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Así ha de ser la ausencia, de Marinés Scelta

8/4/2024

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Sabrina Usach reseña el poemario Así ha de ser la ausencia, de Marinés Scelta:

Cartografía de la ausencia

Terminar de leer Así ha de ser la ausencia, de Marinés Scelta, es salir de un territorio recorrido de rincón a rincón habiéndose dejado llevar por las vertientes a las que nos lleva este lenguaje iluminado por imágenes que recrean un paisaje que se desdobla: el de la finca habitada por el padre y los ancestros (en la primera parte), y el de un cuerpo herido que se observa en la trasmutación hacia un nuevo ser (en la segunda parte). Siempre, cuando leo un libro, espero la sorpresa que el lenguaje me tiene preparada, qué va a revelar de aquel mundo en el que vive la poesía, qué hace la autora con lo que “ve” y cómo manifiesta lo poético; y leyendo a Marinés, me asombra el modo en que, sin perderse en las derivas del tono nostálgico, recoge desde la experiencia de un presente la memoria, de manera que aquello que parece perdido no deja de manifestarse en simples gestos como retener la humedad de una gota antes que se desvanezca, observar la caligrafía antigua del padre, un olor de la persona en el placard, entre otros. Es decir, en la ausencia, queda implícita la persistente presencia, lo dice en su poema inicial: “yo trato de detener / con la punta de los dedos / el líquido que gotea/ antes de que desaparezca en el empedrado // así ha de ser la ausencia, pienso / retenemos en un esfuerzo/ lo que la tierra se empecina en atraer”.

Así, en la primera parte, “Parte del fuego”, la voz de estos poemas, va trazando un camino por la casa, por la finca, pero a la vez por el tiempo. Acá hay una voz decidida a marcar los límites, o mejor dicho, nombrar elementos que funcionan como límites, que luego desbordan o parecen romperse en versos en los que dice “afuera hay otro mundo”, “Una ciénaga corta el camino que lleva hasta la casa”, “todo ha quedado dividido en dos lugares”, “el abuelo asegura que sus raíces crecen / debajo de la casa / yo pienso en lo que se extiende dentro / otra raíz que avanza por los rincones de /otra edificación”, “El río al final de los eucaliptos / fue entonces una forma de promesa / la tranca para cruzar el puente  /sobre el zanjón / estuvo siempre cerrada” (…). He registrado estos versos porque son figurativos con la idea de lo escindido, de lo replegado hacia uno y otro lugar, el exterior y lo interior. Entonces, lo revelador acá es que la autora logra, en esa misma hendidura, en esas líneas trazadas, poner de manifiesto la ausencia de forma performática, porque nos instala en ese espacio límite sin nombrar la palabra “ausencia”, la ve y construye el lenguaje necesario para mostrarla, no para decirla.

Y si hablo de límite, de tajo, cómo no reconocer el espacio del “adentro” al que nos lleva la voz de los poemas ya en la segunda parte, “Parte de la sangre”. Acá recorremos el territorio del cuerpo, un cuerpo que, una vez que recobró la memoria de su pasado, se abre paso hacia la posibilidad de transmutar, de observarse la herida y el dolor y reponer allí valor y entrega, “pude ver el corte profundo del bisturí / una línea / o el camino por el que entonces debía / transitar”. Marinés consigue hacernos vivir lo poético desde ese adentro que se encamina hacia una nueva forma, hacia ser otra mujer con la que fue, con la presencia de ese otro padre que habita en la orillas de la ausencia.
Se hace evidente el tránsito, la transformación. Algo ha ocurrido, y la poeta observa y escribe, usa la palabra y encuentra su lenguaje para llevarnos a recorrer su tiempo, pero además nos enseña lo que es un camino de sanación, dice en su último poema: “ábranme el pecho para soltar la inocencia / y sus golondrinas / que queme el corte si he de renacer después”.

La poesía de Marinés nos muestra que, más allá del mundo de las apariencias, de la urgencia por relatar una realidad de manera objetiva, de repetir lo que ya se vive en el cotidiano, existe la posibilidad de un lenguaje contemplativo que, además de contar una historia, nos enfrenta a la propia observación de nuestros territorios, de nuestros entornos y nuestros cuerpos, siempre con su particular sensibilidad, su única forma de crear largas imágenes en las que se puede soñar, respirar, encontrar la luz, habitar el lenguaje.
Cierro, para representar lo que dije, con este poema:

Cargamos el recuerdo
de una casa y su verano
las abejas como el fondo de una siesta
cerca de la canilla para regar
 
el abuelo dice
que descalcé la pena en la tierra húmeda
y te miré reír
parecías haber entendido
de qué se trataba ese final
 
¿fuimos el reflejo en las aguas del pozo
qué profundidad podíamos imaginar ahí?
 
con los años el pozo fue cubierto de tierra
pusimos sobre él los cimientos de una
edificación
que nunca terminamos de construir
 
algunas veces, todavía
parece que debajo de todo suena un río
y corre desbocado
por canales que desconocemos.


Así ha de ser la ausencia
Marinés Scelta
El ángel editor
Quito, 2023


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