Foto: Adolfo Rozenfeld
Aixa Rava nació en el extremo austral del país, y esa tal vez sea una marca indeleble, el sonido del viento, que no deja de filtrarse en su manera de escribir. Publicó tres poemarios, trabaja como correctora y profesora. Dirige la editorial Tanta Ceniza y nos contesta algunas preguntas desde Neuquén, donde reside en la actualidad: ¿Cómo transcurrió este tiempo de cuarentena para vos? ¿Pudiste escribir? Es un tiempo muy extraño este, convulsivo, inquietante, de enorme tristeza para quienes están perdiendo familiares, amigxs, para quienes están viviendo en la más absoluta precariedad, para quienes trabajan sin horarios para atender a lxs enfermxs, ni hablar de la gente que pierde la vida… Con semejante contexto, pienso que todo lo que pueda decir sobre mi cómoda y privilegiada existencia es completamente nimio, y sin embargo, bastantes malestares me ha producido toda esta situación, como a la mayoría, ¿no? Puntualmente, la sobreexigencia laboral, el aprendizaje y la adopción de nuevas herramientas de trabajo, las horas (casi todas las del día) frente a la pantalla, el encierro, cuestiones familiares varias… todo ha conspirado para que la escritura, el sueño, la concentración y la motivación me fueran esquivos. No estoy pudiendo escribir, apenas hice unos intentos de entrada de diario y vanas incursiones en el haiku, más con propósitos lúdicos que poéticos. Sí he leído, a un ritmo más lento y con mucha disposición para la distracción, pero he podido leer algo. Hay quienes dicen que la atmósfera condiciona a les poetas, ¿vos dirías que el paisaje ha condicionado tu escritura? Este tiempo de encierro, ¿ha condicionado tu escritura o la forma en la que percibís el trabajo de la escritura? No sé si usaría la palabra “condición”, más bien diría que ciertos paisajes, tanto interiores como exteriores (y me refiero a paisaje en sentido amplio, no al lugar nada más, sino también a la gente que lo habita, que lo hace), me han dispuesto a ciertas aptitudes contemplativas y han configurado conductas muy introvertidas y de mayor o menor grado de ostracismo que me han llevado a elegir durante años los libros antes que a las personas, la lectura y la escritura en solitario antes que actividades más sociales. Durante la adolescencia viví un excesivo (y angustioso) ensimismamiento, porque realmente me costaba mucho hablar y estar con gente. Con los años (y la ayuda de diversas terapias) ese ensimismamiento se volvió un aislamiento aceptado y elegido, es decir, acepté que paso por ciclos de buena relación con el mundo y por ciclos de no tan buena relación con el mundo. La lectura y la escritura fueron siempre mi refugio (las charlas con mi madre y con mi hermana, y lx terapeuta de turno, mis salvavidas) y tuve la suerte de que se convirtieran en los pilares de mi trabajo, tuve la suerte también de trabajar durante años como freelancer, desde la comodidad de mi hogar (actualmente, parte de mi jornada laboral sigo haciéndola en casa) y comunicándome casi estrictamente por mail, quizás por eso el encierro se me ha hecho más llevadero. Lo difícil en este tiempo no ha sido estar entre cuatro paredes, sino percibir con mayor intensidad, con total certeza la fragilidad de la vida, y esa incertidumbre constante… y la prácticamente nula posibilidad de movimiento, no poder estar con la gente que quiero, no poder hacer cosas que disfruto en el paisaje exterior: caminar, correr, ir a la montaña, viajar. De hecho, hacía años que no pasaba tanto tiempo en un mismo lugar, en una misma casa; yo siempre me estoy moviendo, con los libros y la compu a cuestas. Tu último libro Los sitios de mi cuerpo habla sobre esa combinación de paisaje exterior con paisaje interior ¿Dirías que fue una búsqueda, que surgió a partir de tus otros libros? ¿Hay algo de las propias obsesiones que se va gestando poemario tras poemario? Creo que hay temas que se repiten, como bien decís, que se transforman en obsesión. Los míos, ya desde el primer libro, tienen que ver con el ser y el estar en un lugar, o en varios, con el movimiento, el viaje, y con los vínculos y la relación con el propio cuerpo. En Los sitios de mi cuerpo hay una profundización de algunos de estos temas y una toma de posición, podría