Cecilia Pontorno nació en La Plata, Argentina, en 1979. Es poeta, maestra, profesora de Psicología. Coordina talleres de poesía. Se desempeña como correctora de obra poética y académica. Participó en antologías nacionales e internacionales, colaboró en blogs, revistas digitales y segmentos radiales de difusión poética. Mención de honor en el Concurso Internacional Hespérides (Poesía) por La mirada es un lugar (2020). Publicó los poemarios La hora suspendida (Ediciones Hespérides, 2021) e Inventario del tiempo (Prueba de Galera Editoras, 2022). Algunos de sus poemas fueron traducidos al francés y la Universidad Nacional Autónoma de México publicó una selección de sus escritos en el Periódico de Poesía (México 2022). Su tercer poemario, Morfina para los muertos, se encuentra en edición.
A continuación, les dejamos algo de su bella poesía: ACÁ SIEMPRE NOS ESTAMOS MURIENDO No sabía qué decirte y un pájaro reventó de un picotazo la lamparita del patio y vos entonces hablaste dijiste bicho de mierda y yo pensé en el amor un perro, otro, no el nuestro ladra en la calle lleva un palo entre los dientes como vos, pensé, que llevás el diario de ayer en la boca como un perro enfermo dando señales inentendibles porque la retórica canina es así no me gusta esperar hace que me tiemblen las piernas y me suden las manos no sé interpretar señales pero igual voy a esperar ¿ya pasaron dos minutos? voy a esperar un minuto más segundos nada nuestro perro al que llamamos Bobby porque así se llaman los perros que no existen entiende mejor que nadie los indicios de la muerte lenta sabe dónde caerá la piedra cuántos niños nacerán de tus ojos sementales cómo será tu gracia si espesa o manto líquido blanco sobre mis piernas acá siempre nos estamos muriendo me pregunto dónde empezó todo mientras vos te movés graciosamente a veces pienso si hubiera sido mejor matar al bicho ese de una vez o dejarlo medio muerto entre los yuyos para que se lo coman los pájaros y no vengan a picotear la lámpara del patio bicho de mierda repetís y se abre la boca de la noche para vomitar tu eco el amor el pájaro ese perro ahora tenés que hacerte cargo te digo y miro la puerta que hace un ruido horrible cuando la cierran * EL AMOR ES UN PLIEGUE DEMASIADO AJUSTADO Es curioso ver la parábola nocturna cerrarse sobre nosotros no dijimos nada, excepto unas pocas palabras con desgano tu noche traía todo el tiempo el amor, como si lo hubiera tocado demasiado y yo esperaba en el amanecer aquella luz azul que era nuestra inentendibles balbuceos -suceda o no el abismo- y la desesperación como un tonel de licor añejo empujado por cuatro caballos ciertos como la muerte mi madrugada no es como la tuya aunque el dolor de tu aliento sea un gorrión herido en mi nuca ¡ay este andar de lugar solitario y tenue! imagino tu descendencia y no puedo más que decirte un viento fuerte desentierra tu cuerpo es débil y solo pero, en la oscuridad, esa falta de razón que todos temen, en ella tu cuerpo baila me habla de aires litorales y de una nostalgia lenta con cierta elocuencia fabrico mis recuerdos los pinto como a las paredes de mi casa sabiendo que pronto las grietas serán visibles y el color no será blanco pálido sino ocre de invierno mi sangre bulle puertas adentro entre nosotros dispersamos las nubes rojas y construimos nuestra demencia El amor es un pliegue demasiado ajustado y la literalidad se escapa de tus labios tanto, que prefiero dejar que creas en fantasmas mientras debajo de tu boca tu lengua trepa al punto más alto del deseo una resonancia difícil de olvidar cuando se tocan dos cuerpos aletargados en una forma de huir que se parece, vagamente, a una lumbre siempre encendida * DE LO QUE YA NO ESTÁ cómo decirles a ellas las que no ven las que no pueden como yo no pude ver la realidad del phatos escondida en el poema el silencio convertido en ley como castigo la palabra anudada al cuello al sexo a la deshonra del no quiero el buen pastor como metáfora siniestra que representa en el fondo a la locura culpa llanto deseo de muerte son las tres cosas que metí en el bolso antes de irme de aquella tumba anónima de lo que ya no está replico este árbol de palabras para no olvidar la inútil belleza y alojarme en el silencio fértil del pájaro sostenido por el aire amorosamente * ITALIA debajo de mi cara de noche entera de mi cara silenciosa flor de nácar de mi cara en reposo muerta entre los muertos debajo hay algo la gravedad constante de la lluvia en otro lugar, otra tristeza disloca el exceso de claridad de matices de mármol desnudar la palabra o contenerla un estanque de crueldad que, cada día, se cierra por la natural culminación de lo que inicia un camino que comienza con ausencia con un diario café tos posmo esclavitud mirar hacia Italia y no saber dónde se convirtió el hambre en una foto sepia de mí misma y el frío que costó esta tierra ahora cercada por el fuego no soy nunca he sido la juventud de mis bisabuelas rezando solas no estás muerta ¿a quién escucho? avanza hacia mi aliento un pájaro que canta en mi boca invoco me arrepiento invoco la cara debajo de mi cara que desde la nada me observa ¿a quién sostengo en esta geometría irregular e íntima? * POSGUERRA Hubo una tarde de naturaleza muerta y hubo también el corazón mismo de la noche, como una tormenta, cuando preguntaste por mis cosas llenas de odio. Soy el retrato desfigurado de lo que alguna vez predije. No importó mi rostro mirando un punto fijo en el suelo de mármol. Este lugar me pertenece, es una sombra de posguerra. No llores por los muertos, las mejores cosas pasaron en mi ausencia. Sobrevuela el hedor de la nostalgia y el horror debajo de tus ojos se asoma para no quedarse adentro. Lo sé, tampoco yo soportaba. Un poco se va con el tiempo, pero no tanto. No deja de temblar, como un reflejo condicionado. Una y otra vez preguntás por mis exequias como un semental ciego copulando contra el espejo.
