Gabriela Rosas

Foto: Alejandra Flores
Gabriela Rosas. Caracas -Venezuela.
Poeta, narradora y editora. Ha publicado los poemarios La mudanza (1999), Agosto interminable (2008) Editorial Eclepsidra. Blandos (2013) Editorial El Pez Soluble, Quebrantos (2015) Ediciones del Movimiento. Sus cuentos han sido compilados en Antología de Cuentos Postmodernistas (2014) NSB Ediciones. Ganadora del Primer Premio Nacional de Poesía para Jóvenes "Juan Antonio Pérez Bonalde" (1995), ganadora del Primer Premio de la Bienal Nacional de Literatura "Lydda Franco Farías" (2014) mención poesía. Forma parte de diversas antologías en Venezuela y otros países. Recientemente incluida en Nubes-Poesía hispanoamericana, publicada por la editorial Pre-textos. España (2019) y Poesía en el pecho, La Hoja Poesía Viva. México (2021) Ha sido traducida en varios idiomas. Desde el año 2015 lleva adelante el programa "Poesía en el aula", iniciativa sin fines de lucro, que busca promover la lectura de poesía en las aulas venezolanas desde temprana edad, como eje transformador en la educación. Es editora de la sección "Joven Poesía de Venezuela" en Letralia y dicta en ella talleres de poesía on line. Es editora del Stand Up Poetry, de la sección de poesía contemporánea venezolana de la revista colombiana, entre otras. Dicta talleres de poesía personalizados, presenciales y on line, sus redes son: IG @magarosas
Youtube: Magarosas.
Les dejamos a continuación una selección de poemas. Disfrútenla:
Cartas a Javier
I
Me hubiese gustado que no tomaras ese tren.
Sabemos tan poco del amor,
de ese brillo, su revuelo,
todo lo que pudo pasar,
la breve luz,
las escaleras donde fuimos,
pero abordaste ese tren
con tus cuchillas,
que fueron a dar al fondo de mis ojos
¿Y qué importan ahora mis ojos?
Quiero romper
todas estas cartas que te amaban,
que iban tejiendo cielo,
que estuvieron a punto de llegar,
abrir ese libro en tus manos,
para ver si me escuchas,
¿Cómo pudiste quemar los árboles que me sembraste?
y cuándo talarás los nuevos.
Me hubiese gustado que no tomaras ese tren
Que me dijeras:
- Lo siento, te amo.
Óyeme bien, Javier, que todo hubiese sido cierto.
No logramos las flores, los vientos huracanados, luchar, Javier, luchar.
Volver, a lo que nos pulsaba.
El mundo
es un lugar hostil.
No puedo olvidar el dolor, Javier, el dolor.
Nada, puede curar el sueño que cayó,
su pájaro herido.
Son las 5 de la mañana,
la oscuridad es inquieta.
Y sé,
que no volverás.
*
a Ana Jimena Sánchez
A nosotras nos comían las guayabas
nos cruzaban patios ajenos
miserias
el incendio de otros cuerpos
sus colores
y esperábamos
por los nísperos
como por un libro
en medio
del aguacero que somos
Nosotras
alfabeto
las que pisamos con fuerza
en la casa y fuera de ella
en medio de la tarde
que jamás vivimos juntas
pero pisábamos
fuerte
como si pudiéramos entender a los pájaros
mirarnos desde lejos.
*
Boca abajo
el pan
la tierra mojada
tu espalda.
Entrar en ti despacio
como se entra en la noche
con las manos
y la piel ardiendo entre los pechos
sin que nos demos cuenta
lejos de quienes se cruzan ahora
ajenos a tu cuerpo
sin ángeles.
Quise decirte adiós
que no tengo certezas ni logro ver la luna.
Los pájaros que trajiste a mi pecho se fueron de este mundo.
Que me levanto cada día sin ningún sol por dentro.
Pero sigo temblando,
cada vez que me nombras.
*
El hombre se desnuda por toda la casa. Se mece, prepara el café, enciende la televisión, bebe un poco de agua. No me ama lo sé. La cena no siempre es en la boca, me cuenta su parte de la historia, se arrodilla, lo levanto, le miento, nos mentimos. Pasan dos años. El hombre llora, como un niño llora. Me niega, tres veces me niega, luego me acaricia. Vuelve con girasoles en una bolsa roja, me planta su ternura en la cocina. Lo miro, trae un caballo, sin montura, trae un caballo.
El hombre sabe que el abrazo pequeño me conmueve. Viene a decir que el mar, sus altas olas, sus orillas, no eran imaginaciones. El hombre se duerme sin dar la batalla, la noche se le quiebra junto al pecho, el pecho queda solo. No hay nada más triste que la soledad de alguien que pudo ser amado. La noche sobrevive, el hombre no, al hombre se le mueren las caricias.