decir, política sobre ellos: estar en el cuerpo y ser un cuerpo, y cómo cambia ese cuerpo a lo largo de los años, y cómo inciden también en él otros cuerpos, cómo se construyen con y desde el cuerpo las relaciones amicales, familiares, amorosas. El paisaje interior se conecta con el exterior a través del cuerpo. ¿Cómo es ese encuentro?, ¿cómo recibo y cómo me recibe el cuerpo otro?, ¿en qué parte del cuerpo se alojan las diferentes experiencias?, ¿dónde duelen?, ¿dónde son placenteras? Hay un registro, por momentos más visceral, carnal —una respuesta caníbal—, por momentos más metafórico y hasta romantizado. Todo pasa por y en el cuerpo aunque el dualismo psicofísico, la razón iluminista y la religión cristiana, entre otras, nos hayan legado esa denostación de lo corpóreo, porque es lo bajo, lo más cercano a la tierra, porque ahí todos son fluidos y mecanismos que casi pareciera que funcionan por sí mismos. Ese registro del cuerpo guía la escritura de estos poemas, un registro en ocasiones huidizo, acallado, pero siempre latente. Al cuerpo hay que aprender a escucharlo; yo le perdí el rastro muchas veces y tuve que volver a buscarlo. Afortunadamente tuve ayuda en esa búsqueda: por eso la dedicatoria. ¿Barda tiene el paisaje de la infancia o más bien, el paisaje del pasado? Sí, en Barda hay textos sumamente evocativos, algunos más nostálgicos, otros melancólicos; mi poesía en general no es un canto a la alegría, soy una persona nostálgica y me es inevitable ese tamiz, incluso cuando no escribo sobre hechos autorreferenciales. Pero Barda es el libro del recogimiento, hay una voz adulta que recoge la voz de una infancia y una adolescencia, que va tras esos pasos, pasos que recorrieron diferentes geografías, pasos que además buscan o siguen otros pasos, porque hay una presencia que se evoca (y se invoca) más de una vez, la de Tatung. Todos los poemas, anclados en su mayoría en el pasado, recolectan escenas familiares indoors y outdoors, la infancia es añorada, es recordada con cariño, aunque no hayan faltado los temores, la soledad, la confusión, los celos, esas cosas tan humanas. ¿Qué paisaje dirías que predomina en La luz no se corta como el papel? Diría que predomina un paisaje interior, inexacto, una trama de reflexiones sobre el paso del tiempo y las elecciones, sobre los finales, los cambios, las cosas que pasan y las que no, las que esperamos que pasen, pero no tienen lugar. Hay algo de paisaje urbano, pero también de otros paisajes (bosque, campo, chacra), en los que se fue feliz o en los que se tuvo o se vivió algo que ya no está. La casa es un lugar que reaparece. Ese es un libro muy asertivo, con muchas sentencias; incluso hay poemas cuyos versos finales son sentenciosos. Para mí es un libro con tanta luz como oscuridad; no hay un equilibrio entre ellas, están más bien polarizadas. Es un libro de duelo también, se publicó el año que me separé, pero venía duelando hacía tiempo; por eso esas sentencias, creo… Fue un tiempo de corte con todo aquello en lo que ya no creía, todo aquello que ya no podía sostener, que no quería que siguiera siendo parte de mi vida… “hace mucho que no corto papel / hace mucho que no corto nada”, dicen los versos finales de un poema que surgió a partir de la experiencia del Caminhando, de Lygia Clark en el taller de Cecilia Perna; cortando papel me di cuenta de que lo que tenía que cortar era otra cosa. ¿Qué paisaje esperás que tenga el próximo libro (si es que ya pensaste en lo próximo)? Esa es una pregunta que, lamentablemente, no puedo responder ahora, porque no tengo la menor idea de cómo será el próximo libro. Estoy escribiendo de manera muy fragmentaria y son varios los temas que me están rondando pero no logro ordenarme; siento que algo se está macerando adentro, pero no encontré todavía la punta de ninguno de los ovillos, así que no puedo adelantar nada. Lo que sí sé es que la forma será otra, quizás una prosa lírica, quizás unos versos más breves, otros más largos, una mezcla. Por ahora es un laberinto, ya veré, espero… ¿Cómo surgió Tanta Ceniza? ¿Cuál fue la necesidad que percibiste en vos y dentro del mercado editorial? Tanta Ceniza es la concreción de un deseo que reúne necesidades varias, personales todas, aunque el