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Melina Sánchez es poeta y profesora en Letras. Dictó clases de Lengua y Literatura en escuelas secundarias públicas y privadas y talleres de caligrafía desde 2010 a 2022. Fue seleccionada por Editorial De Los Cuatro Vientos como Autor destacado en Nueva Literatura Argentina 2017, formando parte de la antología presentada en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. En el mismo año, fue seleccionada por Editorial Dunken como Autor seleccionado 2017 en Historias Huidizas, antología de micro ficción. Publicó la Plaquette N°4 Serie Antesala, de poesía, que fue presentada en la Feria del Libro Provincial, Mendoza 2018, por Fractura Ediciones. Coordinó junto a Melissa Carrasco el Taller de Literatura Caribeña. Frontera, Insularidad, Negrismo y Literaturas nacionales, en 2019.Se desempeñó como correctora de textos periodísticos en el Diario Los Andes de Mendoza desde 2018 a 2021. Ganó el Primer Premio en categoría “Cuento” en el certamen literario “Letras para el 60º aniversario de la Universidad de Mendoza”, en 2020. Coordinó junto a Susana Ferreyra, el Taller de Arte y Emociones (primera edición), en 2022.Está cursando la Especialización a Distancia en Producción de Textos Críticos y de Difusión Mediática de las Artes, en la Universidad Nacional de las Artes, CABA.
Publicó Luz Natural, por Ediciones Halley en 2022. De este hermoso poemario, les compartimos los siguientes poemas: Réquiem para un insecto Hoy murió un insecto, sus fluidos quedaron esparcidos frente a mí ¿Habrá tenido alas de seda, antenitas de miel, ojos de catalejo? No lo sé, sus fluidos quedaron esparcidos sobre el vidrio, delante de mí, formando una mancha viscosa que pretendió ser silueta y fue negada por el viento. * Abrazos y agua Cuando la luz te atraviese y el llanto te queme, cuando la soledad te atosigue a diario recordándote carencias. Cuando dejes de mirar la escena desde afuera y cruces el umbral intervengas tu presente sin culpas, ni dudas, ni máscaras así, descalza, desnuda. Cuando comprendas que no tenés más necesidad que abrazos y agua habrás cerrado ciclo para empezar uno nuevo. * Lumbre Tus caderas abren paso entre la multitud dormida, tu sombra se yergue en bosque incierto, estás buscando la estrella en la luz debajo de los plátanos estás dejando brillar la lumbre en tus talones descalzos. * Letargo A Juanele Letargo del alma que se abisma en un sordo y vago suspiro, al caer la luna fosforescente en los hombros de la noche del olvido. Sacro romance de un jazmín en la rama tupida de octubre con un pájaro que la descubre en flor. * El sol de los dioses Quisieron robar el sol a los dioses. Sudaron salvias en vano. Estiraron cada vértebra, cada hueso estiraron buscaron frío aire blanco que limpiara sus pulmones de tinta y ceniza. Crearon atajos de esperanzas inútiles consumieron ripio contorsionado en siluetas y al fin, alcanzaron la llama sagrada. Un solo instante acariciaron el cuerpo del texto lamieron su estilo, lo abrazaron a codo entero a brazo partido. Se derritió en su pelo, desistieron, en el saludo sostenido de sus pupilas, maniatardecidos en su belleza efímera. * La vista gorda Hay un pájaro en el árbol que histeriquea muy orondo con su canto zigzagueante a los gritos desde el fondo Los demás no le hacen caso siguen su vuelo rasante por encima de nuestras cabezas todos ellos tan arrogantes. La perra los observa desde su sitio en esquivo revoloteo audaz deseando que alguno baje al pasto para convertirse en animal rapaz le acaricio la cabeza: “quieta campeona” hay días en que conviene hacer la vista gorda. * Vulnerable Los años de abandono, el miedo a la oscuridad, el castigo corporal y mental. La culpa, las mil y una frustraciones, los malos negocios por malos gobiernos y también por malas decisiones. La impotencia, la promesa rota, la familia que espera el alimento. La humillación. La crisis del ’83 y la del ’89 y la del 2001. El rol de proveedor, los ahorros perdidos, la juventud expulsada por la vesícula; el remate de la casa y de las emociones. ¿Vacaciones, qué es eso? La gastritis crónica, la muerte de los padres, las peleas con los socios y con la mujer. El sufrimiento de los hijos. Y sin embargo, la manito de un nieto, que apenas balbucea, apretándole un dedo mientras le pide ir a ver las hojas de los árboles, trastabillando en pasos nuevos, le arranca una lágrima inesperada. * Idilio de odalisca Tanto te quejaste, tanto ocultar el sol con remeras largas Soy tu caballo regalado una mezcla de genética y moda que te empeñaste en esconder. Calabaza negada por cabeza dura no hay pollera que te venga bien. ¿Qué creíste, que a fuerza de odiarme iba a desaparecer? No se puede ocultar un cerro a menos que lo destruyan a menos que lo dinamiten a menos que lo reduzcan a cenizas. No te servirán los aparatos ni los masajes modeladores para cambiarme tendrías que ir tan profundo que habría que empezar de nuevo. Una sierra, un serrucho tal vez en el imaginario mundo de la deconstrucción de los cuerpos. Pero no soy yo quien tiene que ceder yo solo soy tendrás que aprender a quererme. Te invito a que me desnudes y acaricies las formas ondulantes que cuentes con los dedos cada guirnalda tornasolada que me creció de adentro y entiendas que estoy siempre preparada para la fiesta: vengo con ornamentación incorporada, el día que comprendas que soy la compañera perfecta para una lambada quizás me empieces a ver con más cariño. Si viviéramos en aquel desierto oriental pagarían por verme me cuidarías como si fuera tu único camello nuestro idilio de odalisca tomaría forma con cada repiqueteo de derbakes ardientes. Si tuvieras hijos me valorarías cada vez que te acercaras a besarles la frente. En el fondo, no puedo culparte es el entorno, ya sé Quizás los años te sequen los prejuicios y un día amanezcas para descubrirme * Mujer que busca la esencia en otras cosas. Mujer que indaga que improvisa que ama y que abandona. Mujer habitada por cientos de mujeres. Mujer yerma fértil de sueños e ideas. Mujer completa comprometida. Mujer herida que sangra el peso de la herencia obligada. Mujer castrada cansada de hacer malabares con la culpa que dibuja convicciones en apocalíptica rutina que se cocina a fuego lento en un clan de calabazas bravas mujer-puente mujer-muelle mujer-puerto estaca torcida por un deseo incandescente amable y reticente única y todas, a la vez rama y carbón maciza de estrellas pecho de sol. Clara Bennardis, nació y se crió en el Buenos Aires de su familia paterna, y pasó cada verano e invierno de su infancia y adolescencia en El Trapiche, San Luis, pueblo de su familia materna. Es periodista y docente de profesión, poeta, bailarina, performer y librera de oficio. Publicó crónicas de viajes por Latinoamérica y entrevistas en medios digitales. Es mediadora de lectura literaria y comparto talleres de poesía. Vive en El Trapiche, San Luis, donde gestiona la Bibioteca Popular Liliana Bodoc y la librería callejera “La Puebla”. Además, forma parte del elenco provincial de la obra de danza teatro “Amores Libres”.
