Julia Magistratti: "Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él"8/5/2020 (foto: del muro de la autora)
Julia Magistratti es poeta, editora, gestora cultural, Coordinadora Institucional de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares de Argentina (CONABIP) y, en la actualidad, es Directora de Tesis de la Maestría de Escritura Creativa de la Universidad Nacional de Tres de Febrero. A ella le ofrecemos nuestras dudas para conocerla más y mejor. Videollamada mediante, hacemos de cuenta que llegamos y entramos a su casa para conversar. Nos abre la ventana con el celular de por medio y conversamos, transformamos este desconocimiento en intuitiva amistad. Les compartimos el diálogo. Los estudios universitarios la llevaron a Buenos Aires. Era 1994 cuando empezó a hacer el CBC de Psicología, pero se pasó a Ciencias de la Comunicación. –En paralelo empecé a trabajar y después, el amor, la vida, me fue afincando en la ciudad. Siempre me he sentido de provincia, y tratado de mantener el modo de vida provinciana con les vecines, los negocios, los mates compartidos, algo que hoy es tan difícil. Ir a vivir a la ciudad es todo un desafío, pero la red y la solidaridad entre los que venimos de provincia lo hacen posible. Era una época de sensación de libertad y de mucha vitalidad. Me crié en la casa de mis abuelos, él era artista plástico y los dos eran muy lectores. En la casa, su biblioteca estaba llena de poesía gracias a mi tío poeta, Roberto Glorioso. La biblioteca popular de su ciudad era parte de su vida. Su mamá era bibliotecaria y ella vivía ese espacio como propio. Allí descubrió a Olga Orozco. –Amaba a Olga Orozco, no la entendía pero la declamaba. Cuando llegué Buenos Aires con diecisiete años, mi primera salida de adulta fue ir a escuchar a Olga. Yo jugaba a llamarme como ella de tanto que la admiraba. Ese día conocí a muchos poetas que se convirtieron en amigos; Martínez, por ejemplo. Se acercaron a mi mesa a preguntarme quién era y a qué me dedicaba. Josefina Arroyo coordinaba el Café Literario de Buenos Aires y, gracias a ella, todos supieron quién era yo y que había ido para conocer a Olga Orozco. Cuando me acerqué a ella para conocerla, me largué a llorar mientras ella me agarraba la mano. Le conté que yo jugaba con su nombre y me dio su teléfono para que nos conociéramos. Cada tanto la llamaba, y un vez cenamos juntas. Ese encuentro (en el café literario) fue fundante. Todos los lunes iba a tomar mi café de adulta y escuchaba a los poetas que allí se reunían. Ese ritual me permitió conocer a los grandes. Esas eran las cosas que corrían en paralelo a la vida de estudiante, además de trabajar, claro. Afirma que la sigue leyendo (a Olga) porque “es la gran maestra de las mujeres poetas”. Nos cuenta que a partir de Olga Orozco, se desplegaron otras lecturas como Alejandra Pizarnik, Blanca Varela, Rosario Castellanos, contemporáneas y de la misma generación: –Esas lecturas fueron muy constitutivas. Sin querer iban llegando. Por un camino menos visible conocí a Adelia Prado, Cecilia Meireles, Idea Vilariño, Marosa di Giorgio, Amelia Biagioni. Julia hace correr el hilo para atrás y aparecen nombradas Alfonsina Storni, Nora Lange, y la generación posterior. "Ellas configuran el mapa de voces femeninas de América Latina". Desliza a Juana Bignozzi. “Algunas que son de esa generación, pero las publicaron después, Circe Maya, Estela Figueroa". Fuera del continente, Julia nombra a Mary Oliver, Sharon Olds, Anne Sexton, Sylvia Plath. “Llaves maestras” dice, como Clarice Lispector, que “si bien es narradora hay una poética en sus textos. Mujeres que compusieron un mapa, una constelación de poetas”. Las recomienda. Como las buenas amigas, se acerca a la biblioteca para no pecar en el olvido de no nombrarlas a todas. Sabemos lo que significa nombrarnos y recordarnos y sabemos que hay más, muchas más. Inocentemente, le enviamos a Julia las preguntas que queríamos hacerle: ¿por qué la poesía? En una entrevista decís que cada poema se termina en quien lo lee. ¿Cuándo está listo el poema para ser leído por otre? ¿Cómo describirías a quien lee tu poesía (lectore modelo)? También hablás de estar a la caza o a la pesca de la poesía, como una Diana que sabe distinguir los movimientos de la poesía en lo cotidiano, ¿Qué es lo que tiene que tener una imagen para que la lleves a tus poemas? Las contestó todas juntas y, con la misma magia con la que hila los poemas en un libro, dice que no sabe por qué la poesía. Pero sabe que hay una experiencia extrema sobre el lenguaje: –Siempre me pareció el modo en el cual me sentía cobijada, amparada la lectura y se convierte en algo necesario, un alimento que necesita el cuerpo. Elijo ese modo del lenguaje porque es radicalizado y soberbio. También soy muy lectora de la narrativa, me gusta y la leo. La poesía, en Latinoamérica, las voces de este lado del mapa no se acaban nunca. Sobre todas las cosas, la poesía entendida desde el lugar de lectora, es un espacio de comunicación privilegiado. Lo recibe el cuerpo, lo procesa, no solamente a niveles intelectuales, sino también como lenguaje que atraviesa lo corporal". Hay algo que tiene que ver con la construcción colectiva que se termina de completar cuando se lleva al encuentro con otres. La escritura se completa en lo colectivo. Las voces que van apareciendo se concretan cuando se ponen en reunión. Aparecen en el ritual de la tribu. La escritura de la poesía pide ser acompañada. La persona que no tenga un grupo o a quien llevarle su poesía, se pierde algo que es parte del género, el compartir. Algo que tiene que ver con la poesía, más que con los libros, es que viene de la oralidad: las coplas de los pueblos originarios, las canciones tienen cuerpo, tienen voz. El género puede variar en estéticas e individuaciones o codificaciones, pero esas modulaciones siempre están atravesadas por la voz y lo colectivo. A veces se generan discusiones inútiles, la queja puede venir por el mercado o la falta de lectores del género. Pero son formas distintas de ser que pide el cuerpo, la oralidad, la puesta en común, la lectura colectiva, casi como el ejercicio del lenguaje que es un ser vivo y que muta pero que está dentro del ritual, de las conversaciones cotidianas. ¿Cómo construís tus poemarios? –Cada uno puede hablar desde su propia experiencia. Puede haber proyecto o trayecto de escritura. Otras personas, como yo, que escribo todo el tiempo y el libro viene después. Después se encuentra la recurrencia, de voz, de sonidos, de temas. El trabajo sobre los textos es el que reúne a los poemas. Hay un trabajo delicado que es la corrección, armar un sistema. Me lo tomo con mucho tiempo, sin fechas límites. Para saber si un poema está terminado le hago muchas preguntas y leo las respuestas que da. Es un trabajo intuitivo. Los resultados no necesariamente son buenos, o felices. La mayoría no son felices (risas). Pero es todo lo que puedo dar y así está bien. Hay que anotar todo lo que aparece como poema. No importa si es captar la idea solamente, sirve para tener material. Tengo cuadernos llenos de material que quizás no use, pero está. Hay épocas que una se imagina que van a permitir escribir como las vacaciones pero después no pasa nada. Y cuando menos te lo esperás, en medio del trabajo, la vorágine, aparecen como si nada. No hay que perder el impulso del momento. Hay que escribir ahí. Eso te permite poder desprenderte del poema, que salga de una y después corregir. Con paciencia, con detalle para que salga. Le hacemos una última pregunta, la más difícil ¿palabras para definirte? Se sorprende, se queda boquiabierta pero acepta y responde: –Trabajadora. Todo lo que he hecho en la vida ha sido por el esfuerzo, ha devenido de él. En todo, eh, en el trabajo, en el amor, tengo un hijo, todo tiene de mí trabajo. Soy una obrera, una laburante.
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