proyecto haya aunado (y siga aunando) tiempo, trabajo y dedicación de muchas personas. De chica me gustaba estar entre los libros, leía compulsivamente, era socia de la biblioteca del barrio, pasaba los recreos en la biblioteca del colegio, escribía. Estudié Letras con la esperanza de trabajar con libros: escribirlos, hacerlos, ordenarlos, venderlos, lo que fuera. Quería trabajar en una editorial y me contacté con varias apenas me recibí, sin éxito, porque no tenía nada que ofrecer en ese momento, solo entusiasmo. La idea siguió latente, mientras daba clases y corregía textos, pensaba: “algún día, quizás cuando tenga 40-50, voy a tener mi propia editorial”. Ciertas circunstancias de la vida me llevaron a darme cuenta de que no había necesidad de postergar tanto y tomé, con mucho miedo e incertidumbre, algunas decisiones que cambiaron el rumbo de mi vida personal y laboral: volví a Neuquén (vivía en Buenos Aires), dejé las agencias de traducción para las que trabajaba como correctora freelance hacía más de 9 años, retomé la docencia y elegí mantener algunos trabajos fijos (muy específicos) de corrección editorial. Entonces me hice el tiempo para estudiar edición, hacer cursos, talleres, investigar. Rescaté mi antiguo deseo, me conecté con las cosas que siempre había disfrutado: la lectura, la poesía, el dibujo, y con las preocupaciones y preguntas que hacía tiempo me inquietaban: ¿qué puedo hacer para cambiar ciertas imposiciones socioculturales con las que, como mujer, no me siento a gusto?, ¿qué puedo aportar desde lo que sé y desde quien soy a ese cambio?, ¿y si propongo, genero una comunidad de pertenencia que también tenga esta búsqueda? Editoriales de poesía hay muchas, y de poesía ilustrada también, pero yo quería dar albergue a muchas voces diferentes, a muchas manos, miradas, experiencias, y que esa pluralidad también llegara a muchas otras. Con el andar junto a mis compañeras de trabajo (a las que les debo tanto: Janice Winkler, Aixa Sacco, Natalia Forés, Zara Benaventos y Natalia Pennisi), me di cuenta de que nuestros ritmos a veces no coincidían, y que esos ritmos tampoco podían adecuarse a los del mercado; ese fue y sigue siendo un aprendizaje, sobre todo en este último tiempo: el mundo en el que vivimos, los trabajos que tenemos están constantemente empujándonos al abismo; todo es para ayer y hay que correr y llegar antes. Yo no quiero llegar antes a ningún lado, es más, siempre llegué tarde a todo aunque corrí igual, ¿voy a seguir corriendo justo cuando estoy haciendo lo que siempre quise, lo que quiero disfrutar? Respetar nuestros tiempos, hacer al compás del propio ritmo y no del de las ventas, del calendario, es respetarnos, aunque eso implique alguna pérdida monetaria o que algunas cosas se retrasen. Demorarnos en lo que nos hace bien, es lo que hacía de chica cuando leía: me demoraba en ese otro mundo que me proponían los libros, suspendía, al menos por un rato, todo el sinsentido de este, y retornaba siempre con alguna respuesta que estaba necesitando. ¿Cuál dirías que es la impronta editorial del sello? El acaecimiento. Cada nuevo libro es un suceso, un encuentro, una coincidencia. De hecho, si bien el proyecto tiene sus cimientos en el deseo y la preparación de los que hablé en la respuesta anterior, el primer libro que publicamos surgió de una hermosa concatenación de encuentros que se fueron dando. Los libros que hacemos son ilustrados, entonces ocurren cosas como que las palabras de la autora se encuentran con los ojos y las manos de la ilustradora y ahí sucede algo; cuando la ilustradora nos muestra los dibujos, la autora ve que sus palabras guardaban formas, colores o, más aún, que tenían la potencia para suscitarlas y hay nuevas palabras y nuevas confluencias, y siempre es ocasión de magia. La búsqueda que mueve al sello es una búsqueda estética y sensible. Como buenas brujas, queremos que cada libro lance una especie de hechizo a todos los sentidos, que despierte emociones, que quien vea/tome un libro de Tanta Ceniza, no pueda dejar de mirarlo, de tocarlo, de leerlo, y que al leerlo, se enamore, se conmueva, incluso se indigne, se desespere, se evada, se pierda y se encuentre. ¿Cuántas colecciones tiene y qué diferencia una de otra? Por