A continuación les dejamos fragmentos de Bordada en La Tristeza. Una semana con la comunidad Wixarika. Publicado en la colección La Fanzineta de Ediciones Libros La Puebla: (Esta crónica fue escrita en febrero 2020 - previo a la pandemia después de haber visitado la comunidad Wixarika en la Sierra Madre del Estado de Nayarit -México- en diciembre de 2019. Una montaña de muñecos de trapo arriba de una mesa llaman mi atención cuando llego a la plaza. No es un sábado habitual, un cartel anuncia que estoy entrando a la feria de artesanías del “Encuentro de Pueblos Huicholes de México” en San Francisco Nayarit y los colores brillan fluorescentes por donde mire. Imantadas las piernas se me mueven hasta la montaña de tela mientras observo los puestos de alrededor, no se parecen. Son muñecos apilados, acostados, iguales y a la vez diversos, todos mirando el techo. Están hechos de tela color crudo y rellenos con guata. Hay mujeres con polleras y pañuelo triangular en la cabeza y varones con sombrero de paja y pompones de lana. En sus ropas, dibujos de venados, águilas, lagartijas, pájaros y gallos, destellantes, todos bordados en punto cruz. Los wixárika, nombrados por los conquistadores españoles como Huicholes, son comunidades indígenas de los estados de Nayarit, Jalisco y San Luis Potosí; creen que a través de los colores los Dioses se comunican con lxs hombres, por eso viven en todo lo que usan. Una mano sostiene Ojo de Dios, amuleto hecho en madera y lana que utilizan para protegerse de los males. La otra agarra un bastón con plumas, el de los chemanes, guías espirituales de las comunidades. Todos llevan un bolsito cruzado tejido con guardas, igual al que usa la gente para sus cosas. San Francisco Nayarit, conocido como San Pancho, es un pequeño pueblo de la costa pacífica donde se cruzan mochileros, ambientalistas, artistas, surfers, huicholes, nacidxs, criadxs, llegadxs, y turistas de distintas partes del mundo: un pueblo cosmopolita. El INPI (Instituto Nacional de Pueblos Indígenas) organizó el encuentro de cuatro días para que las comunidades asentadas en la Sierra Madre se encontraran a vender sus artesanías y compartir conocimientos de medicina tradicional. Dos mujeres bordan atrás de la pared de muñecos. Me acerco y no levantan la mirada. En los límites de su puesto cuelgan las chaquiras: carteras, pulseras, tobilleras, llaveros, collares y gargantillas tejidas con pequeñas mostacillas de colores y cultivada paciencia. La artesanía en chaquira -técnica de sus ancestros- es lo que ofrecen los demás puestos. Por eso los muñecos que salen de la tradición me conversan desde su fortaleza de tela. El silencio me desconcierta, entonces me muevo hasta un puesto en diagonal donde otras mujeres amasan enterrando los dedos y dan palmadas con sonido a chirlo a la masa de maíz morado. Me siento a comer unos taquitos al comal (plancha plana y redonda donde se cocina desde tiempos prehispánicos) y, mientras el chile picante va envalentonando la sangre y el calor de la garganta, mastico la curiosidad por las dos mujeres que salieron de la norma con sus muñecos y su indiferencia. Me acerco de nuevo al puesto, no parecen exhibidos para venderse sino apilados para guardarse y la feria está a mitad de desarrollo. Ellas, concentradas en la costura, no intentan convencerme de que les compre ni me ofrecen descuentos adelantados. Los muñecos se les parecen. Las mismas polleras y camisas bordadas, los mismos aros y collares de chaquiras, los mismos bolsos, amuletos y colores que las comunican con otros mundos. -¿Desde dónde vienen? - pregunto -Desde “La Tristeza” - contesta una sin subir la mirada. La respuesta me desconcierta de nuevo y ella lo percibe -Nos bordamos para recordarnos y que nos recuerden- me orienta alzando la vista y explica que los “monos” (como llaman a los muñecos) los hacen en una cooperativa de siete mujeres. -Bajamos de allá - señalando lejos y arriba con todo el brazo en la dirección opuesta al mar- Habla del ejido Las Rosetas (también conocido como la Tristeza) de donde llegaron con su producción y la de sus compañeras. La que me habla primero se llama Alicia, la que apenas me mira, se llama Modesta. Modesta ríe hacia adentro, lo noto en el mentón buscando el pecho. Morena, de larga cabellera oscura, con pocos rayitos de sol (como llaman a las canas), en tono muy bajo cuenta que es la primera vez que le toca viajar a una feria con la cooperativa. Sus compañeras la convencieron porque hace cuatro años que cosen juntas y todavía no había salido: “prefiero mi rancho”, no duda. Modesta combina con su nombre, necesito acercar mi oreja a sus modulaciones cerradas para oírla. Conversar con ella es una invitación a la escucha con todos los sentidos del cuerpo, esos paréntesis que no rellenan las palabras. Vuelvo al día siguiente y la sonrisa con la que