En Animales Blancos de Marisa Martínez Pérsico acompañamos a un yo a través de una investigación sobre la muerte, más lejos o más cerca, de lo que la propia vida deja que se encuentre. Las preguntas aquí son por el pasado colectivo, e indefectiblemente, por el personal.
Esta historia teje sus hilos con los intersticios que deja el terror de los que siempre resultan vencidos. “pactos de olvido, reconciliación”, leemos en este libro. Nada que nos sea ajeno como lectorxs en este siglo. En ese entramado es que Julia – la protagonista - mira hacia adelante y desea maternar. Como dice Ennio – uno de los personajes con los que Julia se relaciona -, en un “gesto de amor a la vida y a los demás” (p. 190). Recorremos el trabajo de Julia como historiadora en el Friuli italiano, precisamente, en Monfalcone, para investigar sobre las fosas comunes durante el régimen del Mariscal Tito. La muerte rodea a Julia tanto en su trabajo como en su pasado: hay cabos que no puede atar en su propia historia familiar atravesada por la última dictadura cívico-militar Argentina. A propósito de las relaciones entre vida y muerte – dos caras de una misma moneda que gira hacia uno u otro lado en esta historia - Vinciane Despret en A la salud de los muertos afirma que la concepción fundada sobre esa idea de que los muertos solo tienen existencia en la memoria de los vivos insta a estos últimos a cortar todos los lazos con los fallecidos. Y el muerto no juega otro rol más que el de hacerse olvidar. Pero nuestros muertos no están muertos porque los enterramos, y más aún, no huyen de la necesidad imperiosa de saber que están en algún lugar. Quienes sobrevivieron al terror en esta novela necesitan saber dónde están sus muertos y, al respecto, Despert insiste en que quienes ya no pisan la tierra piden que les ayudemos a acompañarnos; hay actos que realizar, respuestas que dar a esa petición. Responder no sólo consuma la existencia del muerto, sino que le autoriza a modificar la vida de los que responden. Tal es el caso de Julia. La dictadura vuelve una y otra vez en el relato en tanto hay silencios familiares, pero también sociales, testimonios que hablan de un duelo que no llega porque no llegan las respuestas. ¿Cómo se gana una el derecho a escribir la historia de otras personas? Se pregunta Daniela Rea Gómez en Fruto, y Marisa responde tomando la voz casi transcrita del habla argentina para andagar en el misterio de Julia, pero también, de quienes vivieron el horror en Italia. “Como las perras o las lobas, tenemos embarazos psicológicos” leemos en el libro. Julia está buscando la manera de ser madre, y en ese camino, vamos escuchando su propia voz subconsciente que la censura, que la alienta, le recuerda los flashbacks en las clínicas de fertilización asistida. Por otro lado, la relación con otras mujeres está siempre presente en las conversaciones que Julia mantiene con Imelda, su amiga de la infancia a quien mira avejentada, también en calidad de jueza (de una belleza atravesada por los retoques cosméticos y el paso de los años). Hay aquí una pregunta también por los mandatos femeninos, qué se espera de una mujer sola, de una madre. Julia se ve interpelada por el fantasma de las relaciones amorosas en tanto su deseo es poder maternar. “Julia siempre creyó que el tiempo, más que el espacio, era la dimensión legítima de los afectos. Un amor importante puede crecer lejos, pero nunca rápido” (p. 110). Con esta premisa es que urge en ella la posibilidad o no de concebir, y entonces asistimos a sus disquisiciones respecto de la necesidad de un padre, un proveedor, un amor furtivo. Leer el libro de Marisa es también escuchar su cadencia, su propia voz. Quienes la hemos escuchado hablar podemos sentir que estamos recorriendo las calles de una ciudad a la que no podemos interrogar, porque solo estamos ahí de invitades, y tenemos un tiempo limitado. La forma en la que la novela se estructura responde a una lógica propia de la exploración lingüística donde nada queda dejado al azar y simplemente hay que ser pacientes y escuchar.. Chantall Maillard dice en La mujer de pie que hay que procurar que el mí se duerma para que las cosas encuentren sus pasajes. Dejemos como Marisa hablar al texto, corramos el cuerpo para dar paso a esta historia. Animales Blancos Marisa Martínez Pérsico RIL editores Santiago de Chile - Barcelona, 2024
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