre? ¿Cómo describirías a quien lee tu poesía (lectore modelo)? También hablás de estar a la caza o a la pesca de la poesía, como una Diana que sabe distinguir los movimientos de la poesía en lo cotidiano, ¿Qué es lo que tiene que tener una imagen para que la lleves a tus poemas? Las contestó todas juntas y, con la misma magia con la que hila los poemas en un libro, dice que no sabe por qué la poesía. Pero sabe que hay una experiencia extrema sobre el lenguaje: –Siempre me pareció el modo en el cual me sentía cobijada, amparada la lectura y se convierte en algo necesario, un alimento que necesita el cuerpo. Elijo ese modo del lenguaje porque es radicalizado y soberbio. También soy muy lectora de la narrativa, me gusta y la leo. La poesía, en Latinoamérica, las voces de este lado del mapa no se acaban nunca. Sobre todas las cosas, la poesía entendida desde el lugar de lectora, es un espacio de comunicación privilegiado. Lo recibe el cuerpo, lo procesa, no solamente a niveles intelectuales, sino también como lenguaje que atraviesa lo corporal". Hay algo que tiene que ver con la construcción colectiva que se termina de completar cuando se lleva al encuentro con otres. La escritura se completa en lo colectivo. Las voces que van apareciendo se concretan cuando se ponen en reunión. Aparecen en el ritual de la tribu. La escritura de la poesía pide ser acompañada. La persona que no tenga un grupo o a quien llevarle su poesía, se pierde algo que es parte del género, el compartir. Algo que tiene que ver con la poesía, más que con los libros, es que viene de la oralidad: las coplas de los pueblos originarios, las canciones tienen cuerpo, tienen voz. El género puede variar en estéticas e individuaciones o codificaciones, pero esas modulaciones siempre están atravesadas por la voz y lo colectivo. A veces se generan discusiones inútiles, la queja puede venir por el mercado o la falta de lectores del género. Pero son formas distintas de ser que pide el cuerpo, la oralidad, la puesta en común, la lectura colectiva, casi como el ejercicio del lenguaje que es un ser vivo y que muta pero que está dentro del ritual, de las conversaciones cotidianas. ¿Cómo construís tus poemarios? –Cada uno puede hablar desde su propia experiencia. Puede haber proyecto o trayecto de escritura. Otras personas, como yo, que escribo todo el tiempo y el libro viene después. Después se encuentra la recurrencia, de voz, de sonidos, de temas. El trabajo sobre los textos es el que reúne a los poemas. Hay un trabajo delicado que es la corrección, armar un sistema. Me lo tomo con mucho tiempo, sin fechas límites. Para saber si un poema está terminado le hago muchas preguntas y leo las respuestas que da. Es un trabajo intuitivo. Los resultados no necesariamente son buenos, o felices. La mayoría no son felices (risas). Pero es todo lo que puedo dar y así está bien. Hay que anotar todo lo que aparece como poema. No importa si es captar la idea solamente, sirve para tener material. Tengo cuadernos llenos de material que quizás no use, pero está. Hay épocas que una se imagina que van a permitir escribir como las vacaciones pero después no pasa nada. Y cuando menos te lo esperás, en medio del trabajo, la vorágine, aparecen como si nada. No hay que perder el impulso del momento. Hay que escribir ahí. Eso te permite poder desprenderte del poema, que salga de una y después corregir. Con paciencia, con detalle para que salga. Le hacemos una última pregunta, la más difícil ¿palabras para definirte? Se sorprende, se queda boquiabierta pero acepta y responde: –Trabajadora. Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él. En todo, eh, en el trabajo, en el amor, tengo un hijo, todo tiene de mí trabajo. Soy una obrera, una laburante. |
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