me reciben me da valor para preguntarles si puedo ir con ellas a su comunidad. Dicen que sí, podré quedarme en casa de Modesta, pero sólo los lunes hay transporte y hasta la semana siguiente no podré volver. También me advierten que no hay señal de celular. Es la primera vez que su familia recibirá alguien de afuera, la segunda que irá una extranjera a la comunidad, y eso fue hace diez años. Acepto con una certeza que ignoro. *** La mañana del viernes voy a casa de Luisa, ya sé que le gusta mucho hablar y eso me desempolva las preguntas. Luisa, su marido y su hijo me reciben bajo la sombra de un árbol de mango. Tienen una bolsa con fotos antiguas de una cámara a rollo que una mujer canadiense les regaló; aquella primera y última extranjera que visitó el rancho hace más de diez años. Antonio, el marido de Luisa, es el último varón de familia de chemanes, los guías espirituales del pueblo wixárika Son los encargados de celebrar las ceremonias de Tambor y Peyote, cactus sagrado del que escribió Carlos Castaneda y que muchos viajeros y turistas buscan en México por sus efectos psicotrópicos. -Lo estamos perdiendo - dice Antonio mientras busca una foto. -¿Qué cosa? - pregunto atenta a seguir ejercitando el oído sin palabras sobradas. -El ser huichol - responde enseñando la imagen de una ceremonia de rito tambor en el Cerro Quemado, en el Estado de San Luis Potosí, centro norte del país. - A esta montaña han ido nuestros ancestros desde siempre a hacer ritos porque es sagrada para nosotros, en ella se refleja el dios sol, en el desierto de Wirikuta– narra mientras me muestra con orgullo a su padre y a sus hijos pequeños junto a ofrenda de flores, frutas, cigarros y botellas de cervezas. Luisa se suma a la conversación y cuenta que a la montaña se va a hablar con los ancestros y a recoger medicinas, refiriéndose al peyote o jikuri, su manera de nombrar al cactus. Cuando les pregunto por qué piensan que ya no hay interés en continuar esa tradición explican que, por un lado, fueron muriendo los mayores que sabían hacerla y, por el otro, que para celebrarla tiene que unirse toda la familia. Con la emigración por busca de trabajo y el abandono del cultivo, esa convocatoria no es sencilla. “Otro problema fue que, cuando todos aprendimos el español, dejamos de hablarle a los niños en nuestra lengua, sólo lo hacíamos entre los adultos y así nos fuimos perdiendo y ya a los jóvenes no les interesa, les parece difícil”, reflexiona Antonio. “A los nietos yo les mezclo las palabras. Les pregunto si van a comer mume (porotos) y les digo que se laven las mamare antes de comer”, agrega Luisa mostrando con pedagogía las manos para que aprenda. Piensa que en la escuela debería haber un maestro que hable las dos lenguas, lo cual no sucede porque el docente llega de la ciudad y no es huichol. Noto que, aunque me haya esmerado para nombrarlos sin la palabra del consquistador, ellxs la usan porque lo que importa está en otros puntos. Ya sin expectativa en develar el misterio del nombre “La tristeza”, esa misma tarde encuentro una respuesta. “Los primeros que se quedaron cuando solo era monte y se construía el ferrocarril (de carga que pasa a unos kilómetros) le decían así, porque no había nada para hacer ni con quien conversar. Cuando les preguntaban en el trabajo dónde se habían puesto la noche respondían que allí ́allí en la tristeza y así quedó”, recuerda Antonio el relato de sus padres. “Después le pusieron Roseta porque así se llamaba la estación de tren que hicieron del otro lado del río, por eso los dos nombres”, devela el hombre con ojos brillosos, ojos que cuentan que hay algo más por revelar: “según mi abuelo, los primeros indígenas llamaron a esta tierra Irrianaca, que significa mujer desesperada, una virgen antigua, anterior a los españoles”. Del encuentro me voy con un cuaderno con varias palabras en huichol, sus significados, fotos de las fotos y saciada la sed de preguntas acumuladas. Virginia Caramés nació en La Plata y vive en Buenos Aires. Publicó la novela Las cuerdas de Jacobo (Griselda García editora) en 2021, El poemario Aves, moscas y otras máquinas (2023 - Mora Barnacle) y tiene en proceso de edición la novela Elisa Brulet - suite de sus cosas diversas y emparentadas- . También se desempeña en artes visuales realizó la escultura monumento a Pappo, en CABA. Realiza trabajos de talla de piedra, arcilla, orfebrería, joyería, escenografía y ha realizado varios trabajos de arte textil que forman parte de los catálogos y salones del Centro Argentino de Arte Textil. Participó en muestras colectivas de escultura y fue ayudante en el curso de escultura - extensión universitaria en la escuela de posgrado en arte E. de la Cárcova. Participa, además, en la organización de "Antidomingos" (encuentros con poetas) y oordina el grupo de lectura de poesía "El Aparejo".