el momento tenemos dos colecciones y lo que las diferencia es el público al que se dirigen. La colección Piel de las arenas recoge la voz de escritoras argentinas y latinoamericanas (y de otras latitudes muy pronto) para lectorxs jóvenes y adultxs. La colección Maras en la barda está dirigida a las infancias (aunque cuenta con gran cantidad de lectorxs adultxs), y quienes escriben e ilustran en ella, incluso quienes participan en la realización de los cortos animados que hacemos a partir de los libros de la colección, son personas de todas las edades; en diciembre sale un libro de poemas de un jovencísimo escritor de 7 años. Por si quienes están leyendo quieren conocer los libros, dejó el enlace a nuestra web: tantacenizaeditora.com.ar/#!/-inicio-2/ Hay un trabajo conjunto entre varias mujeres dentro de la editorial ¿Dirías que es un sello feminista? ¿Tenés pensado que también Tanta Ceniza edite a hombres? Sí, es un sello feminista, no solo porque el trabajo surge y se desarrolla en una comunidad de mujeres, sino porque buscamos generar espacios de creación y vinculación que se liberen de la perspectiva androcentrista que hace siglos nos somete, y ese “nos” no hace referencia a las mujeres nada más, porque considero que tanto a hombres como a mujeres nos oprime el machismo, aunque son más feroces las violencias ejercidas sobre las mujeres. Esta búsqueda no deja de ser una trampa, lo sabemos, porque priorizar la voz y el hacer de las mujeres, así como de otras corporalidades y comunidades históricamente invisibilizadas y excluidas, es seguir girando la rueda que reproduce las mismas lógicas de invisibilización y exclusión de la visión androcentrista, y sin embargo, por algo hay que empezar, esto es, en lo que a nuestro hacer editorial se refiere: construir catálogos donde haya más mujeres y corporalidades otras que hombres hetero cis con su larga lista de privilegios y años de ocupación y dominación de todos los espacios. Cuando publiqué mi primer libro en el año 2014, yo era la segunda mujer publicada de la editorial que tenía todavía un catálogo muy pequeño, pero con mayor cantidad de hombres. Recorriendo otros catálogos, vi que la historia se repetía, amén de que además la mayoría de las editoriales eran gestionadas por hombres. Disclaimer: esto lo cuento para establecer el estado de una cuestión histórica; no estoy demonizando los proyectos editoriales de hombres hetero cis, ni mucho menos a aquellos sellos que me editaron que —vaya, qué coincidencia— son de editores, a los que respeto, aprecio y agradezco, sino que pretendo mostrar que hay una cuestión de ocupación de espacios ineludible y que me llevó a preguntarme: ¿qué pasa, las mujeres no escriben?, ¿las mujeres no están interesadas en publicar, en editar? Sí, claro que sí, pero hay una extensa y profunda trama de construcción de roles, de imposición de espacios de acción y no acción, de limitaciones y privaciones que hacen que muchas mujeres no puedan escribir, no puedan elegir escribir —que ni siquiera sepan que pueden plantearse elegir—, no tengan “un cuarto propio”, incluso, y más preocupante aún, que no sepan leer ni escribir. Para no extenderme más, la respuesta precisa a la segunda pregunta es no, no lo tengo pensado porque no va a pasar: Tanta Ceniza no va a publicar hombres hetero cis, sobran editoriales que los publiquen, no necesitan una más. ¿Cómo ves la producción literaria de mujeres en la Patagonia? La Colectiva de Escritoras Patagónicas viene haciendo un trabajo de difusión notable, ¿no? Vasta, diversa y en crecimiento constante, lo que es motivo de gran felicidad e indicativo de que la lucha por abrir caminos no ha sido en vano. Afortunadamente, o debería decir mejor: gracias a que seguimos la lucha de las que nos precedieron, son cada vez más las mujeres que escriben y editan. La Colectiva de Escritoras Patagónicas nuclea a quienes escribimos —y a quienes leen, dan de leer y trabajan con libros— desde Patagonia y, como ya contamos otras veces, esto que terminó materializándose en un canal de difusión de la poesía de todas (Algún poema tiene que haber: https://www.youtube.com/channel/UCZ7UuCvltvHRasTFWoxz7Hg) y acciones diversas relacionadas con el hacer poético y el estar en este mundo, empezó