A oscuras, todo es tan claro.
Gabriela Rosas. Caracas -Venezuela.
Poeta, narradora y editora. Ha publicado los poemarios La mudanza (1999), Agosto interminable (2008) Editorial Eclepsidra. Blandos (2013) Editorial El Pez Soluble, Quebrantos (2015) Ediciones del Movimiento. Sus cuentos han sido compilados en Antología de Cuentos Postmodernistas (2014) NSB Ediciones. Ganadora del Primer Premio Nacional de Poesía para Jóvenes "Juan Antonio Pérez Bonalde" (1995), ganadora del Primer Premio de la Bienal Nacional de Literatura "Lydda Franco Farías" (2014) mención poesía. Forma parte de diversas antologías en Venezuela y otros países. Recientemente incluida en Nubes-Poesía hispanoamericana, publicada por la editorial Pre-textos. España (2019) y Poesía en el pecho, La Hoja Poesía Viva. México (2021) Ha sido traducida en varios idiomas. Desde el año 2015 lleva adelante el programa "Poesía en el aula", iniciativa sin fines de lucro, que busca promover la lectura de poesía en las aulas venezolanas desde temprana edad, como eje transformador en la educación. Es editora de la sección "Joven Poesía de Venezuela" en Letralia y dicta en ella talleres de poesía on line. Es editora del Stand Up Poetry, de la sección de poesía contemporánea venezolana de la revista colombiana, entre otras. Dicta talleres de poesía personalizados, presenciales y on line, sus redes son: IG @magarosas
Youtube: Magarosas.
Les dejamos a continuación una selección de poemas. Disfrútenla:
Cartas a Javier
I
Me hubiese gustado que no tomaras ese tren.
Sabemos tan poco del amor,
de ese brillo, su revuelo,
todo lo que pudo pasar,
la breve luz,
las escaleras donde fuimos,
pero abordaste ese tren
con tus cuchillas,
que fueron a dar al fondo de mis ojos
¿Y qué importan ahora mis ojos?
Quiero romper
todas estas cartas que te amaban,
que iban tejiendo cielo,
que estuvieron a punto de llegar,
abrir ese libro en tus manos,
para ver si me escuchas,
¿Cómo pudiste quemar los árboles que me sembraste?
y cuándo talarás los nuevos.
Me hubiese gustado que no tomaras ese tren
Que me dijeras:
- Lo siento, te amo.
Óyeme bien, Javier, que todo hubiese sido cierto.
No logramos las flores, los vientos huracanados, luchar, Javier, luchar.
Volver, a lo que nos pulsaba.
El mundo
es un lugar hostil.
No puedo olvidar el dolor, Javier, el dolor.
Nada, puede curar el sueño que cayó,
su pájaro herido.
Son las 5 de la mañana,
la oscuridad es inquieta.
Y sé,
que no volverás.
*
a Ana Jimena Sánchez
A nosotras nos comían las guayabas
nos cruzaban patios ajenos
miserias
el incendio de otros cuerpos
sus colores
y esperábamos
por los nísperos
como por un libro
en medio
del aguacero que somos
Nosotras
alfabeto
las que pisamos con fuerza
en la casa y fuera de ella
en medio de la tarde
que jamás vivimos juntas
pero pisábamos
fuerte
como si pudiéramos entender a los pájaros
mirarnos desde lejos.
*
Boca abajo
el pan
la tierra mojada
tu espalda.
Entrar en ti despacio
como se entra en la noche
con las manos
y la piel ardiendo entre los pechos
sin que nos demos cuenta
lejos de quienes se cruzan ahora
ajenos a tu cuerpo
sin ángeles.
Quise decirte adiós
que no tengo certezas ni logro ver la luna.
Los pájaros que trajiste a mi pecho se fueron de este mundo.
Que me levanto cada día sin ningún sol por dentro.
Pero sigo temblando,
cada vez que me nombras.
*
El hombre se desnuda por toda la casa. Se mece, prepara el café, enciende la televisión, bebe un poco de agua. No me ama lo sé. La cena no siempre es en la boca, me cuenta su parte de la historia, se arrodilla, lo levanto, le miento, nos mentimos. Pasan dos años. El hombre llora, como un niño llora. Me niega, tres veces me niega, luego me acaricia. Vuelve con girasoles en una bolsa roja, me planta su ternura en la cocina. Lo miro, trae un caballo, sin montura, trae un caballo.
El hombre sabe que el abrazo pequeño me conmueve. Viene a decir que el mar, sus altas olas, sus orillas, no eran imaginaciones. El hombre se duerme sin dar la batalla, la noche se le quiebra junto al pecho, el pecho queda solo. No hay nada más triste que la soledad de alguien que pudo ser amado. La noche sobrevive, el hombre no, al hombre se le mueren las caricias.
A oscuras, todo es tan claro.