A continuación les dejamos algunos poemas de Aves, moscas y otras máquinas (M.Barnacle 2023) Cara cruz Vas a quedarte a oscuras Vas a quedarte en la intemperie de tu pecho para que hiera quien te mata. Olga Orozco Busqué las respuesta sumé los vientos mezclé las semillas me adentré en las oscuridades remotas entre la jauría de la desdicha arrogante sopesé la empuñadura y sobre el ágora de azufre, la tristeza, como un animal legendario y fiero , me miró de frente y rascó el suelo Eso que arrojaste me estalló en la cara Ciega y aturdida no encuentro el muro que he de trepar Me llevaré conmigo el muro como llevo el trozo de espejo envuelto en un paño El sueño quedó crepitando y los días fueron tan iguales que no se pudo contarlos Una noche encontré a la Sibila apoyada en la pared de un bar Extendí la mano y toqué su ceja hinchada No me creyeron, dijo Me pidió una moneda, habló del Ángel, del Demonio, mencionó colores, otros reinos, batió la moneda entre sus manos Ambas miramos hacia arriba cuando la arrojó. * Lo perverso Si en el claro entre las mieses veo tu flanco, el flanco de tu tigre - el tigre que te prefigura- Si el rayo transmuta - si pule- el topacio de tu flanco perverso Si tu tigre se despereza y el desperezo desdibuja los símbolos Si el tigre se recuesta Si las rayas perversas del tigre que te habita se mezclan se estiran Si ya no me dicen nada Es el día del otoño perverso Si vos todo reposo Si yo todo garras Si el ojo perverso que espía es ¿de quién? El haz perverso que interrumpo me descubre el odio * IV Las rezadoras seglares Las mujeres de negro Las sincronizadas Un engranaje que impulsa la punta de sus pulgares/ que hace circular bola a bola, la cadena que norma el rezo Toco tus cuentas, toco. Toco tus vértebras, toco. El rosario de tu espalda. Toco. * Corderos Ahí los tenés Son los que fueron feroces El solcito invernal los dulcifica / los amansa Ahí los tenés Corderos entre corderos una avenida de espumosos corderos Cuántos entre los corderos habrán rasgado lo intocable Cuántos habrán cascado las tinajas, derramado el agua Cuántos en el barro mezclado con furia andan hoy abrazados Ahí van /mansos/ pisando hojas secas * Hebras El sigilo fue la clave que con atenta precisión tejió [dudando en la pena , tentada a la nada], las finas hebras de tardes todas iguales En la rutina, el hastío fue ese trapo larguísimo sin utilidad alguna. * Cuál barro, cuál extraviarse muda desnuda en cuál barro cuál * La voz partida El lápiz se engrosa contra el papel Traza burdos rastros crispados Las hojas, el arroyo – convengamos- la mariposa -La rosa- Omitamos el dolor por un momento Omiso caso al trivial procedimiento Al embotellamiento Atasca la palabra Camina cauto. No voltees. Sigue. Sigue Atasca la palabra Camina lejos del cordón, de los zaguanes Guillotina la letra. No voltees. No te apures. Junta flores Sobre todo no te demores Y al caer Tomarás la guillotinada letra Mitad en cada mano Solo con eso La voz partida será tu antorcha - o mejor – tu talismán * Solución de continuidad Hay que parar, mujer Apacíguate el pecho y detente antes de descifrar antes de que claree antes (y la punta de los pies sobre la línea amarilla) Despeja la complicidad como a un humo Olvida los guiños y las risas - o mejor no olvides nada- Y apaga, con agua, o con las manos, la brasa en ciernes Y déjalo ir. * Pequeños poemas no tan japoneses Luz de retablo Pintor incrédulo Crea vírgenes *** La pinta a ella Le va a tocar la cara Aunque es la reina *** Foto: redes sociales de la autora
Susana Cabuchi nació en Jesús María, Córdoba, en 1948. Publicó El corazón de las manzanas (1978), Patio solo (1986), Álbum familiar (2000), El dulce país y otros poemas (2004), Siria (2022) entre otros libros. Colaboró en revistas especializadas, organizó talleres y brindó asesoramiento en instituciones públicas y privadas sobre temas de su especialidad. Se dedicó al dictado de cursos y seminarios de escritura y de lectura. Textos de su autoría han sido incluidos en numerosas antologías, ensayos y estudios críticos de poesía hispanoamericana y de literatura escrita por mujeres. Ahora que pasaron algunos días de su partida, la recordamos con una breve selección de su libro El viajero (2018), editado por Viento de fondo. Pueden descargar la obra completa desde el siguiente enlace: vientodefondo.com/el-viajero/ 2 Como si fuera una paloma voló Lucía entre álamos y siempreverdes. Mirábamos su vuelo sobre la mano del viajero al final del largo brazo oscuro extendido hacia el amanecer. El temor de la madre había cerrado las ventanas, la tos de la niña era más fuerte y la casa era de humo, de vapor y eucalipto. Pero el viajero dijo que el aire le haría bien. Y lo aprobaba el padre. Entonces, los dos meses de Lucía iniciaron el juego de los pájaros. Seguíamos el movimiento de su mantilla blanca que cruzaba las azucenas, el aljibe, los cardos, y corríamos a su lado gritando: ahora Lucía estará bien, el aire le hará bien, el aire le hará bien. 3 Un día las isocas atacaron el trigo. Los hombres, bajo la sombra del aguaribay, miraban a la abuela esperando el milagro. Ella, que nunca salía de la casa, cruzó en silencio el patio. Tratamos de seguirla pero el viajero nos retuvo suavemente del brazo. La vimos, a lo lejos, rodeada por la tarde convocando la magia. Volvió de noche, con esa gravedad de los domingos. A la mañana habían desaparecido las temibles isocas y navegaban sobre un aire dorado miles de mariposas amarillas y blancas. 7 Sobre el aparador estaba la bandeja del pescado. Era un enorme pez distinto a los del río, a los del arroyo. De mar, dijo el viajero. El mar, tan lejano... Nunca habíamos hablado de él y ahora lo nombraba con esos ojos de tristezas, como quien nombra lo imposible. Para nosotros el viajero y el mar se parecían. 18 La madre no nos dejaba ir solos a la sierra más alta y allí estaba la loma retándonos a descubrir escondites de víboras, de espinas. Y la cumbre, casi siempre celeste. Una mañana el viajero se decidió a llevarnos. Jugamos a los exploradores y teníamos miedo. Al llegar a la cima me subió sobre su espalda, apoyé la cabeza en su hombro y vi el campo a través de su barba lejano y azul como un mar. Laura Martín Osorio es Profesora de Grado Universitario en Lengua y Literatura por la UNCuyo, Diplomada en Estudios de Género y Movimientos Feministas por la UBA, Magíster en Culturas y Literaturas Comparadas de la UNC y Especialista en Lengua y Cultura Italianas de la USAL. Se desempeña como docente de nivel superior en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo (Literatura Italiana) y en el ISFDyT N° 9-002 “Tomás Godoy Cruz” (Literatura Italiana, Literatura para niños y jóvenes y Literatura Juvenil). También da clases de idioma italiano en la Scuola Dante Alighieri di Mendoza. Trabaja en la Editorial Sombrero azul y en la Revista Pan y queso, dedicadas a la literatura para las infancias. Actúa en el espectáculo teatral Bombos y poetas. Ha editado dos plaquettes con poesías de su autoría: animala y días en rojo. De forma colectiva, ha publicado en el fanzine Inventarcimiento. Fragmentos para mirar; la plaquette Todas íbamos a ser tenistas; en los libros Cuerpos urgentes y Poemas por el agua. También ha publicado poesías para las infancias en la antología Un abecedari rimalimonari (Rima limón, 2020); en 2021, publicó su primer libro Bombos y poetas (Rima limón). Es co-autora de Asterisco (Editorial Sombrero azul, 2021), fanzines con poesías para las infancias.