como un darnos de leer para acompañarnos, para sanarnos, para ganarle al tiempo, los dolores y las tristezas. Notables, para mí, son cada una de las escritoras que forman parte de la Colectiva, insto a todxs a leerlas, y notorio es lo necesario y lo benévolo de estos encuentros, de este patchwork de voces, gestos y abrazos, de estas construcciones colectivas. ¿Creés que existe un momento coyuntural para la difusión del trabajo literario de mujeres o todavía sigue siendo una lucha ganar espacios a nivel local y nacional? Sí, claro, las dos cosas: es un momento coyuntural y sigue siendo necesaria la lucha, o de otro modo: porque es un momento coyuntural es necesaria la lucha, a nivel local, nacional mundial… por eso la editorial, por eso la Colectiva, por eso la importancia y la necesidad de difundir, de mostrar el trabajo literario de mis compañeras, gracias a las que, además, aprendo a escribir, a escucharme, a viajar de la una que yo era a la otra que voy a ser, parafraseando a Macky (Corbalán). ¿Hay una centralidad desde Buenos Aires, en relación con la visibilización de la producción literaria que todavía no hemos podido mover, desde el interior, o creés que hay otros centros de difusión que han crecido en los últimos años? Y… sí, hay una centralidad en Buenos Aires con respecto al resto del país para todo, no solo la producción literaria, pero creo que este tiempo en el que todo se volcó/todxs nos volcamos obligadamente a la virtualidad nos está mostrando que esa centralidad puede dejar de ser tal, que ha sido así históricamente y se ha sostenido, pero que no tiene que ser así necesariamente, porque producción literaria, y todo lo que se relaciona con ella: ferias de libros, ferias de editoriales, ciclos y recitales de poesía, etc., hay en todos lados y muy buena, solo que seguimos mirando todxs a Buenos Aires como un faro y como un horizonte de expectativa, en lugar de poner la mirada en nuestros lugares y en lxs que tenemos cerca, lxs que están con nosotrxs. Y es algo que experimenté desde que volví a Neuquén —yo pensaba que al volver iba a perder todo contacto con el hacer literario, y pasó todo lo contrario, me encontré con poéticas exquisitas, diversas y con poetas enormes que estaban haciendo y creando todo el tiempo— y mucho más en estos últimos meses, la cantidad de lecturas, festivales, ciclos, encuentros que presencié y en los que participé durante esta cuarentena fue enorme y algunos tuvieron base en Buenos Aires y otros no. En algunas entrevistas has dicho que escribiste siempre, pero que fue luego de la universidad que pudiste mostrar tus poemas. ¿Qué les recomendarías a las mujeres que pasan por el mismo bloqueo? ¿Cuál es el camino que debería seguirse si una está decidida a ser escritora? Desde mi humilde y pequeña experiencia, les recomendaría que respeten sus tiempos, que se escuchen y no se castiguen o exijan entrar en ritmos que no les sean propios, algo que es muy fácil que suceda porque el mundo en que vivimos está armado para caer en la aceleración cotidiana funcional al sistema, en las búsquedas impuestas por el mercado, por el mérito, por ese score constante y esa checklist con los que hay que cumplir: comer sano, cuidarse, mantenerse fuerte, hermosa y productiva, ser mejor madre, mejor compañera, mejor amiga, mejor profesional, escribir mejor, publicar mucho, tener vida social y además de todo eso, mostrarlo en las redes de manera creativa, ingeniosa, bella. Nada de esto tiene que ver con la escritura, mucho menos tiene que ver con una vida realmente satisfactoria. Para escribir hay que escucharse primero, leer mucho y respetar que hay tiempos que no se pueden controlar, que tienen sus propios ritmos. A mí me sirve anotar todo, en mis libretas, en un block de notas en la compu, en las notas del celular, voy recolectando pensamientos, frases que leo, preguntas, todo puede ser germen de escritura y un día me siento y escribo un texto, muchos días no y me perdono esos días ahora; antes me los recriminaba, me exigía escribir. A mí se me da así, no soy una escritora prolífica ni ordenada, no escribo todos los días. Como decía en una respuesta anterior, soy cíclica, y a diario intento respetarme esos ciclos.
0 Comments
Leave a Reply. |
|