En mayo de 2022, publicó su libro de poesías Por la cañada del arroyo seco (Fractura ediciones). De este libro les dejamos una selección de poemas. A disfrutar: II Contame mi historia desde las sombras recortemos siluetas quiero saber de tu panza de seis meses de cómo fue tu decisión qué decía la gente porqué dejaste de trabajar para cuidarme quiero saber de mi padre cuánto me quería. Decime qué dibujo: ¿un señor con barba y gorra? ¿una mujer grande con delantal? ¿personajes de reparto? Juguemos con la luz y la tela que no haya palabras, si no querés. Mostrame cómo era yo cuando empecé a respirar. Contame mi historia necesito un comienzo. III ¿Te acordás cuando con mi hermano plantamos el duraznero en el fondo de la casa? ¿Cavamos un hueco pusimos semillas o un vástago cuántos años tenía fue por la mañana en el mes de septiembre? ¿Vos, entonces, sonreías? IX Caminé durante horas por la cañada del arroyo seco una voz me llamaba. Podía reconocerla. Era tu padre cuando tenía 25 años. Insistía en que lo alcanzara. Apenas podía mover mis pies una mano me impedía avanzar. La voz insistía, hablaba de un barco que partiría a las 11. Yo iba descalza, con mi vestido de novia y una valija de cartón. Tenía el pelo largo y la cara de ahora. Pensaba en cómo sería viajar en barco por la cañada seca. Te espero en el puerto, decía no me dejés solo llevo puesto el traje celeste tengo el pañuelo que bordaste con tus iniciales. La cañada se hacía cada vez más estrecha la voz era casi un susurro. No veía el puerto 20 ni el barco ni a tu padre. Solo sedimentos volcánicos y ceniza. XIII Nunca te gustaron las películas de ciencia ficción ni el terror preferías los documentales o las historias basadas en hechos reales. ¿Qué hacemos aquí encerradas como las protagonistas de un film que no elegirías? ¿Qué hacemos ahora sin una pinza para arrancarnos el miedo? No tenemos herramientas para arreglar las roturas. Vení, sentate a mi lado. Admiremos el vacío a través de la ventana hasta que encontremos la salida. XV Esta mañana salí muy temprano dormías y no quise despertarte. Llevé tus recetas en la farmacia me dieron todo al 100%. Antes de entrar al trabajo vi dos gatos pequeños sobre un contenedor de escombros les saqué una foto y la subí a las redes. Nadie reclamó por ellos nadie se ofreció a cuidarlos. Qué triste, pensé, dormir a la intemperie con este frío. Cuando salí aún estaban allí. Agarré esta caja puse adentro mi bufanda y me los traje. No estamos tan solas, mamá nos tenemos. Andrea Testarmata nació en diciembre de 1982 en la ciudad de Bahía Blanca. Es profesora en Letras y licenciada en Enseñanza de la Lengua y la Literatura. Tiene dos especializaciones y está culminando una diplomatura en escritura. Participó de diversas muestras culturales interdisciplinarias entre poesía, fotografía y música. Publicó tres libros de poesía y participó de varios blogs y plaquetas independientes. Lleva adelante un proyecto de videopoemas junto a Ariel Gorjón donde graban imágenes de la localidad de Río Colorado con las voces de distintos poetas contemporáneos, en especial, patagónicos. Reside en Río Colorado, provincia de Río Negro, donde trabaja en un Instituto de Formación Docente. Actualmente, desde lo literario, está trabajando para editar una antología de mujeres argentinas en torno al deseo.
Les dejamos una muestra de su hermosa poesía: De Intemperie (HD Ediciones) NO SIRVE Para dormir porque desvela para hacer el amor porque no tiene sexo para alimentar a nadie porque no es comida para escribir sobre papel porque se filtra por las ventanas escribir poesía sirve para abrir el alma y prenderla fuego. COMO UNA BALA Escribir era condición necesaria pero no suficiente, para recordar escribías / para no olvidar escribías para no sufrir escribías y el poema en la hoja parecía un agujero en el pecho que te salía de la boca y de la mano que escribía eso que no se podía nombrar, pero te disparaba una bala en la mano. UNA VOZ a Cristian Aliaga Una voz sobrevive al hastío al desamor a la guerra. La voz de un buen poeta está ahí, a punto de estallarte el oído. De Ciervas (Baldíos en la Lengua editorial) II La extinción asedia en los humedales del Río Paraná la actividad inmobiliaria y la caza furtiva contribuyen a la desaparición de las ciervas. ¿Quién sabe cuándo voy a extinguirme? ¿Qué acción del hombre hará que eso suceda? Cuando no seré otra... ¿Seré aquella que corre tras el reloj de arena? ¿Seré aquella que se hunde en el agua? La extinción me habita un ojo que apunta un cuerpo me extingo lo sé la urbanización de mis dedos me encorva hacia un teclado y la luz de una pantalla me deja ciega. XII Entonces vendrán y la noche no será oscura será solamente donde se destejen y desnudan las historias más terribles. Un aullido de lobo infinito entre los árboles estalla el sueño. El lobo no constituye un peligro el hombre sí se oculta entre los árboles en la noche dispara el rifle atravesando las hojas a ver cuál de todas cae. XVII La caza de las ciervas desde tiempos remotos tiene dos objetivos muy claros. Uno es cocción a la parrilla el otro es conservas en escabeche esto referido a su carne así quedan desnudas. Todo tiene otra finalidad: abrigar a los desilusionados por amor con calor salvaje. Siempre el desamor se siente como el cuero de un animal muerto sobre otra piel. SÉPTIMO SELLO Miré 14 veces el séptimo sello de Ingmar Bergman pero nunca aprendí a jugar al ajedrez aunque mi padre era visitador asiduo del círculo en Bahía y a más de un fanfarrón le ganó la partida. Nunca pude concentrarme en pensar qué hacía o qué podía hacer el otro. Sé de memoria diálogos completos de la peli sin embargo no sé ninguna estrategia para ganar y me di cuenta que me pasa en todos los juegos donde hay que poner la cabeza. Por suerte o por desgracia el corazón pesa bastante es lo primero que se hunde cuando juego. Tal vez mi estrategia sea Para la próxima vez dejar el brazo tendido debajo de la mesa por si el juego sale mal y hay que volver a apostar el corazón en otra partida. (Inédito) Foto: Suzanne Nam
Soledad Castresana nació en La Pampa, en 1979. Es Licencia en Letras y trabajó como docente universitaria, tallerista y profesora de español como lengua extranjera. Ha vivido en Colombia, en México, Tailandia y en Costa Rica. Publicó los poemarios Carneada (Alción, 2007), Selección natural (Fondo Editorial Pampeano, 2011), Contra la locura (El Ángel Editor, 2015) y Que sangre (Caleta Olivia, 2019). Su colección de cuentos cortos incluye "La hermana animal", que obtuvo el segundo lugar en el Premio Itaú 2020. A continuación, es un honor para nosotras presentarles una selección de su poesía: De Carneada (2007) Advertencia a los que se pierden por deseo Para no llorar Capitán prefirió que le arrancaran el ojo moscas verdes le copulaban la cuenca papá se acercó con la navaja el ojo era chiquito en su mano de héroe el perro no se movió sostuvo la mirada del filo mordió el aullido nunca dejó que le taparan el hueco. * De Contra la locura (2015) Nuestra casa Ella tiene miedo de que ese señor triste con los brazos estirados clavado en la pared se le caiga en la cabeza mientras duerme. Esta nunca fue nuestra casa, le digo. Estos miedos no son nuestros. Cacería Nos dijeron que heredamos la lengua y las marcas de la piel, pero nada dicen todavía del silencio que crece en nuestra casa como un río. Afuera andan sueltas las palabras con los tigres y en el jardín sólo hay piedra. Nosotras no queremos esperar lo que es incierto. En cuanto baje la luz, soltaremos los perros. * De Que sangre (2019) Que te saquen algo muerto es bueno El otro día estaba yo desnuda y rodeada de hombres. Como hacía frío me habían tapado con una sábana azul. Charlábamos de mis viajes, de las ciudades en donde he vivido, de la gente del pueblo a la que conocíamos todos. –No me toquen todavía –les pedí–. Siento mucho. –Terminaron hace rato –respondió el enfermero. Y no pude distinguir si el tono era de burla o paternal. Igual me dio vergüenza. El resto de los hombres se había ido. Miré el techo: lamparones de humedad, la pintura inflada. –Tranquila. Te sacaron todo –dijo. Suavemente iba empujando la camilla hacia la puerta. Interrupción voluntaria He expulsado casi todos tus tejidos y tu sangre. Expulsar es la palabra que se usa en estos casos. Aunque yo preferiría decir que te ibas yendo. Tendría que haber juntado esos restos tuyos, haberlos puesto en la tierra. En el jardín, con los huesos de los perros. Pero no: abrí la ducha y me quedé mirando los dibujos que hacías con el agua. No hay manera –te dije– de estar en este mundo sin algunas partes duras. Extracción de fibroademona Me habían obligado a quitarme el esmalte negro de las uñas, los dos anillos, los cinco aros, la tobillera, los dos collares, pero logré meter en el quirófano el elástico mugriento que apretaba mi trencita, ese pelo que no había cortado cuando me rapé. Desperté triunfante. No me importaba el resultado de la biopsia, ni la costura en el pezón. Ianina Fornaro nació en la Ciudad de Buenos Aires, en 1981. Escribe poesía y ejerce el psicoanálisis en la misma ciudad. En 2021 publicó su primer libro Conjuros entre flores y furia (La Docta Ignorancia). También artículos referidos a estos temas. Su segundo libro de poesía Un hogar en cualquier parte (Ediciones En Danza) fue publicado en el mismo año. Contacto con la autora: [email protected]
Les dejamos esta belleza de selección de Un hogar en cualquier parte: MUJER Mujer, tu pelo despide rosas cada vez que hablas. Se siente el perfume de lejos. Tu dulzura acecha cualquier pensamiento absoluto. Se mete en las grietas de los cuerpos más rígidos. ¡Ay mujer! Me abandonas desnuda viendo estremecer la noche entre mis dedos. ACCIDENTE Pasamos de largo un estallido habitó el accidente. Crujió el techo de la casa que construimos y salimos después del derrumbe. Nos quedó el corazón abrochado a una pared. LA PUERTA Creo que mientras ames no podrás morir Buena Opinión, Holderlin Casi araño la puerta con palabras vacías me pellizqué antes de entrar. Lejos de los árboles y al ritmo de alguna canción posible: ¿Qué vale todo lo que los hombres hacen y piensan durante milenios frente a un solo momento de amor?[1] Volviendo desnuda de música y casi sin melodía me arrebató un canto de gloria que se apagó sutil entre los sentidos de la tarde. [1] Hölderlin, Hiperión o el eremita en Grecia. Traducción y prólogo: Jesús Munárriz. Editor digital: Titivillus. LA ÚLTIMA NACIDA ¡Diotima! ¿Por qué no me dejas nacer adentro tuyo? Tu cavidad encierra la distancia exacta para poder cantar. No ruegues que vuelva, he ansiado ese lugar lejano, como los truenos refugian a la lluvia. Caída como de un pecho viviente recreo cada espacio de tu cuerpo y soy la última nacida de esta especie de murciélagos que vieron la lluvia antes de caer. EMBOSCADA Ya no te imploro Safo que me devuelvas las estrellas de aquel amor sangriento. Te pido que me des la alegría de las ceremonias de aquellos cuerpos imprescindibles y que el paso del tiempo decida si fue una emboscada. CAUTIVERIO Afilo mis dientes como cada noche la lengua se me quiebra- ya no volveré a ser una mujer quebrada. salen gusanos de mi garganta y siento la muerte de una voz vacía al instante un ardor recorre la estrechez de mis muñecas. ¡No me ates! Soy un ave que se refugiará en los canales ocultos del lenguaje. Foto: El Deber, vía Las Críticas
Emma Villazón Richter nació en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia en 1982. Estudió Derecho y Filología Hispánica en la Universidad Gabriel René Moreno de Santa Cruz y Magíster en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Santiago. Publicó los poemarios Fábula de una caída (2007) y Lumbre de ciervos (2013). Obtuvo el Premio Nóveles Escritores (2007). Falleció a los 32 años, tras participar en la Feria del Libro de La Paz-Bolivia (2015), mientras esperaba su vuelo para retornar a Chile, donde vivía y cursaba un doctorado. Dejó un puñado de poemas, narraciones y ensayos inéditos. De manera póstuma se publicaron Revestida por otro viento de sueño (2015), Temporarias (2016) y Desérticas (2016). El Concejo Municipal de Santa Cruz le otorgó póstumamente la ‘Medalla al mérito municipal’ (2015) por su destacada labor y aporte a la cultura cruceña y boliviana en general. Les dejamos algunos de sus poemas por aquí: Sonatina del otro costado De la mano del viento rodeada por luces y flores engreídas va con una sonatina boliviana en la mitad de la costilla y en la otra déjase nutrir por acribillados y aludes Va con la boca de la recién nacida que corre a chupar de un cielo de edificios va a flor de piel con los resecos padres atados a su gruesa falda que barre el suelo Va analfabeta del nombre de las calles a las negras calles con barniz de siemprevivas va a bordar la Constelación del Desamparo a partir de unas verduras y sus temporarios No hay retorno, Dios, ni costilla mágica: érase una campesina maquillada que se hizo astronauta al pasar la frontera érase una pastorcita de habla entreverada unos sueños como trapos lanzados a un Mar érase un érase un érase un érase y un horario sin Sol érase un érase un érase un érase y una infección de Rosas siniestras y en Cobre (colecciones de estrellas, invierno y alaridos) Ahora voy abierta y fugaz Parlamento No se aleja quien nunca se va, sale por la puerta real o irreal y se despide en tono de lluvia ascendente o pájaro. Nadie parte fácilmente y quizás nunca del todo de instancias mayores, sobre todo del lugar del origen, de esa torre ambigua y amenazadora, siempre hambrienta de sueños idénticos. No hay quien no requiera tiempo y fricción para alcanzar la corrida en pos de su lengua. El punto de tensión entonces no reside en la cantidad de escenas y abrazos que aletean o qué ciudad a mediodía se abandona, sino con qué perfiles, llaves, piernas de sombra y cielos plegables se parte, con qué gigantes en sonrisas —dijo aquella que se va en la intersección del pájaro Balada de Sophie Podolski contra la desaparición a Belano No he desaparecido, estoy en un sueño revestida por otro viento de sueño, en el que no puedo fiarme de los nombres de mi cuerpo ni de los días venideros. Sigo ante lo errático y vivo como ante una corrida de toros en la que enarbolo y clavo una espada infinitas veces contra lomos mudos, esperando el ASALTO convocándolo como a un ejército, para que me estalle el ser y me hablen el mezcal y los idos. No he desaparecido, cavilo en mi cuarto, pájara curiosa, sobre las ejecuciones del tiempo. No me protejo. Enmascarados vibran afuera los siglos, espías de mis vocablos sin regreso. Nadie podrá componer a nadie, ni como a un pergamino o pueblo de estrellas. No he desaparecido, trazo con locura o pincel adolescente dibujos de alacranes en la ventana, hago miles sobre mi reflejo; invadido está mi pecho de una arena como reloj en avanzado desierto. (Sophie Podolski fue una poeta e ilustradora belga, nacida en 1953. Fue autora de una sola obra publicada en vida, El país donde todo está permitido, un diario de poemas en prosa con dibujos. Sufría de esquizofrenia, lo que la llevó a ser internada en instituciones psiquiátricas de Bruselas y París. En 1974, a los 21 años de edad, se suicidó) [cuestionario rechazado] ¿qué calles no llevan a las direcciones esperadas? ¿por qué una cara nunca es la cara de algo, sino algo similar a una hoja cubista? ¿por qué un nombre propio no es comparable con un sombrero? ¿y si alguien se quita el nombre al saludar —al escribir? ¿qué se puede inferir de este día/mes/año? (no mire al cielo) ¿qué se puede inferir de que no sea necesario cavar en el silencio para oler crímenes diarios? ¿cuáles son las visiones de tres jóvenes borrachos si su charla entrara por una ventana de su casa? ¿es posible vivir incendiada y no cometer delitos? ¿qué es la cultura?* / ¿vive quien ama una radio? ¿qué se puede inferir de que miles de fervorosas quieran ser presidenta de su espacio y guerra? / ¿y si sus armas son su vida?* ¿qué debe hacer cada uno con los antepasados y el cielo? (conecte ambos términos de manera argumentativa) ¿saber es lo mismo que moverse “pertinentemente” entre seres y cosas? según el texto que se le ha asignado, ¿qué palabra es la más adecuada para reemplazar por el sustantivo destacado de esta frase: “como si la vida lo abandonara lentamente con el último soplo del vapor”? ¿por qué el silencio arrasa siempre todo como la última palabra reina e incierta? ¿a quién le pertenece el silencio? ¿es posible vivir incendiada y cometer delitos en silencio? ¿es posible vivir incendiada y no comer delitos en silencio? ¿es posible vivir incendiada y no honrar unos delitos? (…) * Macabea. * E. Hernández. Retrato de otra de un día a otro una mujer se detiene duerme no muere corre hacia unas flores soñadas cuando apenas se echa a la cama y de pronto se percibe VIVA y despierta y corre a la ducha donde echa el sostén con lo sucio y contempla sus aguas: la vertiente de un cuerpo que huele a negocios y rema |
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